Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 264. FEBRERO. Año 1990
0. SUMARIO
PENSAMIENTOS y sentimientos, ideas y verdades: he aquí lo que va conformando el corazón y la vida del hombre. Los sentimientos conmueven, aunque a veces alteran el dominio de la razón; las ideas, o representaciones intelectuales de lo que puede ser objeto de nuestro conocimiento, pueden ser falsas, falsificadas o incompletas, sobre todo cuando se reciben o expresan con la interesada presión de la propaganda. Solamente la verdad ilumina y se difunde como pensamiento, libertad y vida en el ser que la acepta. Buscar con esperanza la verdad y abrirnos a ella, para que nos ilumine corazón adentro, y desde el corazón, como centro de la vida, a la vida entera. Newman, buscador incansable de la verdad, nos advertiría: no todo lo que deslumbra ilumina, sólo lo que ilumina salva.
PARA PEDIR LA LUZ DE LA VERDAD
VERDADES
CENTENARIO DE NEWMAN (1890-1990)
JOHN HENRY NEWMAN
NEWMAN, RECIBIDO EN LA IGLESIA CATÓLICA
NEWMAN. LA IGLESIA DE LOS SANTOS
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1. Tiempo de oración: PARA PEDIR LA LUZ DE LA VERDAD
Yo haría siempre esta súplica:
Dios mío, creo firmemente
que tú puedes iluminar mi obscuridad,
que solamente tú puedes hacerlo.
Yo deseo, con todas mis fuerzas,
que se disipen mis tinieblas interiores.
Desconozco los caminos que has dispuesto para mí,
pero sé que tu poder y lo que anhelo
son razones suficientes para pedirte
lo que no puedes dejar de concederme.
Te prometo, desde ahora mismo,
que, ayudado por esta gracia que te estoy pidiendo,
abrazaré todo cuanto perciba como verdad cierta.
Y, con tu auxilio,
combatiré el peligro de engañarme y dejarme llevar
por lo que busca la naturaleza,
en contra de lo que la razón aprueba.
Amén.
John H. Newman, C. O., MD 262 2 (22)
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2. Verdades
NADA apasiona tanto a los hombres como el problema de la verdad: buscada o temida, está en todos los deseos y actuaciones de los mortales. Hasta la mentira nace del artificio de querer ocultar el déficit de verdad. Todos queremos afirmar lo que somos. Después de descubrir la realidad de nuestro ser, enriquecemos nuestra mente si cuidamos de ser auténticos en nuestras relaciones con el universo que nos circunda, tanto visible como espiritual. Mentimos cuando no aceptamos la medida y el límite de nuestro ser personal o nuestra razón y deformamos nuestra identidad, temerarios y miedosos a la vez, huyendo de la lógica de la sencillez, ocultando todo o parte de la realidad o estragando el resto que nos resulta favorable. Las perversiones de la verdad son el contraluz de la necesidad que de ella tenemos, hasta el punto de no dudar en traicionar nuestra conciencia y engañar a los hombres, exhibiendo o cultivando apariencias, pero sin que podamos engañar a Dios y ni siquiera a nosotros mismos. Podemos aplazar el conflicto que la verdad nos plantes, pero no evitarlo absolutamente: no podemos destruir nuestra conciencia  y, todavía menos, ocultarnos de Dios, ni aquí ni más allá del tiempo.
La verdad es herniosa, inevitable, necesaria. Es apetecida por la inteligencia «como su alimento» (s. Agustín). La grandeza del hombre consiste en que es un ser consciente y libre, y, por ello, semejante a Dios, pero la libertad es fruto de la posesión de la verdad, como dijo Cristo. En realidad, nadie hay más esclavo que el ignorante.
El pecado es siempre una falsificación y una forma de esclavitud.
El hombre desea y necesita la verdad, pero la experiencia nos descubre que es capaz de manipularla o de esconderla, cuando se propone triunfos mundanos demasiado rápidos, metas injustas, vanidades, o para huir de vergüenza y acusaciones.
Los mártires son los testigos pacíficos y heroicos que no solamente la buscan, sino que la defienden y prefieren a todo. La verdad, cuando sorprende, exige adecuarnos a ella, convertirnos hasta ajustarnos a su baremo. Pretender ignorarla, ocultarla, rechazarla, no impide jamás que, al fin, se imponga, y que lo que fuera un reclamo o invitación se transforme en acusación y sentencia que confunde y condena.
{3 (23)} Lo de «mi verdad y la tuya» no relativiza la verdad. El poeta escribió para caminantes que buscan la luz, mientras andan y crece y se anuncia para un amanecer próximo y único, que ha de bañar en claridades a todos los que la han deseado, con respeto del esfuerzo de los demás y con fidelidad y perseverancia que no cede en el esfuerzo propio.
Los que no pecan contra la verdad están siempre cerca de Dios, aunque no sepan su nombre. Los que tienen hambre y sed de ella tienen hambre y ved de Dios, y serán saciados. Un día verán que sólo él es la única Verdad que ha dado realidad a todo, que ha aureolado de belleza todas las cosas para convertir la realidad en magnífica gloria suya. Los santos son los hombres que han descubierto este orden y se han admirado y han sido fieles a su sentido.
«Nunca he pecado contra la luz» pudo decir, con absoluta sencillez John Henry Newman, al final de su camino de fe. Ése fue todo el misterio de su unión con Dios, de su santidad; en él se resumía toda la densidad de su vida. Dios presente en su conciencia y manifestándosele desde la penumbra de las sombras y a través de la fragilidad de las imágenes hasta el resplandor de la verdad de Dios, evidencia interior que anticipa sobrenaturalmente la fe, hasta que se hace visión, más allá de la vida, cuando Dios es la Verdad de todas las verdades.
Es evidente que un requisito para encontrar la verdad es tener ansia por encontrarla. La verdad es algo demasiado sagrado y referido a Dios, para que sea sacrificada a la mera gratificación de la fantasía, o a la diversión de la mente, o al espíritu de partido, o a los prejuicios de la educación, o a la adhesión, por amigable que sea, a las opiniones de los maestros humanos. La modestia, la paciencia y la prudencia son disposiciones de la mente tan indispensables a la investigación filosófica como la seriedad y el deseo más vehemente.
John H. Newman, C. O., US 7-8
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3. CENTENARIO DE NEWMAN (1890-1990). Noticias y conmemoraciones.
● En este mes de febrero se celebra, en el Oratorio de Birmingham, la inauguración oficial del primer centenario de la muerte del cardenal John Henry Newman, con una Eucaristía de pontifical, que presidirá el Sr. Arzobispo de aquella diócesis y en la que estará presente el Lord Mayor (o presidente de la corporación municipal). A la celebración litúrgica seguirá un acto solemne en el palacio del Ayuntamiento, de modo que la Iglesia y la Ciudad de Birmingham muestren su hermandad, toda vez que el recuerdo de Newman es motivo de gozo tanto para los católicos como para todos los ciudadanos, allí donde dedicó la mayor parte de su prolífera vida, después de Oxford.
● En la Universidad de Oxford, durante los meses de enero y febrero de este año, organizado por el «Provost» del Oriel College y el Presidente del Trinity College, tienen lugar, los martes, una serie de siete conferencias sobre los siguientes títulos: «Newman, el hombre», «Newman y Oxford», «Significación de Newman como teólogo para la Iglesia Anglicana», «Significación de Newman como teólogo para la Iglesia Católica», «La labor de Newman como filósofo de la Religión», «Newman como escritor» y «Newman como teórico de la educación».
● En Bélgica, promovidos por la Universidad de Lovaina y por el Centro «Godsheide», se han organizado una serie de «Estudios de Fin de Semana», en lengua flamenca, que se prolongarán durante todo el presente año, sobre la vida y la obra de John Henry Newman. Además, el profesor de la misma Universidad, Dr. Robrecht Baudens, dará varias conferencias en Duffel, Heverlee, Averbode y Brujas, con iguales temas.
● En Roma, el Centro de Amigos de Newman lleva a cabo una meritoria labor de difusión del conocimiento y estudio de la figura de Newman. Dispone de una magnífica biblioteca específicamente newmaniana, y ejerce un apostolado de información, difusión de las obras de {5 (25)} Newman y de relación con centros y estudiosos de la figura del gran convertido de Oxford y preclaro hijo de san Felipe Neri.
● En Milán, la Universidad Católica del Sagrado Corazón, con la cooperación de la Interregional Facultad de Teología, también lleva a cabo, a lo largo del presente año, varias series de conferencias sobre la figura, el pensamiento y la significación de Newman.
● En Alemania y Austria, Newman ha sido igualmente conmemorado en diversos actos académicos, con ocasión de las aperturas de cargo, además de sesiones especiales de fin de semana, para divulgar la vida y la obra del Cardenal Newman. Pero ya, en el año pasado junio y julio de 1989), en la Universidad Albert Ludwigs, de Friburgo de Brisgovia (Alemania Federal), tuvo lugar un simposio de profesores universitarios procedentes de aquélla y de las Universidades de Estrasburgo y Bristol, en colaboración con la «Deutsche Newman-Gesellschaft». Esta Asociación Newman Alemana tiene por finalidad la promoción del intercambio científico de ideas sobre las obras de John Henry Newman, su vida, y la historia de su influjo, y está en relación con las Asociaciones y Centros Newman de otros países.
● En Estados Unidos de América, la «University of St Mary of the Lake», en Mundelein (Illinois), tuvo un simposio sobre «Newman y la Conversión», en el verano pasado. También, la «Catholic University of America», en Washington, organizó un simposio, en el mes de noviembre de 1989, sobre «Relevancia actual del Cardenal Newman». Al discurso científico de tal simposio siguió un magnífico concierto, con la ejecución de «The Dream of Gerontius», oratorio musical compuesto por Edward Elgar sobre el poema de Newman. El concierto tuvo lugar en la St Matthews Cathedral, de Washington, por el coro y orquesta de la Universidad y notables solistas.
● Otras conmemoraciones se prevén en el transcurso del presente año, no sólo en Europa y América, sino también en Australia y el Japón. Por supuesto, los Padres del Oratorio de San Felipe Neri, en todas partes, le dedican especial atención y contribuyen con el trabajo de traducciones y comentarios que pongan de manifiesto la importancia que para la Iglesia de su tiempo y para nuestros días tiene la figura de John Henry Newman, no solamente en el mundo de las ideas y de sus intuiciones renovadoras del cristianismo, sino de su vida espiritual y el ejemplo de su santidad.
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4. JOHN HENRY NEWMAN: Crónica de un amor a la verdad
Meriol Trevor, Ediciones Sígueme.
HE aquí un libro que era necesario para los interesados de habla castellana sin acceso a las varias y buenas biografías del gran convertido de Oxford que existen en otras lenguas, principalmente en inglés, francés o alemán.
En medio de las muchas conmemoraciones e iniciativas que en diversas partes del mundo tienen lugar en este «Año de Newman», también en España se han publicado, con motivo del centenario newmaniano, algunas traducciones que pueden considerarse esenciales para aproximarse al conocimiento armónico de esta gran figura del cristianismo moderno, que, desde la fe recibida en el seno de la Iglesia Anglicana, alcanza la plenitud del Catolicismo, al que se convierte a los 44 años, ecuador de su vida.
Meriol Trevor había publicado, en 1962, dos gruesos volúmenes, que, junto con la recentísima obra de Ian Ker, venían a unirse a la excelente francesa del oratoriano Louis Bouyer. Más atrás quedaba la extensa de Wilfrid Ward, y los trabajos de Tristam y Dessain. Por otra parte, existen en inglés y alemán varias y buenas biografías y estudios, traducidos a los principales idiomas. Meriol Trevor tuvo el acierto de resumir su extensa obra en un libro asequible que, en 1974, publicó bajo el título de Newman's Journey y que acaba de ser publicado por Ediciones Sígueme, según la traducción del oratoriano Aureli Boix. Hemos de felicitarnos, y presentimos que pronto será preciso preparar otra u otras ediciones. En su dimensión, es un libro indispensable para introducir a otras lecturas de o sobre Newman. En este sentido recomendaríamos, en primer lugar, la Apologia pro vita sua, de la B. A. C. (n° 394), edición que nos parece un tanto defectuosa (sin introducción, ni notas); por lo cual, a personas medianamente cultas , no dudamos en sugerir la reciente edición en catalán, publicada en la colección «Clàssics del Cristianisme», de ed. Proa y Facultad de Teología de Barcelona, traducida, presentada y documentada también por Aureli Boix. Este mismo oratoriano tradujo y ed. Herder publicó en 1972 la obra de Christopher Hollis titulada Newman y el mundo moderno. Estos tres libros nos parecen una primera bibliografía suficiente para iniciarse en el conocimiento de Newman.
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5. Newman es recibido en la Iglesia católica
QUERIDO Padre: Heme aquí para darle una noticia capaz de llenar de alegría no sólo el corazón de Vuestra Paternidad Reverendísima, sino también el de todos los buenos católicos dispersos por el mundo entero.
Ya le escribí, desde Aston, que el día de S. Miguel tuve la consolación de recibir en nuestra capilla de Aston Hall, la abjuración y profesión de fe del Ilmo., señor John Debree Dalgairns, que es aquel mismo señor de Oxford con el cual he mantenido siempre correspondencia desde que estoy aquí; ahora, al enterarse de que yo debía ir ahí, a Bélgica, me escribió invitándome a pasar por Oxford, en mi viaje, diciéndome que tal vez tendría algo que hacer.
Correspondiendo a tal invitación, salí de Aston el 8 del #corriente y llegué de noche, a las diez, a Oxford, totalmente calado por la lluvia, que soporté cuatro o cinco horas continuas. Apenas llegué a la fonda, encontré al señor Dalgairns, que me esperaba para conducirme a Littlemore, o sea, a aquel convento establecido allí, hace cerca de seis años, por el Rdo.
John Henry Newman, donde se encuentran varios señores de Oxford, apartados del mundo y haciendo penitencia mucho más severa que la que suele practicarse ordinariamente por los Religiosos.
{8 (28)} «Es una gracia grandísima, que supera toda expectación, y que es preciso agradecer a Dios». Así se expresaba el beato Domenico Barbieri, religioso pasionista, el 11 de octubre de 1845, en una breve nota mandada a un hermano de comunidad, dos días después de haber recibido en la Iglesia católica a John Henry Newman. Pero el detalle de lo acontecido lo relata luego a su Superior General. El P.
Barbieri fue beatificado por Pablo VI, el 27 de octubre de 1963.
Cuando muchos años más tarde Newman recibió la noticia de su muerte, exclamó: «Siempre he pensado y esperado que recibirá de Roma la aureola de santo». La carta dice como sigue:
Llegamos a Littlemore una hora antes de medianoche, y yo me acerqué a la lumbre para secarme. Pero ¡cuál fue mi sorpresa ante el espectáculo de ver, ante mí, arrodillado a mis pies, al señor Newman, que me pedía que quisiera oírle en confesión y le admitiera en el seno de la Iglesia católica!
Allí mismo, junto a la lumbre, comenzó su confesión general con sentimientos de humildad y devoción verdaderamente extraordinarios.
A la mañana siguiente, después de haberme conducido a Oxford para celebrar la S. Misa en una capilla católica, y vuelto a Littlemore, en medio de una lluvia torrencial, terminé de oír la confesión del señor Newman, y después de la suya oí la de otros señores que estaban allí, es decir, el Rdo. Sr. Stanton y el Rdo. Sr. Bowles, que habían sido ministros protestantes como el Sr. Newman.
Así, en la tarde del nueve, cerca de las seis, recibí la profesión de fe de estos tres señores; a continuación les administré el bautismo, sub conditione, y luego terminé la confesión de todos y les di la absolución sacramental.
La mañana siguiente era la fiesta de S. Francisco de Borja y celebré por primera vez la S. Misa en su oratorio privado, luego que un buen sacerdote me prestó todo lo necesario para ello, y administré la comunión al Sr. Newman y a otros {9 (29)} cuatro compañeros suyos, que eran protestantes y ahora son fervorosísimos católicos.
Acabado esto, fui invitado a visitar a un caballero anteriormente protestante, vecino de aquel mismo lugar, y tuve el placer de oírle en confesión, lo mismo que a cuatro hijas suyas solteras, de santa vida. En la misma noche del diez recibí la profesión de fe y administré el bautismo, sub conditione, a este señor, a su esposa y a dos de sus hijas, quedando las otras dos a mitad de camino...
Éste es el detalle de mi misión en Oxford. Los que conozcan al Sr. Newman y a sus compañeros podrán juzgar del resultado de lo sucedido. El Sr. Newman ha sido, hasta ahora, diría que como el Papa de los protestantes, como su gran oráculo, el alma de este movimiento que llaman de los puseístas, muy extenso y que abraza todo lo que hay de bueno, de serio у de devoto en la Iglesia protestante. Él es considerado como el hombre más docto que pueda hallarse en toda Inglaterra. A mi juicio, él es el más humilde y el más amable de cuantos jamás haya yo encontrado a lo largo de mi vida. Confío en que el resultado de tales conversiones sea incalculable.
Todo lo que he tenido que sufrir desde que dejé Italia lo doy por bien compensado después de este felicísimo suceso.
Espero que ello animará a todos los buenos religiosos a rogar con mayor fervor por nuestra querida Inglaterra. Ella fue una vez «la isla de los santos», y volverá a serlo en el futuro. Desde este reino, como de un centro, se expandirá el catolicismo fácilmente por todo el universo. Esta hija, después de las desviaciones de tres siglos, volverá llena de vigor a la Madre, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, y será para esta Madre consuelo y auxilio. Así lo deseo y espero. Amén.
Ere, 16 de octubre de 1845.
Humildísimo obbl. servidor y súbdito de Cristo, Domenico de la Madre de Dios.
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6. NEWMAN: LA IGLESIA DE LOS SANTOS
La verdad y la santidad
ESE «gran cambio», como lo llama Newman, comenzó cuando él tenía quince años y descubrió a Dios como ser personal e ineludible, presente en su propia vida. Comprendió que la respuesta a este don gratuito de la presencia divina no se podía limitar a la mera asunción de un ideal ético, sino que empeñaba toda la vida, hasta convertirla en una comunión con Dios, es decir, proponerse la santidad, y fue cuando tomó ese lema: «Antes la santidad que la paz» (1). Aunque el mundo lo ignore, esto es lo más importante y constituye la verdadera vida del cristiano; parece una renuncia, pero quien lo descubre encuentra, aun sin buscarla lo primero, paz y consolación interior (2). Se trata, pues, de abrirse a esta verdad y progresar en ella, sin concesiones. Es así como su inquebrantable honestidad interior pudo resumirse en aquel grito: «¡Yo nunca he pecado contra la luz!» {11 (31)} El resplandor de la Verdad divina nos alcanza, está en nosotros, y aquí entra todo el capítulo de la conciencia, según Newman (3). Llega a nosotros, pero nos viene de fuera; se nos muestra en «signos» que hemos de reconocer y abrirnos a ellos (4).
Abrirnos a Cristo, al Evangelio, a la Iglesia. La Iglesia fue el último estadio en el debate interior de Newman.
Llegar a puerto
Todo cuanto la precedía lo tenía claro: Dios, «más evidente que él mismo» (5); Cristo, por el bautismo, «se repite» en cada cristiano (6); el Evangelio y la Iglesia «construyen» la santidad de los fieles (7). Cuando entró en la Iglesia católica, terminó su peregrinación en busca de la verdad, y por eso pudo decir que esa decisión no supuso cambio alguno en su inteligencia y en la sustancia de su fe (8); por eso todo fue, al fin, «como alcanzar el puerto, después de atravesar un mar tempestuoso».
La travesía fue esforzada, llevada adelante con absoluta nobleza y profundidad espiritual. Tenía sobrados motivos para agradecer, a la Iglesia donde {12 (32)} había nacido, la fe, la formación espiritual y haber hallado en ella el ambiente desde el que se le presentó el ideal de la santidad. Otra cosa eran las imperfecciones, la burocratización a que se había reducido el tesoro de su tradición cristiana. Cuando moderaba las prisas de sus más adictos por entrar en la Iglesia católica, lo hacía movido por la convicción de que había de proceder con la máxima seriedad y pureza de mente; la precipitación mide menos la responsabilidad y suele ser imprudente, desprovista de la necesaria reflexión. Era una cuestión de prudencia, no sólo para él, sino de cara a los que en el depositaban su confianza y se inspiraban en su conducta. La falta de reflexión no prepara para la plenitud de la fe (9), porque los que demasiado implícitamente parece que lo creen todo suelen ser señal de que no creen nada.
Un oasis para esperar la luz
Littlemore aparecía, a los ojos de los extraños, como un monasterio excéntrico y misterioso. Era una comunidad, un oasis espiritual, a la que acudieron principalmente jóvenes, para estancias breves o para permanecer junto al que, espontáneamente, era reconocido y respetado como guía y superior, no sólo por razón de la edad, sino por el protagonismo espiritual e idealista que le confería el Movimiento de Oxford, todavía no extinguido, pero ya sin más que decir en el campo de las polémicas eclesiástico-universitarias. Algunas exageraciones, muchos malentendidos y la curiosidad de los que se interesan por lo más superficial, sin detenerse en 151 ahondar en lo profundo de las razones y causas de lo discutido. Littlemore debía ser un remanso, si no oculto, por lo menos alejado del fragor de discusiones y sospechas, con tiempo para dedicar a la oración, al estudio, a la reflexión. Contra lo que pudieran {13 (33)} dieran imaginar los de fuera, el orden interno de aquella pequeña comunidad de amigos era bastante estricto (10). Austeridad, ayunos, oración y estudio reflexivo, sin concesiones a la imaginación y al sentimentalismo, sino buscando la razón de Dios desde la purificación de la propia mente (11). Newman escribía un libro (que dejaría inacabado) en el que contemplaba a la Iglesia y la evolución de las manifestaciones de su verdad. Miraba, a la vez, la historia de la Iglesia y su propia historia personal, Los primeros {t} cristianos {t} Era cierto, como siempre que cogía la pluma, que «no escribía por escribir», sino que lo hacía obedeciendo a la fidelidad por ordenar la expresión de las ideas en búsqueda de la verdad (12). Era historia de la Iglesia y, sin proponérselo, también biografía personal, pasos de un camino o evolución que no había sospechado porque, al retirarse a Littlemore y unírsele poco después algunos discípulos, no lo había hecho con la intención de prepararse para entrar en el catolicismo, a pesar de las acusaciones de «romanismo» que algunos le dirigían (13).
Sin embargo, mientras reflexionaba y escribía su Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina, fue viendo que su amada Iglesia, madre de su fe, se había apartado de la tradición del primer cristianismo, como demostraba el estudio de los Santos Padres, continuadores de la tradición apostólica; los primeros cristianos eran los continuadores de los Apóstoles {14 (34)} (14). Escribió años más tarde: «Creo haberme preguntado siempre qué habrían hecho los Padres, estos hombres cuyas obras rodeaban mi habitación, cuyos nombres veían mis ojos constantemente, cuya autoridad influía en mi juicio, ¿qué habrían hecho y cómo hubieran obrado en mi lugar Atanasio, Basilio, Gregorio, Hilario, Ambrosio?» (15). Newman miraba hacia la primitiva Iglesia; si se hubiese fijado demasiado en el catolicismo de sus días, tal vez habría encontrado un espectáculo menos atractivo; pero él buscaba objetivamente los orígenes, la raíz.
Pensamiento, plegaria y vida
Hay dos expresiones que resumen la razón y la fe, la objetividad y la devoción, el esfuerzo de la inteligencia crítica y laboriosa, que persevera en los análisis que la van aproximando a la verdad gozosa y retadora a la vez, y la meditación de la vida conjunta de los que más de veras han seguido las huellas de Jesús, cuando el Evangelio se hace concreto en la respuesta de sus seguidores: «La Universidad nos ha hecho católicos» (16), «Los Padres me han hecho católico» (17). Newman no era el universitario pedante, que exhibe su agilidad intelectual polemizando inútilmente. Era la inteligencia y el amor, que buscaban, ante todo, la Iglesia de Dios, la Iglesia de Cristo. «La fidelidad a la Iglesia ―ya escribía ocho años antes de hacerse católico– consiste más en amarla que en hablar o polemizar sobre ella» (18). Los aferrados a la institución y las ventajas que les reportaba, o los que no le seguían en la pasión por la verdad, dondequiera que pudiera {15 (35)} hallarse, no le comprendieron. Él no buscaba el catolicismo, sino la verdadera Iglesia.
Mirar a Dios
Pudo escribir más tarde que la verdadera razón por la que se convirtió al catolicismo fue porque la Iglesia católica era la que mejor se identificaba con la primitiva Iglesia de los santos (19); aquella Iglesia en la que «los fieles no pensaban en sí mismos, sino que miraban, se dirigían a Dios» (20).
No nos detenemos en la descripción de las incidencias, las más de las veces dolorosas, que rodeaban la vida interiormente pacífica y espiritualmente elevada de aquel que los diarios llamaban proyecto de un monasterio «anglo-católico». Newman los refiere en su Apología, hasta verse obligado a defenderse diciendo que «se había retirado allí para rogar» (21). Razón que parecía demasiado elemental a los extraños. Después de dar explicaciones al propio obispo anglicano, decidió renunciar a su ministerio, reduciéndose, por lo tanto, a la condición de laico.
El adiós a los amigos
En la tarde del domingo día 24 de septiembre de 1845, predica su último sermón en la iglesia de la Universidad. El lunes, 25, por la mañana, la iglesia de Littlemore aparecía llena a rebosar: las gentes sencillas del lugar, amigos venidos incluso de Londres, universitarios, y el Dr. Pusey presidiendo la celebración. Newman pronunció el famoso sermón «La despedida de los amigos». Su voz era clara, contenida la serenidad que no le impidió, entre pausa y pausa, leer las palabras seguramente más emocionantes de su vida, escritas desde {16 (36)} la fuerza del silencio, con la belleza y el poder que la misma verdad (22) inspira. Era el aniversario de la consagración de la capilla, una fiesta para los presentes. Tomó el lema del salmista: «El hombre va a su trabajo y permanece en él hasta el anochecer» (23).
Madre Incapaz de reconocer al hijo
Comenzó enseguida refiriéndose al adiós de Jesús a sus amigos, también al anochecer, y luego evocó las despedidas de personajes bíblicos, y, hacia el final, pasó a apostrofar a su propia Madre en la fe, la Iglesia anglicana: «Oh Madre mía, ¿cómo puede ser que hayas sido enriquecida con tantos dones que no alcanzas a conservar, que hayas engendrado hijos que no te atreves a reconocer? ¿Por qué no sabes usar sus servicios, ni se alegra tu corazón cuando te aman?».
La voluntad de Dios
Y al pueblo que le oía: «Y vosotros, hermanos míos, corazones amables y afectuosos, amigos que me amáis, si reconocéis a alguien que por sus escritos o por sus palabras os ha ayudado, de alguna manera, a actuar; si os ha dicho lo que vosotros sabéis sobre vosotros mismos, o lo que tal vez ignoráis; si él ha descifrado en beneficio vuestro vuestros deseos y sentimientos, y con ello os ha reconfortado; si os ha descubierto que existe una vida más elevada que la cotidiana, y un mundo más hermoso que el mundo visible; si os ha ayudado para vencer dificultades u os ha serenado; si ha abierto para vosotros un camino en la búsqueda o ha dado paz a vuestro corazón perplejo; si lo que él os ha dicho o ha hecho os ha movido a interesaros por él o a sentiros atraídos hacia él, acordaos de este hombre cuando el tiempo pase, y rogad por él, para que en todo pueda conocer la voluntad de Dios y esté siempre dispuesto a cumplirla» (24).
{17 (37)} Dos años más tarde, en octubre de 1845, Newman llamó al P. Barbieri, pasionista. Mientras le espera, durante dos días, escribe un montón de cartas, breves y expresivas: revelan todas que experimenta haber llegado a la verdad, a la Iglesia verdadera, al único verdadero rebaño de Cristo.
La Iglesia de los Santos
Dios permanece; lo demás cambia. La santidad también es la meta de un «cambio», ya que la perfección es cambiar varias veces (25). Sus convicciones se habían desarrollado en el curso del tiempo (26). Cambiar y convertirse es una tarea, una experiencia personal que «cada uno debe comenzar, avanzar, y terminar por sí mismo. La historia religiosa de cada individuo es tan solitaria y completa como la historia del mundo» (27). Por esta razón hay que respetar las conciencias, sin forzarlas a cambios o «conversiones» precipitadas. Este planteamiento no siempre fue comprendido, ni por algunos que le admiraban, ni por muchos para quienes la fe era tal vez asumida sin atender a la profunda conversión interior. La misión de la Iglesia es hacer santos, él había buscado la Iglesia de los santos, y en los santos, y se encaró con la verdad grande, desgarradora y felicísima, a la que le había ido conduciendo Dios, desde que, por primera vez, a los quince años (28), lo descubrió en la íntima experiencia de sí mismo. «¿Qué prueba puedo tener de la verdad de los hechos revelados que supere la que poseo de los hechos sobre mí mismo?» (29). Porque «Dios {18 (38)} nos llama no sólo una vez, sino muchas veces; a lo largo de la vida, Cristo nos está llamando... Nos llama una y otra vez, para justificarnos una y otra vez; y una y otra vez, más y más, nos santifica y nos prepara para la gloria» (30).
Bienaventurada visión de paz
En el mismo pupitre sobre el que había escrito su Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina, el P.
Barbieri celebró por primera vez una misa católica y dio la comunión a Newman y sus compañeros de conversión. El libro quedó inconcluso. Pero luego quiso añadir unas palabras. Eran éstas: «Tales eran los pensamientos relativos a la "Bienaventurada Visión de Paz", de un hombre que no cesaba de rogar al Misericordiosísimo Señor, que no despreciara la obra de sus manos, que no la abandonara a sí misma, cuando sus ojos se debatían faltos de claridad y su corazón sufría, porque no podía valerse más que de la razón para las cosas de la fe. Y ahora, querido lector, el tiempo es breve, la eternidad larga. No abandones lo que aquí, en este libro, has encontrado. No pienses que se trate de mera controversia efímera; no te obstines imaginando que es producto del rechazo, del disgusto, de sentimientos heridos, o de una sensibilidad exagerada o de cualquier otra debilidad. No te dejes arrastrar por el recuerdo de años pasados; no pretendas que la verdad es aquella que tú desearías que fuera, y no te construyas un ídolo con los prejuicios a los que estás apegado. El tiempo es breve, la eternidad larga».
Y concluía con el canto evangélico de Simeón:
«Ahora, Señor, según tu promesa, / puedes dejar a tu siervo irse en paz; / porque mis ojos han visto la salvación» (31).
(1) THE FORCE OF TRUTH, de T. Scott, uno de los libros que el Rev. Mayers puso en sus manos, cuando era adolescente, y del que extrajo este lema. Cf. APO. 5.
(2) «The Christian has a deep, silent, hidden peace, which world sees not... What he is when left to himself and to his God, that is his true life. He can bear himself; he can, as it were, joy in himself, for it is the grace of God within him, it is the presence of the eternal Comforter, in which he joys... Never lens alone than when alone».
PPS V, 69-70.
(3) Cf. LAUS n. 256, Marzo de 1989.
(4) «We know from history, 18 a matter of fact, that they did not receive Him, that they did not come to him when He came to them; but He says that they would not that they did not wish to come, implying that they, and none else but they, were the cause of their not coming». PPS VII, 11. «Those whom Christ saves are they who at once attempt to save themselves». PPS VII, 11-12.
(5) «I feel it (as a keystone, that no to hold it would it be to break my mind to pieces)..as easy to deny my own personality is the personality of God, and have lost my grounds for believing that I exist myself if I deny existence to Him». MD 592.
(6) Christ himself vouchsafes to repeat in each of us in figure and mystery all that He did and suffered in the flesh. He is formed in us, rises in us, lives in 118... All at once».
PPS V, 139.
(7) «An ordinary kind of religion, praise worthy and respectable in its way, may exist under many systems; but saints are creations of the Gospel and the Church», PPP II, 157.
(8) <From the time that I became a catholic... I was not conscious to myself, on my conversion, of any change, intellectual or moral, wrought in my mind. I was not conscious of firmer faith in the fundamental truths of Revelation, or of more self-command:
I had not more fervours; but it was like coming into port after a rough sea:
and my happiness on that score remains to this day without interruptions. APO 238.
(9) «It may also be the act of a man who will believe anything because he believes nothing, and is ready to profess whatever his ecclesiastical that is his political-party requires of him». En carta a McColl, de 15.8.1870, en WARD II, p. 332.
(10) Lo refieren los primeros en unírsele, desde 1842 (Lockhard, Dalgairns, Mark Pattison, que estuvo allí diez días). Cf. LD XIII, 120. Dessain, en su JOHN HENRY NEWMAN, p. 78, lo resume con estas palabras: «Four and half hours each day were given to prayer, and nine to study and translation work+. Newman no tenía conocimiento de la vida conventual más allá de lo que había estudiado de los Padres y la vida monástica clásica.
(11) «I determined to be guided, not by my imagination, but my reason». APO 119.
(12) «Since I was boy... I think have never written for writing wake: but my one single desire and aim has been to do what is so difficult, viz. to express clearly and exactly my meaning». LETTERS AND CORRESPONDENCE, ed. by A. Mozley, II, 427.
(13) «I never contemplated leaving the Church of England». APO 148.
(14) The first Christians are represented us continuing in the Fellowship of the Apostles, LD XXV, 13.
(15) ESS II, 74.
(16) «Oxford made us catholics, es decir, «la Universidad». LD XIX, 325.
(17) «The Fathers made me a Catholic». DIFF II, 18-24.
(18) «He joins the Church of God, not merely who speaks about it, or defends it, or who contemplates it, but who loves it... The test of our being joined to Christ is love». PPS IV, 184.
(19) «The very reason I became a Catholic was because the present Roman Catholic Church is the only Church which is like, and it is very like, the primitive Church, the Church of st. Athanasius...» LD XXIV, 325.
(20) «In the primitive way, the worshipper did not think of himself; he came to God, God's house and altar were the sermon which addressed him and roused him. His Sacraments were the objects of his regards. Words were unnecessary». LETTERS AND C., ed. by A. Mozley, II, 208.
(21) APO 171.
(22) IDEA 217.
(23) SAL 104, 23.
(24) «The parting of friends», en SD, 407 y 409.
(25) DEV 40.
(26) «My convictions have been the slow growth of years». LD XXI, Supl. 63.
(27) «In religion each must begin, go on, and end, for himself. The religious history of each individual is a solitary and complete as the history of the world». PPS VII, 248.
(28) «God changed me altogether when I was a boy of fiftee». LD XX, 543.
(29) «What proof can I have of the truth of revealed face more cogent than that which I have of facts about myself?». LD, ibíd.
(30) «We are not called once only, but many times, all through our life Christ is callings is... He calls us again and again, in order to justify us again and again; and again and again, and more and more, to sanctify and glorify us». PPS VIII, 23-24.
(31) DEV 445.
Lo divino y lo humano en la Iglesia.
Concedo que el magisterio de la Iglesia —que en sus declaraciones formales es divina— en algunas ocasiones ha sido pervertida por los que oficialmente la representan, o por sus súbditos ―ambos son humanos—, con lo cual nos ofrece un blanco para críticas у acusaciones.
A pesar de ello, sostengo que ha hecho una cantidad incalculable de bien, un bien de calidad tan especial que ninguna otra sociedad o doctrina o religión hubiera sido capaz de hacer; y sostengo que este bien se ha derivado de los principios que profesa, y que sus omisiones y deficiencias han sido causadas por el descuido o por haber paralizado o impedido la eficacia de estos principios. Queda la siguiente pregunta: ¿Lo que es divino en la Iglesia ha aprobado los errores humanos? Yo sostengo que no.
John Henry Newman, C. O., LD XXVII, 283