Publicación mensual del Oratorio.
Núm. 291. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1993
0. SUMARIO
LA LUZ de la fe, la fuerza invencible de la esperanza y el amor a Dios resumen el sentido de la vida para quien ha sido iluminado por Cristo y confía en él. Sin la fe, la muerte sería la soledad de la nada; y sin la esperanza y el amor ―incluso el no correspondido en la tierra―, la vida sería un absurdo. Pero nosotros hemos creído y confiado en el amor y sabemos que, finalmente, será la plenitud de la verdadera Vida, en Dios.
TIEMPO DE ORACIÓN Y DE ESPERANZA
DESPUÉS...
PENSAMIENTOS DE NEWMAN
PARA LA PARTICIPACIÓN LITÚRGICA
ENTREGARSE LIBREMENTE
HORA NOVISSIMA
LA NAVIDAD DEL ALMA Y NEWMAN
ÍNDICE DEL AÑO 1993
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1. TIEMPO DE ORACIÓN Y DE ESPERANZA
La vida sobre la tierra es como un sueño que aguarda el despertar a otra existencia más plena. Vivimos en la esperanza. Toda forma de oración es siempre esperanza. En el cielo la oración será solamente contemplación plena de Dios. Contemplarle admirados, agradecidos, felices. Hemos sido creados para alcanzar esta capacidad. Aun a nivel natural es posible tener, en la tierra, un principio de contemplación de las cosas y fenómenos de la creación, y también, imperfectamente, de Dios. Cuando recibimos su gracia llevamos ya en nosotros la semilla de la gloria. La gloria consistirá en admirarnos, agradecer y contemplar sin sombras, sumergidos en el resplandor de vida, bondad belleza divina. Nuestro estado temporal es sólo un ensayo del eterno y glorioso, en la medida que tratemos aquí a Dios, como Ser personal, fuente de vida y de todo bien. Nuestra vida terrena, podemos decir con Newman, «vale lo que valga nuestra oración»; también «la oración será el respirar espiritual del alma», «si tenemos el hábito de la oración, es decir, si rezamos siempre... y vemos a Dios en todas las cosas». La oración es un cielo anticipado, porque «la oración es el lenguaje del cielo» y, en último término, «somos espirituales y no dependemos del tiempo ni del espacio», «esta vida es como un sueño». Nos conviene hacer caso del consejo de san Felipe: «Es preciso subir al cielo en vida, por la oración; porque quien no sube en vida al cielo difícilmente lo conseguirá después de muerto».
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2. Después...
CUANDO el alma se desnude del cuerpo y el "ahora" y "después" se confundan en la eternidad, ya no habrá espacio para la esperanza, porque se tendrá todo, y todo será espíritu que descansa en la posesión del Bien total. La aventura divina de la encarnación del Verbo supone la humillación de Dios, pero, acto seguido, la exaltación de la santa Humanidad ungida por la Divinidad. Dios se hace hermano de los mortales, porque asume nuestra mortalidad, y con ello nos redime de la verdadera muerte, que sería el pecado. La vida se legitima liberada del pecado, único verdadero mal. Todo el drama del hombre consiste en esta dialéctica inevitable, que se le presenta en la superficie del tiempo, entre el bien y el mal, y que es capaz de vencer, creciéndose en el espíritu, receptivo de la gracia, en un desarrollo que necesitará el espacio de la eternidad, cabe Dios, que se realiza anticipadamente en Jesucristo, Hijo de Dios, y que se transmite al resto de la humanidad, hermanada a Cristo. Cristo nace mortal, desde la vertiente de su naturaleza humana, pero su destino ―«Y ahora, Padre, glorifica a tu Hijo, para que su gloria sea la tuya»... (Jn 17, 1)― es la total espiritualización, la resurrección gloriosa. Dios, que no tiene futuro ni pasado, en Cristo tiene un "después" glorioso, que compartiremos todos, cuando la fe nos alcance el "nacimiento para Dios", eso que el mundo llama impropiamente "muerte".
Vivir es preparar este acontecimiento, esta vuelta a Dios, este definitivo encuentro, «para siempre», dice san Pablo, con él. Se trata de vivir el "ahora" temporal como si ya fuese el "después", asumiendo actitudes totales, desde la vida y frente a la muerte. No es un desafío, sino una superación, por la fe y con la gracia. La serenidad de los santos se apoyaba en esta sabiduría que alcanzaba el sentido de lo terreno y lo superaba con lo celestial. Los santos han entendido que no hay "otra" vida, entre Dios y nosotros, sino otro modo de vivirla, espiritualizados. Nuestra dimensión espiritual es incorruptible, y ésta deja de ser un lastre de muerte cuando se nos termina {3 (119)} el tiempo. En el tiempo se mide lo material y sensible, pero se le escapa la inmortalidad propia de lo espiritual.
San Felipe decía que es preciso, ya desde aquí, subir con el pensamiento al cielo, y que el no hacerlo pone en peligro alcanzarlo después de la muerte. Newman completaba este pensamiento diciendo que quien no es santo en esta vida, aunque le llevaran al cielo, se sentiría como un extranjero ante Dios y los santos, no entendería nada, sería infeliz como quien se aburre. Para san Felipe, es santo el que siente que tiene el alma limpia y está enamorado de Dios, y vivir le es una penitencia, porque desea ardientemente estar con Dios, en el cielo... También decía que el hombre de fe no es sorprendido por la muerte, porque Dios no asusta, ni la manda al verdadero fiel sin que éste sea preparado misericordiosamente por la Providencia divina, para que la entienda y espere como una liberación y como un premio a la fidelidad y al amor: «No se puede describir, decía, la belleza de un alma que muere en gracia de Dios, amando a Dios.
Es conocido de san Felipe Neri lo que todos sus biógrafos cuentan del joven Francisco Zazzara, que más tarde entró en el Oratorio. El tal joven, estudiante de Derecho, con grandes perspectivas de éxito profesional, fue a visitar al Padre, y éste, atajándole mientras le hablaba de sus proyectos, le dijo: «Eres feliz, ya veo; ahora estás estudiando, te doctorarás y empezarás a ganar dinero, te harás una posición, tendrás familia, renombre, pero... ¿y después?» El joven quedó cortado. ¿Y después?
«Después me moriré». Insistió Felipe: «Y después»... El joven se echó a llorar. El resultado fue que cambió de vida. No bastaba ser creyente, sino que tenía que preparar su cielo, y se convirtió.
Cristo vivió siempre pendiente del regreso al Padre, con gran deseos. Hay que preparar y rezar mucho para que este regreso sea feliz. La muerte es como un ladrón para quien no la prepara; pero es una fiesta de bodas con Dios para quien comienza ya, ahora mismo desde aquí, a amar o a querer amar a Dios, con todo el corazón.
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3. PENSAMIENTOS DE NEWMAN
LA ORACIÓN DE LOS CRISTIANOS
Este hábito de rezar ―la oración reiterada por la mañana, a mediodía y por la noche― es un rasgo característico del cristianismo antiguo, tal como se deduce de la Escritura: «Nuestra morada es ya la del cielo» (Flp 3, 20). Con otras palabras, no existía barrera, sombra ni objeto terrenal alguno que se interpusiera entre el alma de los primeros cristianos y su Salvador y Redentor. (La oración es consecuencia de creer en un Dios que está presente. S. D., 281).
El cristiano atraviesa el velo de este mundo y ve el mundo venidero. Mantiene comunicación con él; se dirige a Dios como un niño lo hace con su padre, con una visión limpia y una confianza pura; con profunda reverencia, sí, con piadoso temor y temblor, y, sin embargo, con toda certeza y verdad. Como dice s. Pablo, «sé en quién he creído» (2Tm 1, 12), con la perspectiva del juicio que lo hace sobrio, y con la seguridad de la gracia presente que le da alegría. (El descubrimiento del mundo invisible. P. S. VII, 211).
Es de sentido común que quien no se haya acostumbrado al lenguaje del cielo no estará preparado para habitar en él. Es un caso parecido al de los diversos modos de hablar en este mundo: distinguimos perfectamente a un extranjero de un nativo...; igualmente, el e hábito de rezar, la práctica de ponerse de cara a Dios y al mundo invisible en cada momento, lugar y situación, dejando ahora a un lado su efecto sobrenatural de hacernos permanecer con Dios, tiene lo que podríamos llamar un efecto natural: espiritualizar y elevar el alma. La persona ya no es la que era antes; gradualmente, de una forma imperceptible para ella misma, ha sido introducida en un conjunto de realidades que no conocía y ha asumido unos principios nuevos. (Efectos de la comunión con Dios. P. S. IV, 229-230).
Hay mucha gente incapaz de entender lo que supone una verdad dogmática. No perciben la importancia que tiene creer o no creer determinadas cosas. Alguna vez se {5 (120)} lo plantean y se deciden, creen un día, sin embargo cambian de parecer al día siguiente. Afirman la verdad, pero a continuación la abandonan. Están siempre llenos de dudas... Los razonamientos no los convencen. En realidad, no se les puede convencer; están incapacitados para comprender la verdad. ¿Por qué? Porque el mundo futuro no es una realidad para ellos. Existe sólo en su mente en forma de determinadas conclusiones que se deducen de determinados razonamientos. No es sino una inferencia, y no puede ser nada más, no puede hacerse presente a su espíritu, a no ser que actúen en lugar de discutir. (Somos salvados por la fe, no por los argumentos. P.
S. IV, 231) Todo el que tenga algún conocimiento del Evangelio sabe que el precepto de orar es uno de los mandatos que en él se contienen; no todos, sin embargo, han reparado en la clase de oración que sus predicadores inspirados prescriben con más insistencia... Pues, aunque la oración por uno mismo es el primero y el más sencillo de los deberes cristianos, los Apóstoles insisten, sobre todo, en otro tipo de oración: la oración por los demás, por nosotros mismos junto con los demás, por la Iglesia, por el mundo, para que sea atraído hacia la Iglesia. La intercesión es el distintivo del culto cristiano. (En la oración expresamos nuestro amor por los demás y rogamos por sus necesidades. P. S. III, 350).
Los cristianos no podían mantener correspondencia ni asociarse entre ellos, pero sí podían rezar los unos por los otros. Incluso sus plegarias públicas tenían este carácter de intercesión, pues orar por toda la Iglesia era rogar por todos los órdenes y personas que la componían. La Iglesia fue fundada sobre la oración. (La virgen María y los Apóstoles perseveraban en la oración con un mismo espíritu. Diff. II, 69) A menudo oímos decir que la verdadera forma de servir a Dios es servir al hombre, como si la religión consistiera meramente en realizar bien nuestro papel en la vida, y no en la fe personal, la obediencia y la adoración. ¡Qué diferente es el espíritu de la oración del Señor! El mal amenazante en torno al fiel, enemigos y perseguidores en su camino, la tentación siempre próxima, la petición de auxilio cada día, el pecado que hay que expiar, la voluntad de Dios en el corazón, el nombre de Dios en los labios, el reino de Dios en la esperanza: ésta es la visión que nos da de un cristiano. (La oración del Señor, resumen de todo el Evangelio.
S. D., 289).
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SANTIDAD E INFLUJO PERSONAL
Es conocido el ejemplo de aquel santo de los primeros siglos (san Agustín) que, aun cuando antes de su conversión se había dado cuenta de la excelencia de la pureza, en su oración sólo alcanzaba a decir:
«Concédeme la castidad, pero todavía no». No seré tan ligero como para quitar importancia a la fuerza de la tentación, ni me atreveré a afirmar que Dios todopoderoso protegerá a alguien de las tentaciones simplemente porque éste así lo desee. Pero cuando la gente se queja, y lo hace a menudo, de la dificultad de esta virtud, al menos sería bueno que primero se preguntaran si realmente la quieren tener. En la actualidad se oye decir con frecuencia que la pureza resulta imposible. ¿Estamos seguros de que esa imposibilidad radica en la naturaleza, y no en la voluntad?
Querámoslo de verdad, y nuestra naturaleza será cambiada «por la energía que obra en nosotros» (Ef 3, 20). No nos atrevemos a caminar sobre el agua, aunque Cristo nos lo pide. (Te excusas por no poseer un don, y es que en realidad no lo deseas. P. S. V, 349-350).
Una vez que san Basilio y san Gregorio decidieron dedicarse al servicio de la religión, les sobrevino la pregunta de cómo podían obtener el máximo rendimiento y emplear de la mejor manera los talentos que les habían sido confiados.
Sea como fuere, la posibilidad de casarse y ordenarse, o de ordenarse y casarse, de construir o mejorar sus casas, de mostrar a partir de entonces el amor, la humanidad y el afecto de los padres de familia, no la tomaron en cuenta. Les pareció que ellos, si querían ser perfectos, debían renunciar a esposa, hijos y propiedades. (Y, dejándolo todo, siguieron a Cristo. H. S. II, 55-56).
Habría que recordar que, en general, no hay nadie a quien no convenga retirarse del mundo de vez en cuando. Cuanto más activa y utilitaria es la vida del hombre, mayor es la necesidad de este recogimiento. Pero el retiro ocasional de la mayoría requiere el retiro de por vida de unos pocos, y, así, una casa de personas recluidas se convierte en santuario para los no enclaustrados. Estar apartados del mundo es su deber para con el mundo. Su quehacer es justamente la contemplación. (Uno de los beneficios de los monasterios. Ess. II, 419).
Éstas son, pues, las dificultades que obstaculizan la propagación de la verdad: la falta de medios {7 (123)} para contrarrestar los criterios del mundo, y la agudeza y la fuerza de las armas que actúan en contra suya cuando es atacada. ¿Cómo, entonces, a pesar de todo esto, ha podido mantenerse la verdad entre los hombres...? Mi respuesta es que la verdad perdura en el mundo, no como un sistema, no por medio de libros o de argumentos, ni gracias al poder temporal, sino por la influencia personal de aquellos que son a la vez sus maestros y sus modelos... Pero supongamos que esos cristianos coherentes son pocos.
¿Qué sucede entonces? Que ellos solos bastan para llevar a cabo el trabajo silencioso de Dios... Comunican su luz a una serie de lumbreras menos potentes, las cuales, a su vez, van pasando a otros... Unos pocos, que han recibido dones muy altos, rescatarán el mundo en los siglos venideros. (El Evangelio es transmitido por aquellos que lo ponen en práctica. U. S., 91-92, 96-97).
Mi padre y patrón, san Felipe Neri, vivió en una época en la que el destino del catolicismo estaba en un peligro tan grande como nunca lo había estado antes ni lo estaría después... Vio cómo las personalidades más notables y mejor dotadas de su tiempo eran seducidas por el hechizo de la época... Vio cómo volvían a aparecer y tomaban consistencia las formas paganas... Vio todo esto, y pensó que el mal tenía que ser combatido, no con argumentos, no con la ciencia, no con protestas y admoniciones, no a través del monje o del predicador, sino mediante una fascinación mayor, la de la pureza y la verdad... Prefirió someterse al curso de las cosas y esforzarse por canalizar aquel torrente formidable ―que él no podía parar― de la ciencia, la literatura, el arte, los nuevos gustos: se trataba de restaurar y santificar lo que Dios había creado muy bueno, pero el hombre había echado a perder... Todo lo que hizo lo llevó a cabo gracias a la irradiación, el fervor y la elocuencia convincente de su manera de vivir y de su trato personal. (Un ejemplo de influjo personal en el siglo XVI. Idea, 234-236).
También los ángeles son habitantes del mundo invisible, pero de ellos se nos dice mucho más que de las almas de los fieles difuntos, pues éstos «descansan de sus trabajos», mientras que los ángeles se ocupan activamente de nosotros en la Iglesia. Son descritos como «espíritus que ejercen un ministerio, enviados para servir a los que han de heredar la salvación» (Hb 1, 14).
No hay cristiano alguno, por humilde que sea, que no tenga ángeles que lo asistan, si vive en la fe el amor. (La Escritura nos habla de los ángeles amigos. P. S. IV, 203- 204).
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4. Para la participación litúrgica
SE ACABAN de cumplir los quinientos años del nacimiento, en Valencia, de Joan Lluís Vives. Es uno de los más característicos representantes del humanismo cristiano del s. XVI, para el que la cultura clásica debía ser purificada por el Evangelio y la piedad tradicional iluminada por la inteligencia. Conocido, sobre todo, como filósofo, pedagogo y reformador social, conviene recordar que Vives ―laico y casado― escribió también obras de tema moral y teológico, con el propósito de ayudar al crecimiento espiritual de los cristianos. Una de las más editadas y traducidas es la titulada Introducción a la Sabiduría, de la que hemos extraído los siguientes consejos o documentos, que siguen siendo válidos en nuestros días.
• En los oficios divinos, esfuérzate por comportarte con piedad y atención, considerando que todo lo que ves y oyes es de la mayor pureza y santidad, y se dirige a la majestad inmensa de Dios, a quien podemos ciertamente adorar, aun cuando nuestra inteligencia no llegue del todo a comprender.
• De tal manera, que has de acostumbrarte a ver escondidas en aquella divina sabiduría las cosas más altas, que ninguna fuerza del ingenio humano es capaz de alcanzar.
• Si veneramos las palabras de los sabios, aunque no las entendamos, ¿no será todavía más justo reverenciar las divinas?
{9 (125)} • Cada vez que oigas el nombre de Jesucristo, acuérdate de la caridad inmensa que nos tiene; y que este recuerdo esté siempre empapado de dulzura y veneración para ti.
• Puesto que toda expresión de nuestra piedad tiene su sede en lo íntimo de los corazones, procura entender las plegarias, evitando rezar sólo con los labios; cuando ores, que tu espíritu, pensamiento y semblante se eleven a un tiempo, de modo que todo guarde armonía y vaya en consonancia con la excelsísima acción sagrada.
• Los oráculos celestiales detestan al que hace la obra de Dios con negligencia.
• Si para el cantor profano resulta vergonzoso proferir con la boca una cosa diferente de la que toca con la cítara, mucho más ha de confundirnos a nosotros, cuando cantamos a Dios, que la lengua exprese algo distinto de lo que piensa la mente.
• Con nadie se muestra Dios tan misericordioso como con aquellos a los que enseña a tributarle su verdadero culto.
• Es justo y piadoso dar nuestro obsequio a Dios, mostrarnos súbditos suyos, alabarlo y complacernos en todo lo que hace.
• La bondad engendra el amor; la majestad, el culto; la verdadera sabiduría, la fe.
• Pongamos atención a lo que se diga de Dios y de los santos, no como a cosas humanas, sino con el alma plenamente admirada, con atención, piedad y reverencia, para imitarlos mejor.
• Todo lo que encontremos en la Sagrada Escritura debe causarnos admiración espiritual y ser estimado con la inteligencia.
• El verdadero culto consiste en limpiar nuestra alma de defectos y malas inclinaciones, porque por este culto podemos transformarnos totalmente en imagen del Dios a quien adoramos, para ser santos y puros como él es, sin odiar a nadie y procurando hacer bien a todos.
Llamo virtud a la piedad para con Dios y los hombres, al culto divino y a la voluntad de obrar el bien.
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5. Entregarse libremente
SOBRE el empeño que contrajeron de servir a Dios en la Congregación de San Felipe, con la resolución de perseverar hasta la muerte, como exige el Instituto..., diré que Jesucristo, que ha querido diversos estados en la Iglesia, ha dado ejemplo a los miembros del Oratorio para que sirvan a Dios, libres y voluntarios, lo mismo que él cuando se ofreció al Padre libremente —«porque quiso, se ofreció él mismo»―, y quiso nacer en la tierra en el desamparo y la pobreza, obedecer a María y José, pasar toda la vida en trabajos y fatigas, predicar, morir... Podría no haberse encarnado, podía no sufrir cuanto sufrió; para redimir al mundo hubiera bastado un solo deseo, por el poder y mérito de su divina Persona. Todo esto estaba en su libertad, y por esto, si sufrió tormentos tan Atroces, sufrió porque quiso sufrirlos. Sufrió por la gloria de su Padre y la salvación de las almas. La causa principal no fue la avaricia de Judas, la envidia de los fariseos, la injusticia de los jueces, el odio de los judíos o la crueldad de los verdugos, sino el celo por la gloria del Padre. «El celo por su casa» —la Iglesia― «me ha consumido». He aquí el ejemplar de los hijos de san Felipe, los cuales, a imitación del Salvador, lo que hacen por servicio de Dios en la Congregación lo hacen espontáneamente, con plena y libre voluntad.
Del libro «Pregi della Congr. dell'Oratorio» 11 (127)
{11 (127)}
6. HORA NOVISSIMA
John Henry Newman
WHENEVER goes forth Thy dread command, | En el temido instante en que aparezca tu mandato,
And my last hour is nigh, | y el último momento de partir se acerque,
Lord, grant me in a Christian land, | concédeme, Señor, para morir
As I was born, to die. | que sea en tierra de cristianos, como así nací.
 |
I pray not, Lord, that friends may be, | No me atrevo a pedir, Señor, amigos a mi vera,
Or kindred, standing by, | o los que llevan en sus venas sangre mía,
Choice blessing! which I leave to Thee | sería un don precioso! y me abandono a ti,
To grant me or deny. | para aceptar que lo concedas o lo niegues.
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But let my failing limbs beneath | Mas deja que mi cuerpo en agonía
My Mother's smile recline | lo cubra la sonrisa de la Madre, que me ampare;
And prayers sustain my labouring breath | y el rezo de oraciones que sostengan el respiro fatigoso
From out her sacred shrine. | se eleve cielo arriba desde el templo de los santos.
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And let the cross beside my bed | Haz que la cruz presida el lecho donde muera
In its dread Presence rest: | significando tu santa Presencia,
And let the absolving words be said, | y que se digan las palabras que me absuelvan
To ease a laden breast. | y alivien el agobio de mi pecho.
 |
Thou, Lord, where'er we lie, canst aid; | Tú puedes ayudamos dondequiera nos hallemos:
But He, who taught His own | pero Quien enseñaba a los que más quería
To live as one, will not upbraid | a mantenerse unidos en un mismo amor
The dread to die alone. | no me reprobará que tema morir solo.
{14 (130)}
7. LA NAVIDAD DEL ALMA. EL SENTIDO DE LA MUERTE EN NEWMAN.
POR LAS INSCRIPCIONES de los sepulcros de las catacumbas, sabemos que los primeros cristianos llamaban a la muerte navidad del alma.
Todavía así se lee en el Martirologio Romano la cita de la muerte de los santos mártires: dies natalis, día del nacimiento al cielo. La vida del cristiano, engendrado en el Bautismo, se parece a una gestación espiritual, para nacer al cielo. Se trata de un desarrollo en el que participamos responsablemente.
Responder a Dios con la vida
Esta responsabilidad comienza en el momento en que nos preguntamos por el sentido que tiene la vida en el mundo, dice Newman. ¿Por qué estamos aquí, en esta tierra?, se preguntan los mortales, ya desde la infancia. Algunos, explica Newman, contemplan lo más cercano y no pasan de querer labrarse un porvenir solamente terreno, sin profundizar. Pero la respuesta correcta {15 (130)} debiera ser la contenida en estas palabras: Habéis venido al mundo para hacer de vuestras almas, todavía materia en bruto, por decirlo de algún modo, un vaso de honor para la morada del Señor que está en los cielos. Tenéis que ir dando forma al espíritu a través de las pequeñas dificultades de cada día (1). Llegará la hora cuando el mismo tiempo muera, ese momento que vela el ángel san Miguel (2), encargado de llevar las almas de los justos hasta Dios, atravesando lo infinito (3).
Victoria de la fe sobre la muerte
De este modo, la muerte será como la última palabra de nuestra respuesta a Dios, que se da a la hora de nuestra muerte, como Cristo Jesús dio la suya al Padre, porque para eso había venido al mundo, como también nosotros hemos venido, y él nos mostró cómo. Es así que la muerte es vencida por la fe en Cristo, en comunión con él por la gracia. Y de este modo se integra en el misterio pascual, pues la muerte es un paso hacia la resurrección.
Pasado el primer entusiasmo del tiempo de los mártires, iba haciendo más falta el ejercicio de la fe y la esperanza para rechazar la tentación de instalarse, como los paganos, en las comodidades mundanas, que el egoísmo quisiera perpetuar engañosamente; más tarde, la idea de cristiandad con la pretensión de anticipar en la tierra los triunfos de los planes de Dios, como si pudieran caber en el tiempo, absolutizaba en muchos creyentes lo que es relativo y contingente, con medios demasiado humanos y los poderes de los reinos de este mundo:
{16 (132)} prestigio, dominio, éxito, seducción, con mengua de la primacía de lo verdaderamente espiritual, se instrumentalizaban para el bien, con olvido del Evangelio y el testimonio que exige, que va más allá de los mínimos de la moral útil.
Enajenación a la Inversa
Enajenación a la inversa de como la imaginaron los primeros acusadores de la religión como ideología que justifica no cumplir con los deberes que la misma naturaleza impone a todo ser racional. Divinización de la vida temporal y miedo de perderla. Ese miedo es el que combatió Cristo y que, por él, han vencido los santos. Enajenación a la inversa, porque mutila en sentido total la vida humana, que debe incluir la referencia a Dios. De este modo, la muerte se asocia a la tragedia y al absurdo.
Aquí queremos decir una palabra sobre el sentido de la muerte en Newman. Fue un pensamiento que acompañó toda su vida, desde que ya, cuando niño, se imaginaba sumido en el mundo de lo invisible, hasta descubrir, a los quince años, la grandiosa evidencia, para su alma, de la personalidad del Ser divino: God and myself, que derribaba el muro de la muerte pagana y establecía la continuidad entre tiempo y eternidad, entre mundo sensible y universo espiritual. Newman es un espiritual, y, a lo largo de su existencia, las muertes de familiares y amigos y el presentimiento de su propia muerte confirman y purifican esa espiritualidad sincera y transparente, y no por ello menos humana.
La primera experiencia de la muerte vista de cerca la tuvo poco después de ordenarse diácono, al fallecer su padre, en 1824. Newman, en su diario (4), confiesa que es la primera vez que contempla un cuerpo sin vida. Recuerda las palabras de bendición que su padre pronunció, poco antes, sobre él: God bless you, my dear. Thanks, my God.
(4) A. W., 202-203.
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La patria y Cristo
Un hombre creyente y justo, que dejaba el ejemplo de su honradez, y prefirió morir arruinado antes que dejar a uno solo de sus acreedores sin pagarle la deuda por la quiebra de su banco. La madre deseaba un porvenir mejor para John Henry, pero éste escribe en su diario el propósito de mantenerse célibe, para Dios y darse a las almas, tal vez en tierra de misión. No importa el lugar, si muero en Cristo. Newman tiene 23 años, el mayor entre los seis hermanos, y asume la tarea de orientarles y cuidar de su madre; por ello seguirá en la Universidad, aun después de recibir el presbiterado anglicano.
El mundo de los sentidos
Pasados cuatro años bien cumplidos de esta muerte, murió su hermana más joven, con 19 años escasos, la que simpatizaba más con las ideas religiosas de John Henry, ya fellow del Oriel y a punto de ser nombrado vicar de la iglesia universitaria de Oxford. Newman la recordará toda la vida, y hasta en la vejez el cristal de las lágrimas asomará a sus ojos cuando piense o hable de ella. Estimulado seguramente por el golpe de esta muerte casi sin aviso, descubre en sí mismo que inconscientemente prefiere la superioridad intelectual a la moral y que debe rectificar; también, la desaparición de esta hermana predilecta aviva en él esa evidencia del mundo espiritual que trasciende el de los sentidos, como si la Providencia le quisiera preparar para convertirlo en profeta del mundo invisible, que impregnará la mística de sus sermones. Cartas y poesías de esta época son la huella escrita de esta fuerte sacudida espiritual: el mundo de los sentidos es como un velo, un velo hermoso, pero sólo un velo (5). Entre sus poesías, merecen destacarse la que dedica explícitamente a la muerte de Mary ―Consolations in bereavement― y la titulada A Picture, que la sobreentiende (6). Un {18 (134)} día, el Salvador amado juntará a los santos dispersos, y a las almas separadas aquí, para tenerlas donde no existen sombras, ni más cambios, y reunirá a todos en el amor que no muere.
La enfermedad en Sicilia
Pero la experiencia de la muerte se le hizo más cercana todavía, con ocasión de su viaje a Italia y el Mediterráneo (diciembre 1832 - julio 1883), acompañado por los Froude, padre e hijo. Terminado el recorrido previsto, Newman sintió el deseo de demorar su retorno a Inglaterra y volver solo a Sicilia. Es un capítulo clave en la vida de Newman, que ya relatamos desde estas mismas páginas (7). En Sicilia enfermó de fiebres tifoideas, hasta el punto de llegar a las puertas de la muerte. Estaba solo, con dificultad para hacerse entender de quien le cuidaba, y agitado por el delirio de la fiebre, en el que se reflejaban las experiencias acumuladas, sus preocupaciones religiosas y las incertidumbres del futuro, le parecía que no tenía que morir, no por el egoísmo de mantener la vida, sino porque la Providencia le reservaba una gran tarea, todavía sin concretar, en Inglaterra. No se trataba de hacer para vivir, sino de vivir para hacer. Ya de regreso de Italia, no sólo escribió en el barco que le llevaba a Marsella la más famosa de sus poesías, Lead kindly Light, sino Hora novissima, cuya última estrofa se refiere al temor de morir en soledad.
La soledad y Maria
Cristo, experto en soledades, quiso tener una Madre, no solamente para nacer, sino por compañía al morir; es decir, para ser comprendido en su muerte, no protestada. Las plañideras y los llorones de los lutos son excrecencias paganas; la Iglesia, en cambio, en la agonía y muerte de sus hijos, los confía a los ángeles y reza sobre ellos las letanías de todos los santos, para que los acompañen en el último trecho de camino a Dios. Es muy probable {19 (135)} que el pensamiento de In Madre de Jesús le indujera a querer que la sepultura de su propia madre, fallecida en 1836, tuviera el sitio precisamente en la iglesia de Santa María, su iglesia universitaria. Para un hijo cristiano todas las madres se parecen a la Virgen. A Newman la suya le ayudó hasta donde pudo, especialmente en la edificación de la pequeña iglesia de Littlemore, dependiente de Santa María.
Newman recuerda que, todavía anglicano y a pesar de sus recelos sobre las prácticas de / la religión de Roma.... / él sentía verdadera devoción a la Santísima Virgen, en cuyo colegio vivía, en cuyo altar celebraba y cuya inmaculada pureza defendí en uno de mis primeros sermones impresos (8).
Transformación espiritual
Newman regresó a Inglaterra transformado, donde enseguida se dio cuenta para que tenía que vivir: allí le esperaba el liderato del que se llamaría Movimiento de Oxford, de tantas consecuencias para la Iglesia anglicana, como para la católica. La enfermedad y crisis espiritual sufrida en Sicilia fueron un crisol: el pensamiento y meditación sobre la muerte inmediata son siempre purificadores; y la realidad de la muerte vista de cerca, providencial, porque llega a su hora, la que le marca Dios. Viene, llega y se va una vez cumplido su cometido (9). No le parecía bien a san Felipe Neri pedir a Dios que alargara la vida de nadie, porque creía que Dios es oportuno y providencial en sus disposiciones y, en último término, nos espera en el cielo. Los santos desconfían de la fe puesta en el Dios útil para la vida; ellos creen que la vida es para Dios; creen en el Dios gratuito, en el darse a Dios para devolverle cuanto gratuitamente él nos ha dado: la muerte debe ser una restitución madurada en la {20 (136)} gratitud y el amor. Y en la humildad, porque le damos lo que no nos pertenece ni, lícitamente, podemos retener (10).
"El sueño de un anciano"
Nos quedaría mencionar las muertes de amigos de Newman: Froude, de quien heredó el Breviario; Bowden, el primer amigo en Oxford; Keble, parecido a san Felipe; el fidelísimo Ambrose St John...
Sobre todo, no pasar por alto el gran poema espiritual The dream of Gerontius, tal vez la única cosa escrita sin motivación intencional y sin darle importancia, pero que por esto fue como el rebosar del alma llena de la verdad de la vida, de la esperanza del cielo y de la confianza humilde en el amor de Dios. De este poema se han extraído himnos que se cantan en todas las iglesias cristianas, especialmente de cultura anglófona. Este poema necesitaría un comentario mayor que el que ahora podemos dedicarle. No trata precisamente de la muerte, ni del cielo, sino del itinerario espiritual del que abandona el mundo y es conducido hasta la presencia de Dios. Newman tenia, a la sazón, sesenta y cuatro años; pensaba que se concluía su misión. Después de su muerte, un gran compositor, Edward W. Elgar, le puso música y lo convirtió en un espléndido oratorio musical, un gran canto a la fe y a la esperanza y delicia para los buenos melómanos, del que existen diversas y excelentes versiones. Un día le dedicaremos más espacio.
Recordemos, como conclusión, estas frases de Newman: El lenguaje del cielo es la oración (11).
El amor del cielo es el único camino que lleva al cielo (12). Cuando pensamos en el cielo creemos que allí vamos a encontrar a nuestros amigos, pero no pensamos bastante en que vamos a encontrar al mejor de todos nuestros amigos, al Señor (13). Y este pensamiento de Joan Maragall: Cuando se acerque {21 (137)} esa hora de temores, en la que se apague la luz de estos ojos humanos, ábrelos, Señor, a una visión mayor, para contemplar tu Faz inmensa. Que la muerte se convierta en un nacimiento mayor! (14).
(14) Cant espiritual: «I quan s'acosti aquella hora de teniença ― en que s'acluquin aquests ulls humans, obriu-me'n, Senyor, uns altres de més grans ― per contemplar la vostra Faç immensa. Sia'm la mort una major neixença».
(1) S.N., 311-312.
(2) V. V., 322.
(3) V. V., 334.
(5) L. D. II, 69.
(6) V. V., 26-32.
(7) Conf. LAUS, n. 255 (febrero 1989), pp. 12-17.
...
(8) Apo., 165. El Oriol College tenía por patrona a Ntra. Sra. de la Purificación, que celebraba su fiesta el 2 de febrero; el sermón al que se refiere está en el segundo de los ocho vols. de P.S.
(9) «Death came and went», V. V., 28.
(10) V. V., 220: «Poor is our sacrifice... We offer what we cannot keep».
(1) P.S., IV, 229. (12) P.S., VIII, 89. (13) S.N., 308.
PUNTOS DE MEDITACIÓN.
—Unos con otros, en Etiopía, para comer durante un año, disponen de aproximadamente 17.000 pesetas; en Bolivia, 75.000; en Nicaragua, 110.000; en México, 240.000; en Portugal, 360.000; en España, 780.000; en Italia, 1.350.000; en Francia, 1.700.000; en el Japón, 2.050.000; en USA, 2.410.000; en Suiza, 2.800.000.
—En el Tercer Mundo, por cada 1.000 niños nacidos, 300 mueren antes de cumplir los 3 años. De los 560 millones de niños menores de 11 años, 120 millones no van al colegio, y 300 millones de los restantes no terminarán su instrucción.
—En Brasil hay 7 millones de niños que viven en la calle, de los cuales, porque molestan, son asesinados un promedio de 4 cada día.
La calle es su casa, cama, mesa, escuela y, miles de veces, tumba.
—En Colombia se pueden comprar niños para ricos que no quieren la molestia de engendrarlos; pueden costar 1,5 o 2 millones.
También hay quienes los roban para trasplantes, para la prostitución, o para venderlos a ricos de USA o de Europa.
—Cada año mueren de hambre o desnutrición 14 millones de niños menores de 5 años. En los próximos 7 años morirán 200 millones de seres humanos, simplemente de hambre.
—Por otra parte, una célebre presentadora de televisión ha ganado en Estados Unidos, el último año, 13.000 millones de pesetas; el cineasta Steven Spielberg, algo menos, 9.400 millones; y Julio Iglesias, también en el mismo año, sólo... 5.200 millones. El triste y famoso Michael Jackson solamente superó a Julio Iglesias en 260 millones.
—En España no somos ricos, pero todavía seríamos más pobres si no vendiéramos armas. En el mundo ocupamos el séptimo lugar entre los que fabrican y negocian con ellas. Vendemos a los más pobres que nosotros, y compramos, incluso viejas, a los más ricos.
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8. ÍNDICE DEL AÑO 1993
TIEMPO DE ORACIÓN |
La meditación (Cat. de la Igl. cat.) | 94 Oración a s. Felipe Neri (J. H. Newman) | 46 Para la unión de los cristianos (J. L. Vives) | 2 Tiempo de oración y de esperanza | 118 Verano (O. Elitis) | 70 TEMAS | {t} Al margen del Congreso Eucarístico de Sevilla | 79 Base fundamental de la religión | 106 Comunidad | 47 Convertirse, esa es la cuestión | 34 Crisis de conciencia | 95 Después... | 119 Exilios | 3 La conversión de Gaudí | 37 La escondida senda de Dios y de los santos | 12 Leer un libro y tener hermanos | 99 Odio | 71 Perdones | 27 SAN FELIPE NERI Y EL ORATORIO | {t} Autores oratorianos en el «New English Hymnal» | 75 Canción de la vanidad | 55 Costumbres y leyes en el Oratorio | 22 Discípulo, privilegiados de s. Felipe Neri | 56 EI Oratorio de Oxford | 77 Entregarse libremente | 127 Excelencias del Oratorio de E. Felipe Neri | 108 La predilección de s. Felipe Neri por los jóvenes | 82 La tradición musical en el Oratorio | 85 Pequeña historia del Oratorio de Albacete: 40 años | 49 Prelacías y dignidades | 51 Una carta de s. Felipe Neri | 67 Votos y virtudes en g. Felipe Neri y sus hijos | 4 NEWMAN | {t} J. H. Newman en el «Catecismo de la Iglesia católica» | 10 La cuestión de la fe y de la Iglesia en Newman | 17 La Navidad del alma | 130 Newman y la conciencia | 107 Pensamientos de Newman | 5, 29, 73, 97 y 121 TEXTOS | {t} Dios ha nacido en el exilio (V. Horia) | 16 El sufrimiento inmerecido (M. L. King) | 26 Himno a Jesucristo Redentor | 80 Hora novissima (J. H. Newman) | 128 Los dos mundos (J. H. Newman) | 104