Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
286. ENERO-FEBRERO. Año 1993 |
0.
SUMARIO |
TODO
está por hacer, desde que Cristo vino al mundo, y lo convulsionó. Nos cuesta
entender esta novedad, y, nostálgicos de imaginadas seguridades perdidas,
echamos la vista atrás: |
los
mundanos, para resucitar durezas y violencias primitivas, aunque maquillando
hipócritamente el gesto que esconde injusticias y crímenes: de ahí las
hambres, las deportaciones, los genocidios, las guerras, los expolios
legalizados... Los que decimos que somos seguidores de Quien vino a quitar el
pecado del mundo pongamos atención en no ser seducidos, en no repetir el
estilo mundano ni con pretexto de bien, porque sería cometer una
falsificación, una demora del Reino y apagar el Espíritu o, como mucho, un
volver a la Sinagoga. |
PARA
LA UNIÓN DE LOS CRISTIANOS |
EXILIOS |
PENSAMIENTOS
DE NEWMAN |
J.
H. NEWMAN EN EL NUEVO CATECISMO |
LA
ESCONDIDA SENDA |
LA
FE Y LA IGLESIA EN NEWMAN |
COSTUMBRES
Y LEYES EN EL ORATORIO |
{1} |
1.
PARA LA UNIÓN DE LOS CRISTIANOS |
¡Oh
Señor nuestro!... |
Congrega
a los que nos hemos dispersado, |
une
a los que disentimos en nuestros pareceres, |
recupera
a los alejados por enemistades y discordias. |
Haz |
que
todos nosotros, que hemos renacido |
y
hemos sido renovados por el Bautismo en tu nombre, |
lleguemos
a reunirnos y formar un solo cuerpo, |
del
que tú seas Cabeza sublime. |
No
podemos imaginar nada más hermoso |
que
confesarte con un solo corazón |
como
Dios omnipotente, |
lleno
de amor por nosotros, |
y
como hombre dulcísimo que has muerto en la cruz |
por
nuestros pecados; |
tú,
libertador del género humano |
y
restaurador universal del mundo. |
Joan
Lluís Vives (1492-1540) 2 |
{2} |
2.
Exilios |
NACIDO
y, enseguida, perseguido. Así comienza la experiencia humana del Hijo de
Dios. Entró en el mundo «como uno de tantos», sin exhibir su condición
divina. De este modo asumió la suerte de todos, con plena verdad, para luego
acreditar la sinceridad de su predicación del Reino, gratuito, sin hipotecas
de libertad. Su gesto comenzó en Belén, se hizo oculto en Nazaret y culminó
en el Calvario. Desde el principio al fin, el precio fue muy elevado. No pudo
elegir una morada donde nacer, ni disfrutó una infancia sin sobresaltos. El
ángel dijo a José: «Coge al niño y a su madre y huye a Egipto, porque Herodes
quiere matarle». Cuando regrese a la patria, tendrá que alejarse hacia la
periférica Galilea, porque en Judea subsisten las amenazas. Ya entonces, los
políticos y los recomidos por la ambición de los poderes de la tierra temen
al posible rival, y no comprenden que «no quita los reinos mortales el que da
los del cielo». Sin embargo, luego resultaría, providencialmente, que «todo
comenzaría en Galilea. |
En
Cristo se condensa la historia de la salvación y se proyecta, como
"tipo", hacia adelante, en la Iglesia, cuando es fiel al Evangelio,
y en los santos. |
La
historia de Israel había sido un tejido de esperanzas, contradicciones y
exilios. Había mantenido la expectación mesiánica, pero al precio de
humillaciones, sufrimientos y grandes deportaciones, en las que no solamente
se sacrificaba el amor a la patria, sino que se ponía a prueba la fidelidad
religiosa. A pesar de la opresión de dominio: extraños, y hasta de la
traición de los instalados y «falsos hermanos, había persistido, sin embargo,
como un resto», la fidelidad de «los pobres del Señor», a quienes
precisamente la pobreza mantenía puros en la fe y esperanza de las divinas
promesas. |
En
la historia de la Iglesia, tocada de la tentación imperialista, a partir de
Constantino, los santos se han encargado, como antaño los profetas, de
recordar la necesidad de no confundir los reinos de la tierra con los de
Dios, y aunque en esta {3} dimensión todavía temporal y pecadora no siempre
han alcanzado el merecido éxito sus palabras, confirmadas con el ejemplo de
sus vidas, han demostrado, por lo menos «como resto» —«pequeño rebaño, dijo
el Señor―, que el testimonio cristiano permanece tal como Cristo
prometió, para quien quiera aceptarlo y hacerlo vida. Hubo, sin mala fe,
demasiadas conversiones masivas; demasiada sacramentalización sin antes
evangelizar, y más recientemente demasiada propaganda y marketing en vez de
palabra de Dios y sencillez sin sectarismos ni partidos, que, utilizados por
el Maligno, amenazarían secuestrar u obligar otra vez a la huida al cuerpo
misterioso de Cristo, crecido en la Iglesia. |
Tal
vez, pasados algunos años después del Concilio Vaticano II, nos hemos
olvidado de aquella idea de «Iglesia en diáspora» a la que él parecía
inclinarse, y nos hemos quedado en el miedo y a veces con el pecado de la
secularización, cuando, apremiados por temor de fracasos, hemos sentido y en
parte consentido utilizar medios más mundanos que cristianos, para presionar
antes que convencer, o para hacer prosélitos y clientes en vez de buenos
hijos de Dios que aspiran a repetir al Cristo del Evangelio; al Cristo que
nació y vivió en el exilio, como, por lo demás, la suerte de los verdaderos
santos, unas veces porque el Señor en la oración les inspiró a ello, otras
porque se dejaron llevar de la providencia, sin perder de vista los caminos
de Jesús, de la primera Iglesia y de los que verdaderamente, a lo largo de su
historia, la han ido purificando de los pecados del mundo, de las tentaciones
políticas y de apresuramientos y eficaces estadísticas sospechosas. |
«De
cara al desierto», decía Newman. Los que tuvieran vocación de instalados, o
que disfrazaran las ambiciones mundanas con pretextos religiosos, los que
cedieran a tales engaños nunca comprenderán qué es el exilio; y aunque
pudieran triunfar en el mundo, tampoco verán florecer en el yermo los lirios
que Dios bendice. |
Votos
virtudes en san Felipe y sus hijos. |
San
Felipe Neri enseñó a sus hijos a venerar y alabar a los religiosos que hacen
profesión de los votos de obediencia, pobreza y castidad; pero no quiso que
los hicieran los del Oratorio por él fundado. Sin embargo, les repetía y
exigía que sí debían practicar las mismas virtudes de los religiosos. En el
cielo no preguntan por los votos profesados, sino por las virtudes
practicadas. No era una rebaja la norma que establecía el Santo, sino un modo
diferente para un mismo fin, la santidad de la vida según el Evangelio, con
una libertad que ayudara, si cabe, a mayor generosidad y mantuviera
constantemente abierto el corazón en el seguimiento e imitación de Cristo, y
así perseverar hasta la muerte, en fraternidad, alegría y gracia de Dios,
dándole gloria y haciendo bien a las almas. |
{4} |
3.
PENSAMIENTOS DE NEWMAN |
DIOS
ES PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO |
Observemos
que el misterio no se encuentra en una u otra de las afirmaciones que
constituyen el dogma, sino en la unión de estas afirmaciones. El significado
de cada proposición está al alcance de nuestra comprensión; no existe
dificultad intelectual alguna para entenderlas. «Dios es Padre; Dios es Hijo;
Dios es Espíritu Santo; el Padre no es el Hijo; el Hijo no es el Espíritu
Santo; el Espíritu Santo no es el Padre; Dios es sólo uno, no hay tres
Dioses». ¿De cuál de estas proposiciones no entendemos bien lo que se nos
quiere decir? Para una fe devota, por tanto, el misterio no supone ninguna
dificultad. |
(Si
contemplamos cada proposición de fe, encontraremos motivos para la devoción y
la obediencia fiel. |
Ath.,
316-317). |
Descompongamos
un rayo de luz en los colores que lo forman; cada uno de ellos es hermoso en
sí mismo, y nos gozamos al contemplarlo. |
Probemos
ahora a unirlos: quizá no conseguiremos más que un color blanco sucio. La Luz
pura e indivisible es vista únicamente por los santos del cielo; aquí no
llegan sino tenues reflejos suyos producidos por la difracción, pero que nos
bastan para la fe y la devoción. Si intentamos combinarlos, lo único que
obtendremos será un misterio, que podremos describir nocionalmente, pero no
representar en la imaginación... En los credos, el dogma no recibe el nombre
de misterio. (El dogma de la Santísima Trinidad no es llamado misterio en la
Escritura ni en los símbolos de la fe. G. A., 132). |
Que
no hay más que un principio de todas las cosas era un dogma fundamental para
todos los católicos. Al mismo tiempo, el cristianismo confesaba una Trinidad
divina. ¿Cómo eran compatibles ambos {5} dogmas?... Los teólogos católicos se
enfrentaron a esta dificultad, antes y después del Concilio de Nicea,
insistiendo en la unidad de origen existente en la Trinidad. El Hijo y el
Espíritu tenían una divinidad comunicada por el Padre y una unidad personal
con él... Por la misma razón, el Padre fue llamado «Dios», sin más, mientras
que la segunda y la tercera Personas fueron designadas por sus nombres
propios, «el Hijo» o «la Palabra», y «el Espíritu Santo»: ello muestra que
han de ser considerados no como separados del Padre, sino como existentes en
él. (El Hijo y el Espíritu Santo proceden del Padre. T. T., 167-169). |
La
doctrina del Principatus... no puede ser ignorada sin detrimento de la
plenitud y la armonía del dogma católico. Posee la ventaja indudable de hacer
accesible a la imaginación el descenso de la naturaleza divina a la humana,
revelado por el dogma de la Encarnación. |
El
Hijo eterno de Dios, que llega a ser, por un segundo nacimiento, el Hijo de
Dios en el tiempo, es la clave que preserva para nosotros la continuidad
misma de la Revelación divina; mientras que decir ex abrupto que el Ser
supremo se convirtió en Hijo de María, aunque constituye una afirmación
verdadera en sí misma, no obstante, dada la infinita distancia existente
entre Dios y el hombre, favorece el error nestoriano de un Cristo con dos
personas. (De él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por
los siglos! T. T., 178-179). |
Cristo
es el Hijo de Dios tanto en su naturaleza divina como en su naturaleza
humana. Nosotros, sin embargo, casi hemos dejado de considerarlo, según el
patrón del Credo de Nicea, como «Dios de Dios» y «Luz de Luz», siempre uno
con el Padre, aunque siempre distinto de él... Ciertamente, su filiación
divina es el punto de la doctrina en el cual nuestra mente está destinada
providencialmente a apoyarse para siempre, a fin de preservar así integra la
identidad de Cristo. (El dogma es el alimento de la oración. P.S. III, 170). |
La
Persona que es nuestro Señor después de la Encarnación ya existía antes. Su
naturaleza humana no es un ser separado, como quería la herejía nestoriana;
no tiene una personalidad propia, sino que, aunque es perfecta como
naturaleza, vive en la segunda Persona de la Trinidad, le pertenece y es
poseída por ella como atributo, instrumento o accidente inseparable de su
ser, no como algo sustantivo, independiente o yuxtapuesto a ella. (Confesamos
que Jesucristo es {6} verdaderamente el Hijo de Dios. |
Ath.
II, 192). |
Si
nos proponemos expresar con propiedad el sagrado misterio de la Encarnación,
hemos de decir «Dios es hombre» mejor que «este hombre es Dios». No es que
esta última proposición no sea completamente católica en sus términos, pero
la primera expresa la historia de la economía salvífica y asigna la
personalidad de nuestro Señor a su naturaleza divina, haciendo de su
humanidad algo anejo a ella, mientras que si, por el contrario, decimos «este
hombre es Dios», entonces estamos considerándolo primera y personalmente como
un hombre, al que se añadiría alguna inmensa y desconocida dignidad. |
(Hemos
de preservar la verdad de la Revelación en toda su pureza. |
Ess.
I, 74). |
JESUCRISTO,
NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR |
Conocer
a Cristo quiere decir descubrir al Padre de todos manifestado en su Hijo
unigénito encarnado... Por ello, los Evangelios, que constituyen la memoria
de esta gracia maravillosa, son nuestros tesoros más preciados y hemos de
considerarlos por excelencia el texto de la Revelación. Las cartas,
especialmente las de san Pablo, son como los comentarios a este texto, el
cual exponen e ilustran en sus diversos aspectos, elevando la historia a
dogma, los ritos a sacramentos, las palabras y acontecimientos a principios,
y proclamando así fielmente su persona, su obra y su voluntad. (La vida
espiritual auténtica depende del conocimiento del Evangelio. P. S. II,
154-155). |
Antes
de venir al mundo no tenía sino las perfecciones de Dios, pero después poseyó
también las virtudes de un ser creado, como la confianza, la mansedumbre o la
abnegación. Antes de venir al mundo no podía ser tentado por el maligno;
después, sin embargo, tuvo un corazón de hombre, y las carencias y dolencias
de los hombres. Ciertamente, su naturaleza divina impregnó su humanidad, de
manera que cada palabra y cada acto suyos tenían un sabor de eternidad e
infinitud; pero, por otra parte, desde que nació de la Virgen María padeció,
como consecuencia de su naturaleza humana, miedo ante el peligro y aversión
frente al dolor, aunque éstos estaban siempre sometidos {7} al influjo
determinante de la naturaleza santa y eterna que había en él. (El Hijo de Dios
es realmente hombre. P.S. III, 166). |
Las
personas pueden influirnos; los sonidos, apaciguarnos; las miradas,
subyugarnos; los hechos, enardecernos. Muchos vivirán y morirán por un dogma;
nadie será mártir por una conclusión. (La vida de nuestro Señor nos
interpela. D. A., 293). |
«De
hecho, no amamos al único que permanece. Ponemos nuestro amor en aquellas
cosas que no perduran, sino que se acaban. Por eso, el mismo a quien
deberíamos amar ha decidido retomarnos para él: ha venido a este mundo suyo y
se ha hecho uno de nosotros. Y así, adoptando la condición humana, abre los
brazos y quiere persuadirnos de que volvamos a él, nuestro Creador. Éste es
nuestro culto y nuestro amor, Calixta». (Por qué nuestro Señor se hizo
hombre. Call., 221). |
«Solamente
hay uno que ama a las almas», gritó Cecilio, «y nos ama a cada uno de
nosotros como si no hubiera nadie más a quien amar. Murió por cada uno de
nosotros como si no hubiera nadie más por quien morir. Y murió en la
ignominia de la Cruz... El amor que él inspira perdura, porque es un amor
inmutable, y sacia, puesto que sólo él es inagotable. Cuanto más nos
aproximamos a él, más victoriosamente entra él en nosotros... Cuanto más
tiempo habita en nuestro interior, más íntimamente lo poseemos. Es un
desposorio por toda la eternidad». (Nada puede separarme del amor de Cristo.
Call., 222). |
Aunque
la muerte de Cristo muestra cómo Dios aborrece el pecado, y también su amor
para con el hombre (ya que fue el pecado el que causó la muerte, y si tan
grande fue el sacrificio, ciertamente muy grande debió de ser el mal que lo
causó), no obstante, de qué manera su muerte expió nuestros pecados y qué
satisfacción constituye esa muerte para la justicia de Dios son, con
seguridad, materias que nos superan..., es éste un acontecimiento siempre
misterioso por lo que respecta a su necesidad, mientras que es terrible por
el aborrecimiento del pecado que implica, y extraordinariamente conmovedor y
sublime por el amor que Dios manifiesta al hombre. (Nos basta con saber que
Cristo es nuestro único Redentor. Ess. I, 66). |
Es
el hecho mismo de ser Dios lo que da sentido a sus sufrimientos. |
{8}
¿Qué significa para mí un hombre, uno que sea solamente hombre, en agonía,
azotado o crucificado? Hay muchos santos mártires cuyos tormentos fueron
horribles. Aquí, sin embargo, contemplo a un hombre ensangrentado, flagelado
y clavado en una cruz, y este hombre es Dios. |
Lo
que estamos leyendo no es únicamente el relato de unos dolores humanos, sino
la crónica de la pasión del Creador todopoderoso. |
(Démonos
cuenta de lo que Dios ha hecho por nosotros. Mix., 321). |
Ahora
os pido que os paréis a pensar que ese rostro tan cruelmente golpeado era el
rostro de Dios mismo ; que la frente ensangrentada por las espinas, el
sagrado cuerpo expuesto a la vista de todos у lacerado por los azotes,
las manos clavadas en la cruz, y el costado que después sería atravesado por
la lanza, eran la sangre, y la carne ganta, y las manos, y las sienes, y el
costado, y los pies de Dios mismo, a quien la muchedumbre enfurecida tenía
entonces ante sus ojos. (Yo he hecho esto por ti. ¿Qué haces tú por mí? P. S.
VI, 74). |
La
muerte de la Palabra eterna de Dios hecha carne es la gran lección que nos
enseña a pensar y a hablar de este mundo. La Cruz confiere a todo lo que
vemos su valor exacto. |
Pensad
en las riquezas, en las ganancias, en los honores, en las dignidades, en los
placeres; en «la codicia de la carne, la codicia de los ojos y el orgullo de
la vida» (1Jn 2, 16)... Id al mundo de la política, al mundo intelectual y
científico... |
Mirad
el sufrimiento, mirad la pobreza y el hambre, la opresión y el cautiverio; id
allí donde la alimentación es escasa y la vivienda insalubre... ¿Queréis
aprender a valorar todas estas cosas? Contemplad la Cruz. (La Cruz, medida de
todas las cosas. P. S. VI, 84-86). |
A
propósito del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, cuando la convicción
contraria a la pena de muerte se ha hecho común después de la Segunda Guerra
Mundial, ¡qué lástima!... Se hubiera podido decir: «La Iglesia contempla con
gozo, como un eco del antiguo "no matarás", la convicción creciente
en la actual sociedad de que, para defenderse del injusto agresor, no hay
necesidad de apelar a la pena de muerte»>. Así hubiera empujado hacia
adelante esta convicción, sin tener que definir una nueva verdad. |
JOSÉ
M. ROVIRA BELLOSO, Teólogo |
{9} |
4.
JOHN HENRY NEWMAN EN EL "CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA" |
LA
SOBRIEDAD y el estilo concreto que debe caracterizar la redacción de un
catecismo aconseja reducir al mínimo las citas de autores particulares, o
prescindir de ellas, salvo cuando se las considera especialmente oportunas
para apoyar o confirmar la doctrina o principios que se exponen. Incluso las
referencias bíblicas, patrísticas y a documentos de la Iglesia deben ser
aducidas con criterio muy selectivo. De otro modo, el libro confeccionado
adquiriría el carácter y extensión de un tratado o resumen enciclopédico de
religión. Por este motivo tienen evidente relevancia las palabras de autores
y santos cuando se incluyen en las páginas de un libro destinado a dar el
mejor conocimiento del misterio cristiano y a reavivar la fe del Pueblo de
Dios, de acuerdo con «las explicaciones de la doctrina que el Espíritu Santo
ha sugerido a la Iglesia a lo largo de los siglos». Es esto lo que despierta
nuestra atención al ver que el recién publicado Catecismo de la Iglesia
Católica incluye, con explícita referencia, algunos textos de Newman, sin
preocuparse de hacer distinción entre su época de anglicano y los escritos
con posterioridad a su conversión católica. Sin duda que alguno de los siete
redactores de este Catecismo —y en particular el eminente newmaniano francés
Jean Honoré, arzobispo de Tours― nos daría razón de la oportunidad y
conveniencia de tales referencias. |
A
nuestro juicio, la más importante de estas citas se aduce a propósito de la
conciencia. Y viene en buena hora, cuando hemos visto la polémica surgida aun
antes de su publicación, que llevó al cardenal Ratzinger, presidente de la
Comisión encargada de dirigir los trabajos de redacción, a decir que en este
Catecismo «no todo es dogma de fe». Ya conocemos la doctrina y el principio
de la conciencia, según Newman. El texto reproducido en el Catecismo es el
siguiente: |
La
conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da
órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza... La {10}
conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como
en el de la gracia, nos habla a través de un velo, nos instruye y nos
gobierna. La conciencia es el primero de los vicarios de Cristo. (Diff. II.
248). |
Otras
palabras que igualmente deben ser ponderadas son las que se refieren al
sentido de lo sagrado, es decir, la reverencia y respeto que lógicamente
despierta su presencia. En efecto: |
Los
sentimientos de temor y de "lo sagrados son sentimientos cristianos o
no? Nadie puede dudar razonablemente de ello: Son los sentimientos que
tendríamos, y en un grado intenso, si tuviésemos la visión del Dios soberano:
son los sentimientos que tendríamos si verificásemos su presencia. En la
medida en que creemos que está presente, debemos tenerlos. No tenerlos es no
verificar, no creer que está presente. (P.S., V, 21-22). |
En
el fondo, la esencia de toda religiosidad está en la fe, que es la
anticipación, interiorizada en el alma, de la visión de Dios. Visión que
supera, sin contradecirla, cualquier especulación de la inteligencia natural
o las dificultades que tal especulación no consiga despejar. Lo difícil no
niega nada, ni siquiera puede, en sí mismo, generar vacilaciones respecto a
la verdad, porque: |
Diez
mil dificultades no hacen una sola duda. (Apo. 239). |
Y
al referirnos a dificultades enfrentadas a la fe en Dios verdadero, conviene
señalar que suelen derivarse de las desviaciones hacia intereses, pasiones y
valoraciones que nos llevan engañosamente hacia la idolatría, como el dinero,
el bienestar, la gloria humana, el poder: |
El
dinero es el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje
"instintivo" la multitud, la masa de los hombres. Estos miden la
dicha según la fortuna, y, según la fortuna también, miden la
honorabilidad... Todo esto se debe a la convicción de que con la riqueza se
puede todo. La riqueza, por lo tanto, es uno de los ídolos de nuestros días;
y la notoriedad, el otro... La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de
hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama de prensa), ha
llegado a ser considerado como un bien en sí mismo, un bien soberano, objeto
de verdadera veneración. (Mix. 90-91). |
Cuatro
citas las cuales, sin que sean excesivamente extensas, bastan para una larga
meditación y un buen examen y repaso mental de las actitudes a las que la
inercia mundana nos empuja, y frente a las que es preciso reaccionar: |
primacía
de la conciencia, respeto y reverencia a Dios, y verdadera fe frente a la
tentación y engaño del mundo, con sus falsos dioses. |
{11} |
5.
La escondida senda de Dios y de los santos |
CASI
TODOS sabemos de memoria, desde nuestra adolescencia, las palabras de Fray
Luis de León, sobre la senda por donde han ido los pocos sabios que en el
mundo han sido. La sabiduría a la que se refería el fraile agustino era la de
la virtud y santidad, no mera o principalmente la sabiduría académica,
enseñada o predicada desde la cátedra o el púlpito, en Salamanca u otra
parte. En la oda La vida retirada, puso en castellano limpio lo que
seguramente encerraba, en metáfora, sin meditación y experiencia de los
padecimientos por las envidias sufridas, especialmente tras la injusta
condena alargada hasta cinco años de cárcel. Si algún verso hubo pergeñado
antes sobre la paz austera de las cosas sencillas, ahora lo remozaba en esa
magnífica oda, que es más que la nostalgia bucólica o alabanza de la vida en
el campo. Se recrea en el deseo de situarse al margen de ambiciones y
vanidades, del cuidado del renombre propia fama, sin dejar que enturbiara su
pecho el espectáculo de la soberbia de los grandes o de los que padecen
miserablemente la sed insaciable del no durable mando. Ni el oro, ni el
cetro, ni la confusa vocería del mar del mundo. |
Ténganse
su tesoro; le basta a él una pobrecilla mesa de {12} amable paz, y vivir
consigo mismo el tiempo de la vida puro, alegre y libre, lejos de su vista el
ceño / vanamente severo / de quien la sangre ensalza o el dinero. El poeta y
místico es tan sincero en sus sentimientos, que no piensa en publicar sus
poesías en toda su vida, fiel a lo que dijera: tan aficionado, de mi natural,
a vivir encubierto. De joven pudo impresionarle el retiro de Carlos V en
Yuste, puesto a reflexionar sobre la verdad o la mentira de las grandezas
humanas, sobre triunfos que esconden humillaciones, conquistas que son
fracasos, dominios que nacen del atropello y religión que es política. A
pesar de lo cual, mientras unos toman escándalo, débiles en la honradez y la
fe, y faltos del estímulo de los buenos ejemplos, otros, en cambio,
reaccionan con la sabiduría de la virtud y la santidad, como ocurre con los
místicos, que no llevan cuenta de cuántos van a ser o a dominar, y se admiran
y gozan del bien que deben al cielo y lo viven consigo mismos. |
Podríamos
hacer una incursión en san Juan de la Cruz, no tan distante de Fray Luis de
León, y descubrir en su Cántico espiritual cristalinas resonancias paralelas,
tal vez más evidentes. Tampoco san Juan de la Cruz publicó sus versos;
también padeció la persecución y la cárcel, y el {13} mundo cristiano se dio
cuenta de que era un verdadero santo más de un siglo después de su muerte, y
luego se le ha proclamado maestro de espirituales, patrono de los poetas y el
mayor místico cristiano del mundo. |
Y
otros que hubieron podido pretender grandezas terrenas, con la excusa de
convertirlas en instrumento de bien, y supieron permanecer incontaminados
frente a las tentaciones del mundo, que ofrece y vende males, con la
apariencia del bien, y que sólo los sabios salvados de la ambición llegan a
descubrir a tiempo. Por ejemplo, nuestro Padre san Felipe Neri, que renuncia
a linajes y a herencias y ni siquiera piensa en ser sacerdote, pero trabaja
para ganar solamente lo justo en un régimen de vida pobre y austero, pero que
le dé tiempo para la oración, el silencio de la meditación junto al sepulcro
de los primeros perseguidos en Roma, y el estudio de teología, pero sólo para
mejor conocer y amar a Dios, y predicarlo con sencillez a los demás. Tenía
respeto al sacerdocio, pero incluso miedo de perder con él la libertad de
poder dedicarse más plenamente a Dios, lejos y libre de promociones
clericales, en su tiempo y en Roma tan codiciadas. El que desea otra cosa que
conocer y amar a Jesús no sabe lo que desea, y está loco, decía sabiamente. |
Y
de más santos. |
Podemos
comprender, con facilidad, que estos santos no hicieron más que tomarse en
serio, sin correcciones y acomodaciones interesadas, el ejemplo del Señor,
cuando vino al mundo. Cuando lo recordamos y celebramos no estamos del todo
libres de encandilarnos con el resplandor de la grandiosa belleza del gesto
divino: Dios que se hace hombre. Pero nos serviría de poco, para comprender
más profundamente el gesto divino, si pasamos por alto el estilo {14} y las
circunstancias que rodean la realización concreta de este suceso ya
imprescindible en la historia y la vida de la humanidad: la pobreza,
humildad, desamparo, que los anuncios angélicos no disminuyen; patria pequeña
y humillada, idioma no reconocido, trabajo para subsistir, falta de relación
con los poderosos y ricos del mundo. ¿Por qué no nacer en Roma, que era
poderosa? ¿Por qué no en Grecia, que era culta?... ¿Y por qué en Judea, y ni
siquiera en su casa, sino en un pobre portal, sin lugar para él en la posada? |
Hemos
de preguntarnos si tal vez no hemos corregido el Evangelio, o lo hemos tomado
en vano. |
El
Dios salvador es un Dios escondido, dice el profeta Isaías; el Dios de los
aprovechados, de los que toman en vano su nombre, es un Dios ostentado, útil,
decorativo. |
Escondido,
no para huir, sino para entrar en el hombre, para iniciar su reinado desde el
alma, para ser vida y espíritu, y raíz de la verdad, en lo recóndito del ser
y la conciencia de cada uno. ¿Adónde te escondiste, Amado?, grita en las
noches del silencio y oración san Juan de la Cruz; noches convertidas en luz
interior más clara que la luz de la alborada. Dios está en el misterio; el
misterio no es lo desconocido, sino lo profundo y radical. |
Dejemos
de lado a los que se refugian en las críticas fáciles que contra los
cristianos lanzan los ignorantes —con culpa o sin ella—, o los viciosos, que
quieren justificar sus avaricias, sus egoísmos o sus lascivias, echando
piedras a la bondad ajena, que se les hace intolerable, como si fuese una
acusación que no logran acallar. Pero mirémonos a nosotros mismos, no sea que
el Señor llame, o haya llamado muchas veces a la posada de nuestro corazón, y
le hubiéramos vuelto la espalda porque no teníamos lugar para él. |
{15} |
6.
«Dios ha nacido en el exilio" Diario apócrifo de Ovidio |
por
Vintila Horia, premio Goncourt 1960. |
—(...)
Me ha hecho entrever un tiempo, en el futuro de los hombres, en el que el
amor será posible, incluso para nosotros, los romanos privados de amor. Usted
es joven y llegará a conocer este tiempo. Yo, aunque viejo, no he perdido la
esperanza. |
—Todo
esto es muy difícil para mí. Me atrevo a decir que comprendo lo que el amor
no es; pero usted no me ha dicho lo que es el amor. ¿Se trata de un secreto? |
—No,
no es un secreto. Lo que ocurre es, sencillamente, que no sé explicárselo. No
podría escribir un Arte de amar de acuerdo con lo que siento en este momento.
Se necesitarían palabras nuevas, una nueva visión de la vida, y una religión
también nueva para que fuera posible crear un nuevo lenguaje y expresar con
él lo que los hombres de hoy sienten en el fondo de sus corazones y que su
ignorancia les impide manifestar por medio de juicios y palabras. Yo he
escrito sobre el amor tal como éste era en un mundo en trance de desaparecer.
Pero los poetas esperan la buena nueva del nacimiento de Dios para escribir
los libros de su tiempo, que será llamado el tiempo del amor. |
—Entonces,
¿cree usted que aparecerá un nuevo dios en el Olimpo? ¿Es que ha nacido ya?
¿Tiene usted alguna noticia? |
―Sí,
ha nacido ya. |
—¿Dónde? |
―En
el exilio. |
Y
le conté lo que yo sabía de Él. Y que en este mundo todo está por hacer. |
{16} |
7.
LA CUESTIÓN DE LA FE Y LA IGLESIA EN NEWMAN |
¿ES
POSIBLE la fe cristiana sin la Iglesia? ¿Podemos creer en Jesucristo al
margen de la Iglesia? ¿Para preservar la libertad personal y las decisiones
profundas que ella implica, es preciso rechazar cualquier intervención
autoritaria exterior? ¿EI peso de la autoridad de la Iglesia puede sofocar lo
más personal de los aspectos de la fe católica?... |
A
partir de tales preguntas, el P. |
Aureli
Boix, del Oratorio de Barcelona, ha elaborado su tesis doctoral, presentada
en la Facultad de Teología de Cataluña. El título completo de su estudio se
traduce así: |
¿Servicio
de la Fe o abusos de la Iglesia? El papel de la Iglesia en la Fe del
cristiano, según el libro de John Henry Newman «Conferencias sobre la función
profética de la Iglesia», a la luz de su pensamiento definitivo. |
No
pretendemos resumir aquí las más de trescientas páginas de la tesis, pero sí,
por lo menos, recoger las conclusiones que la culminan, y no sin destacar
cuánto nos complace que el P. Boix, entre los estudiosos latinos, inaugure la
valentía de sumergirse en el pensamiento de Newman anglicano, siguiéndolo
hasta la madurez del catolicismo, y más allá de considerarlo como un simple
"convertido" y exhibirlo para que ilustre el prestigio de la
Iglesia romana. Se trata de un discurrir teológico serio y bien documentado,
en el que se adivina, subyacente, la simpatía y continua mirada puesta en la
persona del gran peregrino de la fe que fue el insigne oratoriano inglés John
Henry Newman, virtuoso y sabio y no siempre bien comprendido, a pesar de la honradez
y transparencia de su fe y de su gran amor a la Iglesia. |
Es
evidente que Newman no resolvió todas las cuestiones de la Iglesia en
relación con la fe. Tampoco lo pretendía. Pero en conjunto, el itinerario de
su pensamiento constituye, todavía hoy, especialmente desde la perspectiva
del Concilio Vaticano II, una muy estimable y oportuna aportación al tema de
la crisis de la relación entre fe e Iglesia. Newman es un hombre de esperanza
y, con esta virtud, {17} atempera las impaciencias que impedirían el
desarrollo y movimiento "total" de la Iglesia, sin que por ello
dejen de persistir sus actitudes maternales, a pesar de las dificultades que
puedan presentar los "abusos" cometidos en momento dado; abusos
históricos y abusos también de ahora, «aunque el buen observador no debe
obsesionarse para descubrirlos, sino que ha de fijarse en el bien específico
que la Iglesia ha obrado, superando a cualquier otra institución humana», tal
como Newman recordaba a un familiar suyo con problemas de fe. |
He
aquí, pues, las conclusiones en las que el P. Boix sintetiza el pensamiento
de Newman «sobre el servicio de la Iglesia a la fe revelada y la relación de
la misma Iglesia respecto a la fe personal de cada creyente». |
1
Sobre la conciencia personal |
SIN
JUICIO personal no hay responsabilidad. La libertad personal es un requisito
indispensable al acto de fe; pero, en lo que se refiere al contenido u objeto
de este acto, nuestro juicio privado tiene una acción muy limitada. En las
etapas formativas de la persona debe aceptar lo que le proponen los padres y
los educadores legítimos, incluso de otras religiones. El creyente, en
conciencia, sabe que debe corresponder a los llamamientos de Dios por estos
caminos, por lo menos inicialmente. La conciencia religiosa personal es
sagrada, es el camino para avanzar hacia la verdad religiosa. Dios se revela
de algún modo directamente en la conciencia de cada persona y, por muy
necesarias que sean la Iglesia, la Sagrada Escritura y otros medios
exteriores, nada hay que pueda interponerse en la responsabilidad personal
frente a Dios. |
2
Sobre la fe de la Iglesia |
DIOS,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, se ha revelado a su Pueblo, que es la Iglesia
que cree en él. La revelación del Hijo de Dios a los apóstoles se encuentra
reflejada en el fondo del corazón de este Pueblo unido en comunión de fe. Lo
que han transmitido los apóstoles a la generación posterior, el reflejo en
ella de la comunicación personal de Dios, {18} tiene un aspecto de doctrina o
de afirmaciones verdaderas sobre la realidad divina; es lo que se denomina
dogma y se expresa en proposiciones doctrinales, que poseen un valor real,
aunque son analógicas e inadecuadas. En la realidad definitiva de Dios, Uno y
Trino, creído personalmente, se halla la raíz profunda de la comunión o
solidaridad entre los hijos de Dios. |
3
Sobre la Sagrada Escritura |
EL
CONJUNTO de escritos reunidos por el Pueblo de Dios en su historia (del
antiguo testamento y del nuevo) y reconocidos como inspirados, y que llamamos
la Biblia, son el registro escrito de la revelación de Dios, al cual será
preciso hacer siempre referencia, por parte de la Iglesia de todas las épocas
posteriores en sus reflexiones sobre los problemas que se le presenten
alrededor de la fe; todo cuanto los cristianos han de creer para salvarse se
encuentra, de algún modo, en la Biblia. La revelación personal de Jesucristo
contenida en los cuatro evangelios constituye el centro o núcleo densísimo de
la Biblia. Las cartas y los demás escritos apostólicos, la enseñanza del
Evangelio de Jesucristo, a la vez que el antiguo testamento adquiere todo su
sentido en el acontecimiento Jesucristo, que cumple sus profecías. La
liturgia de la Iglesia lee la Biblia con este orden de relevancia. |
4
Sobre la tradición de la Iglesia antigua |
EN
la instrucción primera y fundamental de sus hijos, la Iglesia expresa su fe
globalmente en una fórmula concisa: el Credo. Es toda su fe, no por la
plenitud de sus detalles, sino por la visión de conjunto equilibrada,
concreta y fácilmente identificable. El Credo es la clave para interpretar
las Escrituras. Sin embargo, la experiencia cristiana guardada por la Iglesia
no se puede reducir a una serie de expresiones verbales. La riqueza
indescriptible de la comunicación de Dios y del conjunto {19} de las
respuestas personales que ha suscitado en el Pueblo se manifiesta en la
conciencia colectiva de este Pueblo, es decir, en lo que se denomina la
Tradición de la Iglesia arraigada en la experiencia de la comunidad
apostólica y que se manifiesta en toda la vida eclesial: santidad de vida,
actividad misionera, solidaridad con los pobres, catequesis, liturgia, o sea,
todo el conjunto de sus carismas y ministerios. La interpretación correcta de
la Biblia no se puede hacer al margen de esta Tradición viva, expresada sólo
parcialmente en los escritos de los primeros siglos del cristianismo, que
fueron la primera gran manifestación de su florecimiento. |
5
Sobre el desarrollo del cristianismo |
ENTRE
la doctrina y la acción de la Iglesia moderna, de un lado, y la doctrina y la
acción de la Iglesia primitiva, de otro, se da la misma diferencia que
podemos constatar entre un hombre mayor y ese mismo hombre cuando era un
niño. El hecho del desarrollo implica que no podemos encontrar necesariamente
formulados en los documentos históricos de la Iglesia apostólica todos los
detalles de la doctrina y la praxis de la Iglesia posterior. Lo cual no exime
a la autoridad de la Iglesia actual, asistida por el Espíritu Santo, de
guiarse por la referencia a la Sagrada Escritura y a los testimonios de la
tradición antigua, además del sentido de la fe y la vida cristiana. El
cristiano sabe que la Iglesia no le impondrá jamás un nuevo articulo de fe
que no esté comprendido en lo que ya cree. |
6
Sobre el papel del pueblo creyente, de los teólogos y del magisterio
eclesiástico |
EL
PUEBLO creyente ejerce su sentido de la fe, asistido por el Espíritu Santo,
en la recepción de las doctrinas y en todos los demás aspectos de la vida de
la Iglesia. El conjunto de teólogos (la Schola theologorum) realiza el
diálogo con los representantes del pensamiento y la cultura, y dentro de la
Iglesia con el magisterio jerárquico y entre {20} ellos mismos; con su
trabajo de comprensión de la fe, con el don de la razón iluminada por Dios,
esclarecen los elementos de la Tradición del Pueblo de Dios y preparan las
posibles respuestas a las nuevas necesidades. El magisterio jerárquico toma
las decisiones después de oír atentamente todas las voces, recorriendo las
etapas del diálogo previo; y puede llegar al máximo nivel de su autoridad
(dogmas de fe definidos ex cathedra por el papa y el concilio, que goza de la
misma asistencia negativa que el Espíritu Santo otorga a la Iglesia
universal, para que no yerre en la fe revelada). Estas decisiones del
magisterio jerárquico son analizadas y valoradas en su sentido preciso por el
trabajo profesional del conjunto de teólogos al servicio de la Iglesia. |
7
Sobre la praxis de la Iglesia en relación con la teología LA PRAXIS
espiritual y organizativa de la Iglesia en el mundo influye sobre manera en
su desarrollo. Es posible que lo que parezcan abusos, excesos o
supersticiones sean tolerados pedagógicamente según el principio de la
economía o reserva gradual de la que se ha servido Dios en el proceso de la
revelación; de este modo, pues, la función magisterial de la Iglesia es
inseparable de su función sacerdotal (que promueve los sentimientos piadosos
del pueblo) y de su función real (que cuida de la eficacia de la organización
visible en este mundo). |
Sin
embargo, la teología o doctrina tiene la misión reguladora de las demás
funciones, por el hecho de que insta a referirlas continuamente a la Verdad
revelada. |
El
exilio no consiste en estar alejado de la patria, sino de los buenos, y
obligado a vivir entre los malos. |
Juan
Luis Vives (Valencia 1492 - Brujas 1540) |
{21} |
8.
Costumbres y leyes en el Oratorio |
TODO
colectivo de fieles que desea organizarse y ser reconocido en la Iglesia,
como obra o comunidad que aspira a una dedicación total, según el ideal del
Evangelio, necesita de unas leyes propias, u ordenamiento interno, por el que
se garantiza formalmente y regula su forma de vida asociada. Estas normas o
reglas son necesarias para la preservación de la identidad social y para el
mantenimiento o fidelidad específica al fin o "carisma"
fundacional. El Oratorio de San Felipe Neri también las tiene, si bien surgió
del espíritu y apostolado del Santo, sin pretensiones previas de fundación,
casi sorprendido del interés del papa Gregorio XIII, el cual instituyó la
«Congregación del Oratorio», el 15 de julio de 1575, por la Bula «Copiosus in
misericordia» adscribiéndola a la iglesia de Santa María in Vallicella,
conocida en Roma, hasta nuestros días, como la «Chiesa Nuova». La entidad
había surgido, pero las leyes tardaron en establecerse. Felipe no demostró
excesivo celo por el ordenamiento jurídico y no disimulaba que confiaba más
en las virtudes que en la fuerza de las leyes. Los bosquejos de las
constituciones comenzaron a redactarse por sus primeros discípulos sólo casi
diez años después de ser fundada la Congregación. Se los mostraban a él, y
sencillamente los aceptaba o decía "no". La redacción definitiva se
emprendió en 1609, o sea, dieciséis años después de la muerte del Santo, y
fueron aprobadas por la Santa Sede en 1612. Su espíritu podría resumirse en
las siguientes palabras, repetidas durante la vida y después de la muerte de
san Felipe: «Sin caridad, las leyes sirven de poco; la caridad vale más que
todas las leyes», que dieron lugar a la conocida divisa de «Todo en la
caridad», y responden a la simbología tantas veces mostrada en la decoración
de los templos oratorianos, de un corazón en llamas que, además, alude a las
gracias especiales que recibió Felipe del Espíritu Santo, Amor sustancial de
Dios. Corazón y estrellas, ideal y amor. San Felipe también decía que, si tuviera
que elegir un nombre para sus discípulos espirituales, los llamaría «Hijos
del Espíritu Santo». |
Lo
dicho no quiere significar que en el Oratorio se desprecien las leyes de la
Iglesia. Ellas sirven {22} a la estructura del cauce por donde el espíritu es
amparado y dirigido a Dios y al servicio de las almas. |
No
obstante, el énfasis se ponía, en los comienzos, más en la costumbre que en
la ley, aunque las costumbres generan leyes, como ocurrió en el Oratorio
original. En el Oratorio existe la tradición de un gran respeto a las
costumbres, que en modo alguno pretenden consagrar la inmovilidad, sino más
bien mantener la veneración a través de la cual se recoge el sentido del
patrimonio espiritual, enriquecido con la generosidad y entrega de san Felipe
y los mejores de sus hijos, y, desde este reconocimiento y gratitud,
responder mejor a «los signos de los tiempos», llevados de la confianza en la
Providencia, e iluminados por la fe y el gozo que da la perseverancia en un
mismo amor que se suma al de los que nos han precedido en el camino de
Cristo, de la mano del Santo que tan admirablemente siguió sus huellas, dio
ejemplo de virtudes y amó a la Iglesia, hasta conjurar la ola de paganismo
que, en su siglo, la invadía en la misma Roma. |
La
importancia que se da a la costumbre y la sencillez de las reglas del
Oratorio no quieren disminuir en nada la acomodación «máxima» —dicen las
Constituciones— al espíritu del Evangelio, que es el ideal al que en el
Oratorio se consagra la vida, teniendo siempre presente el ejemplo y
«seguimiento de la primera comunidad cristiana». Así se aviva el sentido de
hermandad unida a las generaciones espirituales que la han precedido,
formando familia en torno a san Felipe, vivo siempre en el recuerdo, en la oración,
fieles a su ejemplo y perpetuando su estilo. |
La
Congregación del Oratorio, que el Santo Padre Felipe más bien instruyó con
costumbres que disciplinó con leyes, no tuvo desde su origen regla especial
alguna que dirigiera las acciones de sus miembros. |
El
excelente Padre, que solía dirigir con cariño paternal el alma y las
intenciones de cada uno de sus hijos, juzgaba suficiente verlos cada día más
fervorosos en la piedad, en el amor a Cristo y en el desprecio de las cosas
humanas, conforme al Evangelio. Sólo poco a poco aprobaba y confirmaba como
venido del Espíritu del Señor lo que veía conveniente para alcanzar la virtud
y la perfección. |
CONSTITUCIONES
DEL ORATORIO. PROEMIO. |
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