Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
296. SEPTIEMBRE-OCTUBRE. Año 1994 |
0.
SUMARIO |
LA
PRISA roba el tiempo a la memoria y rompe el nexo entre la experiencia
aleccionadora y su desarrollo creativo. Es la hora de las ambiciones
instantáneas y, en ella, los grandes se arrogan el falso derecho de someter a
los pequeños; los violentos, a los pacíficos; los depredadores, a los
laboriosos. Pero también es la hora y el reto de los cristianos, si de verdad
creen en el Evangelio y anuncian «la civilización del amor», invocada por
Pablo VI, para crear un mundo mejor, de santos y de hombres verdaderamente
justos. |
«VERGINE
BELLA!» |
SÍNTESIS |
ELOGIO
DE LA IGNORANCIA |
POLÍTICA
DE LOS HOMBRES Y BRISA DE DIOS |
DOS
SONETOS DE SAN FELIPE NERI |
COMO
GUSANO ESCONDIDO |
DANTE
ALIGHIERI Y SAN FELIPE NERI |
III
CENTENARIO DEL ORATORIO DE ALCALÁ |
{1
(97)} |
1.
«VERGINE BELLA!» |
Oh
Virgen bella, de sol vestida, de estrellas coronada, quiero cantarte mientras
pido tu auxilio santo. Ayúdame, aunque yo sea de la tierra y tú reina del
cielo. |
Virgen
sabia, una de las santas vírgenes prudentes, la primera entre todas, la que
resplandeces con mayor fulgor. Vuelve a mí tus ojos virginales, que
contemplaron el vestigio dolorosísimo de los miembros del dulce Hijo querido,
vuelve a mí, y líbrame de dudas ya que humillado pido tu consejo. |
Oh
Virgen pura, que eres hija y eres madre, y luz que adorna el cielo y aquí nos
guía, y el llanto de Eva mudas en alegría. |
Virgen
santa, colmada de toda gracia, que has merecido llevar tres nombres de amor:
madre, hija y esposa; Madre del Rey que ha roto el yugo del pecado y ha hecho
al hombre libre y venturoso. |
Virgen
única, sin par, que con tu gracia has enamorado al cielo, te ruego con la
mente arrodillada, que atiendas a mis súplicas y me dirijas por el buen
camino. |
Virgen
envuelta de claridad, estrella de este mar tempestuoso del mundo, tú eres
toda mi esperanza, que puedes y quieres ayudarme, no dejes que al final pueda
perderme. Mira al Señor que se dignó crearme, y no mi bajeza sino mi
semejanza con su faz divina. |
Virgen
hermosa, recomiéndame a tu hijo, Dios y hombre verdadero, para que acoja en
paz mi último aliento. |
Francesco
Petrarca, (1304-1374), Resumen de la última poesía con que cierra su
Canzoniere 2 (98) |
{2
(98)} |
2.
Síntesis |
VIVIMOS
en un mundo de mutaciones tan aceleradas y sorprendentes que no siempre
resulta fácil ejercer el recto criterio para un discernimiento correcto,
totalizador. Mientras algunos se asustan por los cambios, por las ideas y
valoraciones nuevas, otros, irreflexivos, toman por bueno todo lo que parece
nuevo, por curiosidad o por deshacerse de juicios que creen envejecidos;
diríase de éstos que son iconoclastas, en contra de todo cuanto no les
acomoda, sin preocuparse por reflexionar y racionalizar su personal retahíla
de lugares comunes, casi siempre insostenibles, por lo común hijos de la
pasión, de la propia conveniencia y de la ignorancia. En los jóvenes suele
ser fruto de la inexperiencia y de querer afirmar la propia personalidad
todavía por cuajar; en los mayores puede haber más oscuras razones: |
desconocimiento
o falsificación de la historia, falta de estima, en los demás, de lo que
exigimos para nosotros. Cuando esto se hace colectivo, no sólo corremos el
riesgo de destruir las amistades, de sembrar odios entre los pueblos, de
mantener agravios que se perpetúan a lo largo de generaciones y de dividir a
la Iglesia. No digamos cuando no ya en la sociedad civil y en la política,
sino una religión fanatizada se alía con los violentos de palabra (mentiras)
y de obra (injusticias y atropellos de derechos). con el consiguiente
escándalo. |
En
lo político, en lo económico, en las creencias hay una efervescencia que el
desarrollo de las tecnologías y de las comunicaciones coge de sorpresa. Nos
quejamos de la sociedad civil, pero también la Iglesia anda zarandeada, y
todo el mundo se cree doctor. La fuerte corriente secularizadora, el
movimiento feminista, las clientelas sectarias y, en conjunto, el cambio de
costumbres morales y, en amplios sectores de los fieles, un sentido crítico
que no edifica ni obra conversiones. Se trivializan o abandonan los
sacramentos; se habla de comunidad, sin embargo no se aceptan verdaderos
compromisos; se abandona la oración, se prescinde de todo consejo espiritual
o "discipulado". Y luego esta sociedad hedonista que damos en
herencia a los jóvenes. |
{3
(99)} Pero nos engañaríamos si no viéramos lo positivo que el mundo y la
Iglesia que nos toca vivir encierra y proyecta fuera de sí. Las misiones, los
mártires contemporáneos, las gentes abnegadas que se ofrecen generosamente
para correr donde hace falta hacer el bien. Muchas veces, los que perdemos el
tiempo en filosofías, sin acabar de entender todos los problemas de nuestros
días, dejamos por hacer algo inmediato que Dios ha puesto a nuestra vera, que
nadie más podría hacer si no lo llevamos a cabo nosotros mismos.
Despreocupémonos un poco de cifras, propagandas y demasiados controles, y
volvamos siempre al Evangelio. No podemos, por sistema, sospechar de todo lo
nuevo: la Providencia divina rige el mundo, y «los signos de los tiempos»
anuncian novedades, que no rompen el progreso de todas las cosas según
Dios. El mundo y la Iglesia caminan entre orillas de contrastes, y hasta
aparentes contradicciones que se resolverán, finalmente, en la gran síntesis
de una novedad constantemente engendrada. Sería un error querer poner remedio
a los que nos parecen males, recurriendo a un conservadurismo que fosilizaría
el porvenir humano y cristiano. |
Todo
lo nuevo debe ser analizado, sopesado y valorado; todo lo antiguo debe ser
renovado; no porque una de las tendencias contrastantes venza y anule la
contraria, sino porque las integre. Sintetizar no es rebajar, ni transigir o
claudicar, ni resumir. |
Todos
estos movimientos contemporáneos «no son para la muerte», sino para resurgir
a otra novedad superior. Toda tesis despierta la reacción de la antítesis que
se corresponde con ella: ésta le da prudencia, aquélla renueva su juventud.
Eso que .entendió tan bien Ul} hombre de fe: el papa más querido de nuestro
tiempo, Juan XXIII. |
Tesis,
antítesis, síntesis. Pero la vida sigue yel proceso dialéctico que la
acompaña: la última síntesis lograda se convierte en tesis nueva y, frente a
ella, se le opone la nueva reacción antitética que se corresponde, la cual, a
pesar de las aparentes "y amenazantes contradicciones, no logrará romper
el proceso, y alcanzará una nueva síntesis ... Y así sucesivamente, un ciclo
y otro ciclo, superando los miedos y las mentiras de los hombres, mientras
Dios conduce providencialmente el mundo, hasta que, entre las sístoles y
diástoles de la historia, lo sea todo en todos los que crean en él, sin
confusión ni destrucción de nada ni olvido de nadie. En esto se fundamenta el
optimismo cristiano. |
Todos
sufrimos los unos por los otros, y sacamos provecho del sufrimiento del otro;
porque el hombre nunca toma en soledad una determinada posición en este
mundo, aunque, en el futuro, llegará el día en que deba tomarla; pero aquí es
un ser social, desde donde camina hacia, su morada definitiva, formando
parle, como miembro, ' de una inmensa comunidad. |
J.
H. Newman, G. A., 406 |
{4
(100)} |
3.
Elogio de la ignorancia |
A
SEMEJANZA de Erasmo que, al escribir su Elogio de la Locura, distinguía
clases de locura, también es preciso hacerlo aquí a propósito de la
ignorancia. Por supuesto que, en primer lugar, no podemos alabar a la nueva
generación consumista, irreflexiva, sedienta sólo del gozo inmediato, cuando
desprecia los saberes que constituyen el tesoro de la riqueza cultural y
espiritual transmitido y desarrollado, generación tras generación, por
quienes nos han precedido en el esfuerzo por construir, día tras día, un
mundo mejor; ellos renuncian deliberadamente a aplicar, por lo menos, el
sentido común a la hora de valorar los fenómenos morales, políticos o
religiosos que interesan a la humanidad; relegan a la ironía y hasta al
cinismo jocoso, si no les basta la indiferencia, a Dios, la familia, la
justicia, la solidaridad, el prójimo si no les es útil, la paz... Son los
nuevos iconoclastas dispuestos a destruir todo cuanto ponga en evidencia su
mediocridad y la denuncia de sus egoísmos disfrazados con falsedades. |
Tampoco
deben ser admirados los saberes unidimensionales de la simple tecnología, si
no son compensados con la suficiente cultura humanística que equilibre al
hombre estudioso, fanatizado por el cientificismo. La sola técnica
despersonaliza y convierte al ser humano en una cifra y lo valora con baremos
materialistas y económicos, o de utilidad y relumbre vanidoso. Cuántos
jóvenes acuden a la universidad sin vocación para el estudio, pero sí con
anticipada vida de señorito a crédito de la pobreza o de las privaciones
ajenas, los cuales esperan titularse, no para el ejercicio responsable de una
profesión beneficiosa para la sociedad, sino para hacerse ricos lo antes
posible, o por lo menos privilegiados en su ascenso social; pero estos
sabios, en el supuesto de que no hayan terminado sus carreras a {5 (101)}
trompicones, no contribuirán a mejorar el mundo, ni tampoco serán propiamente
sabios, porque arrastrarán para siempre la carencia de un equilibrio que
conjugara los diversos saberes que dan forma totalizadora y armoniosa a una
verdadera personalidad inteligente y medianamente culta; despreciaron los
saberes gratuitos porque no eran rentables y luego vivirán forzados a ocultar
las propias lagunas, en el intento de engañar y engañarse de tanto repetir el
disimulo, y demasiado tarde para reciclarse y reparar ignorancias
elementales, de las que están vacunados los sencillos de corazón, los cuales
saben de cada cosa lo que, en proporción, necesitan saber. |
Si
el Evangelio bendice a los niños y la Ley enseña a respetar y venerar a los
mayores, y si la primera Iglesia llamaba "ancianos" a los que
presidían sus asambleas, sería seguramente porque, a los primeros, la
humildad les es casi natural y, en cuanto a los segundos, porque habrían
perseverado en el gozo de mantenerla de por vida o, en todo caso, la
experiencia les habría ayudado a madurar en la primera virtud moral que se
necesita para el acceso y perseverancia en la fe, la primera de las teologales. |
San
Felipe solía decir que, cuando no sabemos cómo presentarnos o qué decirle a
Dios, debíamos ponernos con humildad a sus pies y que sólo de este modo él,
inmediatamente, se nos manifestaría. |
También
podemos entender por qué san Felipe, todavía joven, pero después de haber
estudiado filosofía y teología, vendiera todos sus libros para dar el importe
a los pobres. Y también por qué, más tarde, ya sacerdote, mortificara
repetidamente a los más sabios que tenía en el Oratorio ―Baronio,
Tarugi...―, porque temía que la sabiduría humana, aun de las cosas de
Dios y de la Iglesia, fuera un peligro para las tentaciones de orgullo, según
él, el mayor de los escollos para el espíritu. |
San
Pablo dice que «la sabiduría de este mundo es locura ante Dios». Se dirá que
el mismo Dios nos ha dado inteligencia para que {6 (102)} la desarrollemos en
el ejercicio del conocimiento. Pero santo Tomás, siempre preciso, aclara que
el hombre propende a dos defectos en orden al ejercicio de la inteligencia: |
por
una parte el de la curiosidad, por otra el de la negligencia. Es
precipitadamente curioso respecto de aquello que es transitorio, y negligente
hasta la pereza cuando se trata de atender y reflexionar sobre su fin y los
medios para alcanzarlo. ¿De qué sirve almacenar cantidad de conocimientos
inútiles o menos importantes que los primeros principios? Se podría hacer una
tesis sobre Newman y su teoría de los «primeros principios», sin los cuales
todo discurso resulta juego de palabras para encubrir banalidades. Existen
personas tal vez poco instruidas, pero que han alimentado su mente en las
fuentes del Evangelio: éstas poseen un juicio recto en relación con el
sentido de la vida y el orden querido por Dios que mantiene la paz de
espíritu y, más allá del tiempo, lleva a la felicidad. La fe es la verdadera
sabiduría; pero la fe no como almacenamiento de curiosidades sobre la
religión, sino como levadura que transforma desde la raíz la propia vida de
quien la profesa; la fe de los sencillos de corazón, el «tesoro escondido»
del Evangelio, la fe y la sabiduría que ha crecido en el silencio de los
santos (Benito, Gregorio, Llull, Francisco, Juan de {7 (103)} la Cruz, Felipe
Neri...) y de todos los verdaderos creyentes, la fe de «la docta ignorancia»
o de «la ignorancia sabia». La fe, diría además s. Juan de la Cruz, «que
siendo oscura nos ilumina». |
«¡Qué
rollo!». |
El
acusado antaño de ignorancia pasa a ser, ahora, acusador del verdadero sabio.
La expresión «¡qué rollo!» se coloca en las antípodas de la adhesión al saber
total y no solamente al saber de los lenguajes verificables y de los
lenguajes axiomáticos. Los devotos del «¡qué rollo!» son seres humanos
prostituidos que han renegado de la razón crítica, aquella que quiere saber y
no solamente repetir lo que declaran las autoridades políticas, sindicales,
financieras, eclesiásticas, tecnológicas, artísticas. Se renuncia a ser
hombre y se abandona todo en manos de los que mandan y de los que piensan.
Son reos de dictadura, abierta o encubierta, que siempre descansa sobre la
ignorancia. |
Y
que conste que la sola tecnociencia también es ignorancia. Lo es porque
desconoce los valores morales, los estéticos, los de la fidelidad a la
memoria y los de la comprensión y compasión de los que la historia margina. |
OCTAVI
FULLAT, Catedrático de Filosofía de la U. A. de Barcelona |
Para
el hombre nuevo. |
Debiéramos
obligarnos, en cada momento, a adoptar, todas juntas, las posiciones más
contradictorias para el sentido común: |
a
morir al mundo al mismo tiempo que nos comprometemos con él; a negar lo
cotidiano y a la vez salvarlo; a afligirnos por el pecado, pero alegrarnos de
poder convertir y dar paso al hombre nuevo; a contar con sólo el valor de lo
interior e invisible, pero derramándonos en la naturaleza y conquistar así
todo lo vivo del universo para hacerlo espiritual; a reconocer en nosotros la
dependencia de la nada y a la vez gozar de la libertad de un rey, y, por
encima de todo, a no considerar jamás ninguna de estas situaciones
compartidas, como sustancialmente contradictorias o como definitivamente
resueltas en el ámbito de una experiencia humana. |
EMMANUEL
MOUNIER (1906-1950) |
{8
(104)} |
4.
Política de los hombres y brisa de Dios |
DE
los primeros cristianos decimos que su fe propendía a la inmediatez de lo
eterno, a la «parusía», de modo que Dios y su reino no eran, en sus
pensamientos, un complemento para esta vida, como ocurría en los cultos
paganos. A estos acudían los hombres individualmente para invocar el remedio
de los dolores o los miedos, por una parte, mientras por otra los poderosos
favorecían la creencia en tales divinidades ―con las cuales solían
identificarse y confundirse― para consolidar su poder con ataduras
psicológicas y colectivas inapelables; de este modo el poder político se
blindaba contra la oposición de los insumisos, justificaba abusos y se
convertía en fin de sí mismo. La religión era instrumentalizada como una
parte de la política. |
El
cristianismo, en cambio, aunque pueda ceder ―y a veces cede― a la
tentación "política", es esencialmente diferente, «no es un reino
de este mundo». La biografía, las actitudes y las palabras todas de Cristo
demuestran, con harta elocuencia, su desconfianza frente al poder y frente a
los poderosos. |
Si
la primera bienaventuranza proclama la excelencia de la pobreza, es porque
ésta hace prácticamente imposible la adquisición seductora del poder; si
Cristo pone el desprendimiento como condición previa a quien quiera seguirle,
es porque, solamente así, puede acercarse a la libertad para proclamar la
verdad de la que es mensajero. |
Todo
esto lo tenía claro la primera generación cristiana y vivían en esperanza y
preocupados en dar, con sus vidas, razón de esta esperanza a los demás,
especialmente a los paganos, que encerraban sus divinidades en la utilidad
del tiempo. El cristianismo, en cambio, no era una enajenación, un desprecio
de lo terreno, sino una superación {9 (105)} desde lo temporal y de sus
contingencias. El cristianismo no venía a sustituir la religión pagana, sino
que era una novedad; incluso la sola palabra "religión" no
alcanzaba a expresar la mente de Cristo, ya que él siempre se refería a
«vida», a «novedad de vida», a «vida en él», a «vida eterna». Cierto que
iniciada desde aquí, pero en alto, hasta alcanzar la plenitud en comunión con
Dios, que no cabe ni acaba aquí. La razón de nuestra esperanza es aquello en
lo que creemos, es la fe. Cuando ésta es débil o vacila, somos tentados de
actuar como si debiéramos correr a remediar los "olvidos de Dios",
al estilo de Pedro, antes de su conversión. Es curioso que cuando somos
débiles en la fe, queremos echar mano a la razón del poder y de la utilidad
engañosa de la fuerza... al servicio, por supuesto, de la religión que, a la
postre, se reduce a un poder que trata de imponerse sin convencer. Allí
donde, en la Iglesia, se inicia el desarrollo del cáncer de un poder humano,
éste ―imperceptible al principio, pero irremisiblemente― tiende a
secuestrar y pervertir la misión espiritual confiada por Cristo,
substituyéndose por un reino de este mundo: la predicación se trueca en
propaganda; el apostolado, en política; los éxitos, en estadísticas, y la
esperanza se substituye por la seguridad mundana de las riquezas, por doquier
reverenciadas. Las bienaventuranzas quedan lejos, como pocsía menos que
medieval. |
En
nuestra época, cuando todo se somete a debate, sin excluir a la Iglesia, de
la que unos, aun llamándose creyentes, "pasan" de ella; otros
expresan su adhesión soñando con cruzadas, aunque sean sólo de palabras y
papel; y otros se declaran contrarios y la miran como estorbo del progreso
humano, si ella no se resigna a cultivar sentimentalismos enajenantes, o
mitos que substituyen a Cristo en nombre de Cristo, o a organizar efímeros
triunfalismos. Si la Iglesia cediera, los poderes del mundo no tendrían
dificultad en reconocerle la apariencia, por lo menos, de un cierto poder
compartido, y codearse con ella, con la tácita condición de que no denunciara
las injusticias, expolios, esclavitudes y dominios contra el derecho de las
personas y de los pueblos, para ser, frente a las opresiones, «la voz de los
que no tienen voz», y se atreviera a instruir a los ignorantes y concienciar
a los débiles, para que defiendan y se defiendan, ni que sea pacíficamente,
exigiendo el reconocimiento de su dignidad y de sus derechos. En estos casos,
los poderosos que pretendían comprar la mudez de la Iglesia, y cegar la
inteligencia de sus mejores hijos, desatan, primero las amenazas y {10 (106)}
luego la persecución, acusándola de política cuando los "políticos"
son ellos. |
Son
para meditar un par de sucesos recientes de la crónica diaria, que enseguida
sepulta el olvido. El primero de ellos se refiere a México, cuyo gobierno,
como se sabe, hace poco reconoció a la Iglesia, acabando así con una larga
simulación que, desde la persecución del presidente Calles, ignoraba su
presencia y no se le reconocía, por tanto, ningún derecho ni propiedad ni
domicilio. Pues bien, ya han aparecido grupos de extrema derecha que amenazan
de muerte a los jesuitas, de modo parecido a como ocurrió en El Salvador
antes del asesinato del P. Ellacuría y sus compañeros, avanzados en la
predicación del Evangelio y en defensa de los más pobres. |
Otra
extrema derecha, esta vez en Italia, representada por la presidenta de la
Cámara de los diputados, Irene Pivetti, de 34 años, hace una exaltación del
poder político, a partir del cap. 13 de la carta de s. Pablo a los Romanos,
que dice: «toda autoridad procede de Dios». Lo cual, sin matices, conduciría
sin más a la teocracia, a un fundamentalismo que haría depender y sometería
el Estado a Dios o a sus representantes. Esta rotundidad pertenece al orden
escatológico. Mientras tanto es indispensable recordar el ejemplo de Cristo,
que vino a servir y no a ser servido (Mc 10, 45; recordar asimismo la escena
del Cenáculo (Jn 13, 13-15); evitar el despotismo (Mc 10, 42; Lc 22, 25);
purificar la autoridad del énfasis del dominio (1 Pe 5, 2...). El reino de
Cristo «no es de este mundo» (Jn 18, 36). Y, sobre todo, al implicar a Dios,
recordar a Elías (1 Re 19, 11-13), para quien «Dios no estaba ni en el fuerte
viento, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en la tenue brisa». |
Menos
cruzadas, menos dictaduras, menos "política" y menos estilos ajenos
al Evangelio. Y no estragar la literalidad aislada de los textos sagrados,
para que nos den la razón, sino contextuarlos para ser iluminados por su
razón total. En caso contrario se verifica lamentablemente el conocido axioma
de que «lo que prueba demasiado no prueba nada» ―«quod nimis probat
nihil probat». |
El
hombre es capaz de cometer errores, pero puede librarse de permanecer en
ellos y, además, aprender de los mismos. |
Karl
Popper (1902-1994) |
{11
(107)} |
5.
Dos sonetos de san Felipe Neri |
·
Se l'Anima ha da Dio l'esser perfetto, |
Sendo,
com' creata in un istante, |
E
non con mezzo di cagion cotante: |
Come
vincer le dee mortal oggetto? |
·
LA've speme, desio, gaudio, e dispetto, |
La
fanno tanto da sè stessa errante, |
Si
che non veggia (e l'a pur sempre innante) |
Chi
bear la potria sol con l'aspetto. |
·
Come ponno le parti esser ribelle |
Alla
parte miglior, no consentire: |
E
questa servir dee, commandar quelle? |
·
Qual prigion la ritien, ch' indi partire |
Non
possn, e al fin col piè calcar le stelle, |
E
viver sempre in Dio, e a se morire? |
|
·
Si de Dios viene al alma el ser perfecto |
siendo,
como es, en un instante oreada, |
no
por medio de causa limitada, |
¿cómo
puede vencerla un vil efecto? |
·
Ansia, gozo, temor, mezquino afecto |
la
hacen estar de sí tan apartada, |
que
no ve el solo, estando de él creada, |
que
feliz puede hacerla con su aspecto |
·
¡Cómo las luces racionales bellas |
a
su pasión las tiene obedeciendo, |
si
ésta debe servir, mandar aquéllas! |
·
¿Qué prisiones la impiden que subiendo |
vuelo,
y no pare hasta pisar estrellas, |
y
viva siempre en Dios, a sí muriendo? |
{12
(108)} · Amo, e non posso non amarvi, quando |
Resto
cotando vinto dal desio, |
Che'l
mio nel vostro e'l vostro amor nel mio |
Anzi
ch' io in voi, voi in me ci andiam cangiando, |
· E
tempo ben seria veder il quando, |
Ch'al
fin io esca d' esto carcer rio, |
Di
così folle e cosi cieco oblio, |
Dov'io
trovo e di me stesso in bando. |
·
Ride la terra e 'l cielo e 'l sole e a rami, |
Stan
queti a venti, e son tranquille l'onde, |
E'
l gol mai si lucente non apparse: |
·
Cantan gli augei. Chi dunque è che non ami |
E
non gioisca? ― Io sol: che non risponde |
La
gioja a le mie fonze inferme e scarse. |
|
·
Amo, y dejar de amar no puedo, estando |
a
tal grado vencido del deseo, |
que
mi amor en tu amor, o al revés, veo |
andar,
como tú en mi, yo en ti, cambiando. |
·
Ya sería tiempo de saber el cuándo |
saldré
yo libre de este encierro feo, |
de
este tan loco y ciego devaneo, |
en
que vivo, y de mí tan lejos ando. |
·
Se burlan cielo y tierra, sol y plantas, |
quietos
están los mares y los vientos; |
el
firmamento enciende luces tantas; |
·
las aves cantan: ¿quiénes no contentos |
están
y sin amar? Yo solamente, |
para
tal gozo enfermo, insuficiente. |
{13
(109)} |
6.
Como gusano escondido |
DOS
COSAS aborrecía sobremanera san Felipe Neri: una contraria a la vocación del
hombre a relacionarse con los demás, y la otra porque falsificaba la vida de
cada ser humano, incluida su relación con Dios. Eran la murmuración y la
mentira. Desde el punto de vista espiritual hacían imposible cualquier
proyecto de perfección cristiana, que el Santo siempre establecía, para sus
hijos espirituales, en la obediencia, la humildad y el desprendimiento. |
Advertía
que, si alguien llegaba a la Congregación y, aun en lo más pequeño, murmuraba
y se mostraba más inclinado a juzgar que a obedecer y aprender, debía ser
despedido cuanto antes, porque tampoco perseveraría y, además, podría desviar
a otros y dañaría la paz de la casa. La murmuración, como gusano escondido en
el interior de la fruta de la que se alimenta, corroe y destruye las
comunidades, divide las familias y arruina las amistades. |
Se
recrea hablando mal del ausente, sin aportar remedio alguno a los males
verdaderos o imaginarios que se complace en censurar. Suele proceder de la
envidia y del resentimiento, a la vez que descuida el atender a la propia
perfección ocupándose, sin misión para ello, de la de los demás, cuyos
defectos agranda para que reluzca la apariencia de la propia virtud. Hay
quienes "necesitan" que los demás sean malos para ser ellos buenos
al establecer la comparación. |
En
cuanto a la mentira, a san Felipe le disgustaba la lisonja y adulación,
porque es interesada falta de sinceridad y de sencillez con quien se habla,
en contra del estilo y llaneza que quería para los del Oratorio y para los
fieles que acudían para ser guiados rectamente en la vida espiritual. No
cedía, tampoco, al engaño de los aficionados a milagrerías, visiones
sobrenaturales o singularidades devotas, que sirven o pueden impresionar a
los ignorantes, pero que proceden de la escondida vanidad de los falsos
espirituales; de modo parecido ironizaba sobre los que van de una iglesia a
otra, o conversadores de sacristía, de un sacerdote para otro, llevados de la
curiosidad, pero que nunca se comprometen más allá de adornarse como devotos.
Hablan de Dios, de la Iglesia, les gusta parecer y aparecer; pero de ellos
podría decirse, con san Felipe, que «llevan su santidad en la suela de los
zapatos, de andar de un lugar para otro», y recordar que «el que se entrega a
Dios, se entrega a él del todo». |
{14
(110)} |
7.
DANTE ALIGHIERI Y SAN FELIPE NERI |
PLANTEAR
la hipótesis de una relación entre Dante (1265-1321) y san Felipe Neri
(1515-1595) puede parecer excesivamente convencional, pero no resulta ni
mucho menos inverosímil, aunque el primero pertenezca, en el tiempo, al
declive de la baja edad media —que de algún modo sintetiza―, mientras
que san Felipe ya está de lleno en el Renacimiento. En todo caso, nunca será
ocioso el esfuerzo por enmarcar a nuestro Santo en el contexto histórico y
cultural por el que fue influido, en su fisonomía y su espíritu. |
Tenemos
indicios, y hasta datos, que nos delatan el influjo humanista, a partir
especialmente de su florentinidad, a la que nunca renunció, y tres nombres
sobre los que vehiculan esas huellas: sobre todo Dante y Petrarca
(1304-1374), y también Boccaccio (1313-1375), además de florentinos,
creyentes y críticos de la sociedad у de la Iglesia de su tiempo, si
bien Felipe no siempre compartiría sus planteamientos, que resolvería a lo
divino. |
Pero
centrémonos en Dante. Hay un detalle, cuya relevancia conviene no exagerar y
que sólo podría tener algún interés para un análisis de psicología doméstica,
en {15 (111)} la infancia de ambos: nos referimos al paralelo de la orfandad
materna en ambos y el haber tenido, cada uno, un hermano y dos hermanas.
Mayor importancia tuvo, para uno y otro, aunque no por las mismas razones, el
haber sido forzados a abandonar Florencia, il nome del bel fior ch' io sempre
invoco e mane a sera. Dante esperaría en vano poder regresar luego de sufrir
una injusta pena, la del destierro y de la pobreza, desde que los ciudadanos
de la bellísima y famosísima hija de Roma, Florencia, decidiera arrojarme
fuera de su dulce seno. Y añade con amargura: Yo he sido como un barco sin
vela, arrastrado por el viento seco que levanta la dolorosa pobreza, y
vilipendiado (Conv III). La razón de san Felipe, en cambio, no fue política,
sino la ruina de su hogar y el deseo de los suyos de proporcionarle mejor
porvenir, que la Providencia se encargó de purificar y convertir en
espiritual, en vocación a la santidad y amor a la Iglesia, necesitada de
reforma, pero a partir de cada cristiano. |
Felipe
tampoco regresó jamás a Florencia, cuyo nombre asociaba a tristes recuerdos,
pero no a menos amor, ya que siguió confesándose siempre natione florentinus,
como Dante, y en Roma se movió entre sus connacionales (la familia Caccia,
los dominicos de la Minerva, el barrio de vía Giulia, San Juan de los
Florentinos...). |
El
ideal de Dante |
EL
IDEAL o, mejor dicho, la utopía política de Dante se puede resumir en dos
palabras: asegurar que los mortales vivan en PAZ y con LIBERTAD, y lograr, de
este modo, la felicidad para todos en la vida presente, mientras caminan
hacia la del cielo (conf. Mon 3, XIV), dispuesto todo por la Providencia. |
{16
(112)} Pasamos por alto las rivalidades entre güelfos (partidarios del papa)
y gibelinos (partidarios del emperador), y aun otras subdivisiones, y nos
puede bastar tener en cuenta (prescindiendo de la originaria romanidad, de la
que estaban justamente orgullosos los florentinos, y de su historia durante
la alta edad media): por un lado la fuerte personalidad de la condesa
Matilde, muerta en 1115 y, por otro, el propio Dante. Ambos quisieron siempre
para Florencia la paz, la libertad y la prosperidad. La solución güelfa,
iniciada por la condesa Matilde, quería, en realidad, lo mismo que la
gibelina defendida, dos siglos más tarde, por Dante en su libro Monarchia. |
En
la lucha contra las investiduras, la condesa Matilde se había puesto de parte
del papa (Gregorio VII) y había dejado, a su muerte, bienes y derechos
políticos al papado, negando de este modo las pretensiones del emperador.
Aunque éste buscó apoyo entre los feudatarios del condado, los ciudadanos
florentinos, concienciados en pro de la propia independencia, frustraron los
intentos imperiales, con lo cual la ciudad estaba abierta al autogobierno y
comenzaba una nueva era a cuya aparición contribuyó la Iglesia, la cual había
creado las bases de la madurez política. Y a nadie pudo sorprender que, un
día, Jesucristo fuese proclamado Rey del comune o repubblica de la ciudad de
Florencia. La invención del régimen comunal no pertenece a los florentinos,
pero en Florencia fue donde tuvo su mejor expresión y desarrollo. Los laicos,
reunidos en forma parlamentaria, intervenían en la organización eclesiástica,
nombraban o confirmaban a sus párrocos, administraban la economía y defendían
los intereses eclesiásticos contra los abusos y usurpaciones de los señores
feudales circundantes. |
El
feudalismo había terminado. Además, tuvieron la suerte de ser pastoreados por
excelentes obispos, y franciscanos y dominicos completarían la labor en la
que les habían precedido los monjes benedictinos de San Miniato sul Monte,
que acertaron a transmitir, en amplios sectores de la ciudadanía, el sentido
comunitario de la responsabilidad y el amor a la propia ciudad. |
El
péndulo de la historia |
COMO
el corazón del hombre, la historia, de la que él es el protagonista, bascula
alternativamente de un lado a otro. Las ciudades del centro de Italia
ensayaron algunas formas de federación para defenderse mutuamente de la
amenaza de absorción y asedio de → {17 (113)} los grandes: imperio o
papado. Estas federaciones no tuvieron eficacia, además, porque surgían
rivalidades y prepotencia entre ellas mismas. |
En
realidad, el papado, que es quien estaba más cerca, invadía la autonomía de
las ciudades, ya para defenderlas del celo imperial, ya ―las más de las
veces― para defenderse a sí mismo. Esto amenazaba y hasta quebraba la
paz y recortaba las libertades. Pese a lo cual el progreso de estas ciudades
estado no se detenía; pero tal prosperidad, especialmente de Florencia
―el humanismo precede al Renacimiento y éste nace en la ciudad florida
a orillas del Arno―, despierta envidias y codicias. Si tuviéramos que
usar palabras del papa Pablo VI, diríamos que, en aquel siglo, el manto de la
Iglesia se manchó con el lodo recogido por los caminos de este mundo. Además,
nada bueno auguraba el influjo prepotente del clero francés y menos la deportación
de la corte papal a Aviñón ―L'empia Babilonia ond' è fuggita / ogni
vergogna... (Petrarca, Canz 114)—. Dante levanta la voz y, sin olvidar el
bien de la Iglesia, pero pensando principalmente en la paz y libertad de
naciones, reinos y ciudades, especialmente de su bel fiore, Florencia,
postula una clara diferenciación de competencias, que imponga orden y respeto
a todos y, entre los años 1310-1314, escribe Monarchia, movido posiblemente
por el anuncio de que Enrique VII va a bajar a Italia. |
Para
salvar la libertad y la paz es preciso que el papado presida el universo de
lo espiritual, sin ser interferido, y que un emperador lo haga del universo
político, no en el sentido que los Borbones franceses practicaron en casa y
luego exportaron fuera, no para construir una unidad uniforme, sino una unión
que ordena lo diverso: Las naciones, reinos y ciudades poseen cualidades
propias, que conviene regular con leyes diferentes (Mon 1, XIV), dado que el
género humano vive tanto mejor cuanto mayor es su libertad (Id 1, XII). Y
exclama Dante con el salmista: ¡Cuán bueno y agradable es que los hermanos
convivan unidos! (132, 1). Una autoridad justa que acalle las voces de los
sembradores de odios y contenga a los vecinos que amenacen la felicidad ciudadana. |
Ni
que decir que la utopía de Dante necesitaría ser reelaborada, pasados ya
siete siglos de su aparición, y, todavía en nuestros días, tropezaría con los
escollos permanentes del Derecho internacional, escandalosamente escarnecido
cuando no supone un provecho inmediato para quien tenga que custodiarlo o
imponerlo. Por desgracia, reconoce el mismo Dante en el Convivio (4, 12) que
el rico y poderoso no son {18 (114)} más buenos por su riqueza o su poder,
porque la codicia crece con el aumento de la riqueza. Y estos versos de la
Comedia: Ahi, Costantin, di quanto mal fu metre, / non la tua conversione, ma
queJla dote / che da te prese il primo ricco patre! (Infer XIX, 115 ...
): ¡Ay, Constantino! ¡De cuántos males fuiste origen, no por tu conversión,
sino por aquella dote que de ti recibió el primer papa rico! Dante no
desmentía su educación franciscana, aunque también frecuentó Santa Maria
Novella, de los dominicos, para estudiar a los clásicos y a santo Tomás,
además de la universidad de Bolonia. |
Dante
era un cristiano sincero Y culto, como demuestra cualquier página de sus
obras y la coherencia de su vida. No sólo en su máximo' exponente, la Divina
Comedia, totalizadora de su pensamiento, de su juicio y concepto del mundo,
de su religiosidad, de su genio poético y de toda su sabiduría y esperanzas.
Le siguen el Convivio, Vita Nuova, también en italiano, con otros escritos
menos importantes, y Monarchia y De vulgari eloquentia. |
Incidencia
en san Felipe |
PERO
no nos olvidemos de nuestro san Felipe, nacido 194 años después de la muerte
del príncipe de los poetas italianos y cristianos, y preguntémonos si conoció
las ideas de Dante y si acaso leyó o tuvo noticia de la Comedia. La respuesta
no puede ser tan explícita como si se tratara de Iacopone da Todi
(1230-1306), el más importante poeta cristiano hasta que Dante le superaría
consagrando magníficamente el valor literario de la lengua italiana, aunque
Petrarca reprochara a Dante el no haber usado la lengua latina para tan gran
poema; Boccaccio, en cambio, lo aplaudió, y le valió un cierto grado de
conversión espiritual. |
No
podemos sustraernos, en todos ellos, del común amor a Florencia, a partir del
cual surgen las verosímiles conjeturas. Todos los florentinos, gente
despierta, activa, austera y creativa, conocían bien su historia y sin
ambages juzgaban la inmoralidad de los grandes del mundo y se reían de sí
mismos, cuando ocurría, como hacía Boccaccio con descoco, o il pievano
Arlotto inocentón y alla buona, preferido por san Felipe. |
Del
amor y espíritu a su ciudad Felipe se llevó el amor a la libertad, el énfasis
de la autonomía de que impregnó su obra; el sentido de lo bello. En Felipe ya
no valían ni güelfos ni gibelinos: ni papas políticos ni emperadores
demasiado cristianos. Además, junto al recuerdo de las {19 (115)} historias
pasadas, y no tan lejanas, que le contarían los suyos ―su padre pudo
contemplar la ejecución de Savonarola, en 1498— podía juntar el gran
escándalo de todos los florentinos, cuando en Bolonia, en 1529 ―Felipe
tenía catorce años―, los dos poderes temidos y en lucha hasta entonces
se avenían para sofocar a Florencia: Carlos V era coronado emperador por el
papa Clemente VII, y sus dos hijos bastardos respectivos (Margarita y
Lorenzo) se unían en matrimonio y señorearían Florencia. Era la total
claudicación del papa ante el emperador, que establecía fortificaciones cerca
de la ciudad para disuadir cualquier intento de resistencia o rebelión, si no
hubiese bastado ya el precedente saqueo de Roma por las tropas alemanas
capitaneadas por Frundsberg ―Carlos V no se fio de mandar soldados
españoles para tal menester―, que asedió al papa, encerrado en el
Castel Sant'Angelo mientras la soldadesca profanaba San Pedro. Se prometió
una pacificación para Florencia, a cambio de la rendición, y no se cumplió,
porque hubo condenas a muerte, deportaciones, confiscación de bienes, y días
y noches de terror. Felipe era apenas un adolescente. Poco más tarde
abandonaría Florencia, como es sabido, camino de San Germán; al pasar por
Roma pudo contemplar los estragos del saqueo. Lleno de tristezas llegó a la
casa de sus parientes, en San Germán, dejando muy atrás su amada y hermosa
ciudad humillada por tantas desventuras políticas. Era la hora de los
imperios, y ni la estrenua y piadosa condesa Matilde, ni la opuesta utopía de
Dante, ni el espiritualismo de Savonarola, ni la astucia realista de
Machiavelli habían servido para salvar para siempre el ideal de libertad
florentino y la seguridad de la paz. El último, Machiavelli, murió olvidado,
pero sirvió sólo a los poderosos de siempre y dio paso, con Hegel, a la razón
de estado y a los absolutismos, hasta la contradicción de encubrir los abusos
y violencias con el nombre cristiano, denunciado ya por Dante en el Infierno
(XXII, 85...), cuando señala a los nuevos fariseos. |
A
pesar de todo, Florencia había repetido el milagro de la antigua Grecia,
todavía no multiplicado de nuevo. |
La
lectura pública de la Divina Comedia |
EN
1472, es decir, más de cuarenta años antes de que naciese san Felipe, ya
circulaba la Divina Comedia impresa. Pero es que {20 (118)} hacía más de un
siglo (en 1351) que el Comune fiorentino había encargado a Boccaccio el
comentario, en lectura pública, de la obra de Dante. En Florencia pasó
Boccaccio el resto de su vida, hasta la muerte que ocurrió en 1375. Acabó
siendo un auténtico especialista sobre Dante, de quien escribió la primera
biografía. |
Esta
lectura pública comentada no constituía ninguna novedad sorprendente; pues en
otras ciudades y especialmente en Florencia, se tenían en las iglesias una
especie de catequesis de adultos en las que se explicaban los resúmenes
enciclopédicos de los saberes escolásticos, con el propósito de racionalizar
o sistematizar la exposición de las enseñanzas de la Iglesia. Se hizo con el
Convivio y con otros libros de ciencia compuestos en rima, durante el siglo
XIV, y también con la Divina Comedia, tomada como poema didáctico,
estrictamente tomista, rico en referencias históricas conocidas, al alcance
de los florentinos de mediana cultura, como conviene considerar al mismo
padre de Felipe, o al Maestro Chimenti, en su primera escuela de niño, y no
digamos a los dominicos de San Marcos. Esas lecturas comentadas que se tenían
en las iglesias florentinas, tendrían que ver con i ragionamenti sul libro,
propio de las primeras reuniones del Oratorio. |
San
Felipe poeta |
PERO
hay más. Felipe, por lo menos en su juventud, componía poesías, en las que
descubrimos las huellas del dolce stil nuovo, que contrasta con la voluntaria
ingenuidad franciscana, preferida por él, de Iacopone da Todi. El dolce stil
nuovo cristaliza en Petrarca, poeta exquisito, platónico, crítico de Dante,
pero admirándole hasta la emulación; podría establecerse un cierto
paralelismo entre los dos, en más de un aspecto. Petrarca representa una cima
en la literatura italiana, pero no adquiere la cósmica grandeza humana y
divina de la Comedia de Dante; su Canzoniere, especialmente los sonetos,
siguen siendo un modelo de perfección y armonía conceptual y formal. Felipe,
sin duda quiso imitarle a lo divino. ¡Lástima que nuestro Santo mandara
quemar sus papeles y poesías antes de morir! Sin embargo, las pocas que se
salvaron nos bastan para nuestra tesis que podemos apoyar en uno de los
sonetos ciertamente perteneciente a la pluma de Felipe, aquel que comienza Se
l'anima ha da Dio l'esser perfetto... El estilo es petrarquiano, pero el
último terceto se remonta a las estrellas {21 (117)} ―calcar le
stelle―, como Dante al final de cada uno de los últimos cantos del
Infierno, Purgatorio y Paraíso, en la Divina Comedia. |
Hay
también una jaculatoria, la primera que los biógrafos de Felipe Neri ponen en
la lista de sus preferidas, porque decía el Santo que resumía toda la
grandeza de María, a pesar de su brevísimo enunciado ―«¡Virgen y Madre,
Virgen y Madre!»— que es la invocación con la cual Dante inicia el último
canto de su obra: |
«Vergine
madre, figlia del tuo figlio, |
umile
e alta più che creatura, |
termine
fisso d' eterno consiglio, |
tu
se' colei che l' umana natura |
nobilitasti
sì che 'l suo fattore |
non
disdegnò di farsi sua fattura». |
Petrarca
también termina su Canzoniere con su célebre canción de alabanza a María:
«Vergine bella... figlia e madre...» ¿Lo tomaría de Dante? |
Alguien
que, como Felipe, se atreviera a escribir sonetos, no podía desconocer a
estos poetas. |
Se
ha dicho que, si Dante hubiese conocido a san Felipe Neri, habría reunido
para él, las dos alabanzas que en el Paraíso (XI 38-40) dedica
respectivamente a san Francisco y a santo Domingo: |
«L'un
fu serafico in ardore; |
l'altro
per sapienza in terra fue |
di
cherubirica luce uno splendore». |
La
literatura y las artes se proponen expresar las disposiciones naturales del
hombre, sus problemas, sus tentativas por conocerse mejor a sí mismo y al
mundo y por superarse; ponen todo su interés en descubrir la situación del
hombre en la historia y en todo el universo, en presentar claramente las
miserias y alegrías de los hombres, sus necesidades y recursos, y en
bosquejar un mejor porvenir a la humanidad. |
Este
mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la
desesperanza. |
Vaticano
II, GS, 62; Mensaje a los artistas, 4 |
{22
(118)} |
8.
III Centenario del Oratorio de Alcalá de Henares |
EL
DÍA 4 de noviembre de 1694 se fundaba el Oratorio de Alcalá de Henares,
después de laboriosas gestiones llevadas a feliz término por don Martín de
Bonilla y Echeverría. Puede decirse que este Oratorio nacía del espíritu de
la «Escuela de Cristo» establecida en Madrid (1658), en la cual Bonilla había
sido muy próximo colabora dor con el venerable Juan de Palafox y Mendoza
(conf. «Laus», nº 225, nov. 1985). Entre las bien fundadas razones alegadas
por don Martín de Bonilla, incluidas en el memorial que acompañaba su
petición, indicaba que Alcalá era una ciudad universitaria a la que acudían
muchos profesores y estudiantes. En realidad, entre los primeros miembros del
Oratorio complutense, que merecen ser nombrados, figuran el P. Francisco
Burgalés, constructor de la iglesia, el P. José Martínez Manibardo, impulsor
de su rica biblioteca (que conserva incunables y que fue predilecto lugar de
retiro y estudio de don Miguel de Unamuno), y el P. Francisco Blas Pulgarón y
Casas, a quien se debe la construcción de la residencia de la comunidad;
todos ellos eran profesores de la Universidad de Alcalá. Entre sus más
recientes miembros no podemos omitir al benemérito P. Juan José Lacanda y
Zalvidegoitia, muy popular y tenido por santo por cuantos le conocieron. |
La
celebración de este III Centenario se anticipó al 26 de mayo de este año en
curso, solemnidad de N. |
P.
S. Felipe Neri, en la que presidió la Eucaristía el primer obispo de la
recién creada ―o "recreada"— diócesis de Alcalá de Henares,
mons. |
Manuel
Ureña y Pastor, quien además bendijo una hermosa imagen del Santo, esculpida
en piedra, y colocada en la apuesta hornacina del muro principal de la
iglesia del Oratorio, cara a la plaza ahora llamada del Padre Lacanda. |
Se
inauguró, además, una exposición y el Museo estable con el Patrimonio
Artístico del Oratorio. Este III Centenario también ha sido motivo para otras
restauraciones de la casa e iglesia, en las que se ha empleado el buen gusto
y la diligencia de su actual Prepósito, el M. |
R.
P. Jacobo Bolek. |
Ad
multos annos! |
|