Publicación
mensual del Oratorio. |
Núm.
298. ENERO — FEBRERO. Año 1995 |
0.
SUMARIO |
LLAMADOS
a la vida, habría un modo de estar en el mundo casi vegetativo y de movernos
en él, ni libres ni esclavos, pero sí despersonalizados de nuestra condición
cristiana, somnolentes y dejados llevar por la corriente de lo más fácil o
placentero, degradando, al fin, la razón última de existir, vueltos al
paganismo. Pero la vida de los hijos de Dios, ya en la misma tierra, está
llamada a la trascendencia, más allá de sí misma, para que se pueda convertir
en respuesta gozosa y agradecida a quien nos la dio. En el fondo, se trata,
como en los primeros seguidores de Cristo y en los santos, de una respuesta
de la fe en Dios y en su amor, que concierne a todos los bautizados. |
PARA
LA UNIÓN DE LAS IGLESIAS |
FE |
NEWMAN
Y CONGAR |
LOS
INTERESES CREADOS Y SAN FELIPE NERI |
«EL
SANTO DE LA ALEGRÍA» |
EL
SEGUIMIENTO DE CRISTO Y EL ORATORIO |
SEBASTIÁN
VALFRÈ |
{1} |
1.
Tiempo de oración: PARA LA UNIÓN DE LAS IGLESIAS |
Dios
mío, creador del hombre, que sólo has podido recibir una alabanza digna
―o menos indigna― multiplicando las especies, las razas y las
naciones; que de esta manera, no sólo has manifestado una parte de tu gloria,
sino toda la riqueza de tu creación y, principalmente, de tu criatura
racional; que quisiste que tu Iglesia, desde sus mismos orígenes, hablara
todas las lenguas, y no para que perturbara la expresión de la verdad, ni,
con mayor motivo, para que no falseara la verdad misma, sino para que la
verdad, que sólo la Iglesia debe proclamar, fuera entendida por cuantos
hombres la oyeran: te pedimos que ensanches nuestros corazones para que
sepamos hacernos comprender por los hombres y también nosotros les
comprendamos a ellos, a todos ellos. Dios mío, me doy cuenta de mi pequeñez y
pobreza, pero tú puedes dilatar abrir mi corazón para que alcance la medida
de las necesidades del mundo. Esas necesidades que no se ocultan a tus ojos;
que son muchas, y más de las que yo pueda conocer bien y expresar. Señor,
danos muchos obreros y, sobre todo, obreros que se presten al trabajo con un
gran corazón. Porque el tiempo apremia y hay mucho trabajo por hacer.
Trabajos inmensos, misiones desproporcionadas para hombres como nosotros. |
¡Ayúdanos,
Señor: ensancha, purifica, organiza, inflama, llena de prudencia, aviva
nuestras pobres almas! |
Yves
Congar 2 |
{2} |
2.
Fe |
LA
BIENAVENTURANZA de la pobreza inaugura el «Sermón de la Montaña»; pero no es
la primera bienaventuranza del Nuevo Testamento. La sola pobreza sin fe, está
muy próxima de la miseria, salvo que la remedie el amor cristiano, si
reacciona al reto que la provoca. De otro modo, la miseria tiene poco que ver
con la virtud. La primera bienaventuranza del Evangelio es la de la fe de los
que creen y confían en Dios y se someten a sus designios, cuyo contenido es
siempre de gracia y bendición. Esta bienaventuranza de la fe se estrenó en la
Virgen: «Bienaventurada tú, porque has creído». Por eso ella es la primera
cristiana e imagen de la Iglesia. |
La
pobreza del Evangelio es la prueba a que ha de ser sometido el cristianismo
sincero, es la piedra de toque infalible de la verdadera fe. Todo alarde de
fidelidad a Dios, al margen de la pobreza como virtud cristiana, es
degeneración farisaica, coloración de piedad, religiosidad desvanecida, o
sucedáneo supersticioso. |
La
creación entera trasluce la huella de Dios, de quien todo procede. Esta
visión de fe obliga a tratarlo todo, y tratarnos, con el respeto al Creador,
sin distraernos de quien es el fin de todo: el resto son medios. Como medios,
no pueden absolutizarse, no pueden dominarnos ni someternos, sino que,
pasando por ellos como tales medios, o pasando de ellos porque no pueden ser
nuestros fines, hemos de «poner sólo en Dios todo nuestro corazón», al modo
como la Iglesia, por la voz de la liturgia, nos recuerda y nos enseña a
pedirlo con insistencia. Cualquier pretensión que nos llevara a querer
instalarnos en un cielo anticipado, artificial, representaría una negación o
enfriamiento en la fe. De esta seducción nos libra, desde la inteligencia, la
fe, y desde lo sensible y práctico de la vida, la austeridad y el
desprendimiento. Sólo entonces somos libres para crecer en el amor. La
pobreza espiritual no representa un desprecio de lo creado, sino, por el
contrario, su valoración sopesada y justa, para situarnos, sin ataduras, en
la perspectiva de Dios. Sólo así, lo creado realza la gloria de Dios; sólo
así, el hombre, como diría san Ireneo, «es en la tierra la gloria de Dios»; y
el resto, providencia de Dios. |
{3}
Pero el espectáculo del mundo no nos ayuda cuando se nos representa como un
cielo en la tierra, al dinero como su dios, que tan a menudo proclama su
eficacia «para hacer el bien». Esta tesis en peligrosísima, porque sólo es
capaz de encender luminarias de paja, esplendor momentáneo. La historia e
pródiga en ejemplos ni pesar de no quererlo reconocer, cuando se trata de que
cada uno se los aplique a si mismo. |
La
vanidad organiza y difunde la propia fama, crea las apariencias de triunfo y
la búsqueda del aplauso temporal, para captar a indecisos y medrosos, y hasta
los cristianos somos tentados, y no siempre libres de pecado, confundiendo
evangelización con propaganda, apostolado con seducción, razón con fuerza, y
verdad con lo que avalan las estadísticas. Decimos que «a fin de bien», pero
olvidamos demasiado deprisa el ejemplo que Dios mismo nos dejó al entrar en
nuestra historia para inaugurar la misión que ahora hemos de cumplir, por
mandato suyo, como Iglesia, y precisamente como "su" Iglesia.
Reducimos, con frecuencia, la religión u problema político, y éste, más que
como preocupación por el bien público, lo valoramos, como poder de medro, en rivalidad
con el adversario que nos lo discuta o dificulte. Olvidamos que, con dinero y
poder, se pueden comprar votos, se pueden hacer favores para captar adeptos,
se pueden recomendar a amigos para comprometer gratitudes y hacer clientelas,
pero no se pueden hacer cristianos. Tal vez si asociaciones filantrópicas
dudosamente desinteresadas; o sociedades anónimas, o círculos culturales, o
gremios profesionales, o partido, o sindicatos; pero no cristianos. Solamente
es cristiano el que nace a la fe en Jesucristo. Esta fe no es un adhesivo,
sino fuerza divina que transforma. |
Dios
que quiso nacer pobre, que no se apoyó en los poderosos, ni en el aparente
rigor farisaico, si volviera ¿«encontraría todavía fe en la tierra»?
Seguramente sí, pero no en el fragor mundano, sino en los más humildes...
como la primera vez que vino. |
En
el transcurso de veinte años han muerto en todo el mundo, como mártires de la
fe, 280 cristianos, de los cuales la inmensa mayoría fueron religiosos y
religiosas, sin contar a otros muchos encarcelados y perseguidos; no obstante
que en la Iglesia, quienes profesan la vida de total entrega a Dios,
abrazando la radicalidad del Evangelio, representan una ínfima minoría del
0.12 por ciento del total. |
{4} |
3.
Newman y Congar, hombres de esperanza |
EL
PROFETA es un creyente que piensa en la eternidad, no como futuro, sino con
la fe que presentifica incluso el pasado y que es absorbida en la visión
totalizadora de Dios en quien todos los planos convergen, en síntesis
anticipada, que sólo el místico puede intuir y convertir en vida y talante.
La palabra "carisma" veces trivializada corresponde al profeta,
porque Dios lo suscita en las manifestaciones extraordinarias de sus dones,
para bien de toda la Iglesia, aunque los comunique por sólo uno o algunos de
sus miembros. El profeta siempre sorprende, como cuando Jesús hablaba el
sábado en la sinagoga de Nazaret y algunos no creían (cf. |
Mc
6, 1-6). Entre los que se resisten a creer no todos son culpables. Sucede, a
veces, que a los reticentes les falta, de momento, perspectiva. |
En
el Antiguo Testamento y en la historia de la Iglesia no faltan ejemplos de
incomprensión, y hasta el rechazo, e incluso de verdadera persecución. Esta
suele ser la cruz de los verdaderos profetas; pero también el crisol que los
ha purificado. |
No
hay profetismo de logros inmediatos. Lo contrario sería sospechoso. Los
profetas son hombres de esperanza, con la impaciencia serena, aprendida en la
de Abraham y los justos del A. T., que «vieron desde lejos los días del Señor
y se alegraron». Newman pensaría en estas palabras de Jesús cuando,
incomprendido, trabajaba por el Reino «con los ojos puestos en un día aún
lejano, en el que yo ya no estaré aquí», decía. |
Esta
reflexión nos parece oportuna a propósito de la elevación, casi póstuma, del
p. Yves Congar al cardenalato, ese sabio dominico, {5} anciano nonagenario,
inválido, pero lúcido, que dicta desde la cama y la silla de ruedas porque
todavía le quedan cosas por decir, después del tesoro de sus muchos escritos
en libros, revistas, conferencias, con el tema de la Iglesia siempre al
fondo, y con dos grandes pasiones en ella: el ecumenismo y los laicos, que lo
fueron también del oratoriano John Henry Newman, además de otras
coincidencias. A éste, para disipar cualquier sospecha, lo rehabilitó el papa
León XIII. A este papa verdaderamente extraordinario, cuando recién elegido
le preguntaron cómo sería su pontificado, respondió que lo verían al nombrar
a sus cardenales: |
el
primer investido de la púrpura cardenalicia fue precisamente Newman. De modo
parecido, al p. Yves Congar, lo rehabilitó el papa Juan XXIII cuando lo sacó
de la oscuridad y el silencio, llamándolo entre los primeros teólogos para
colaborar en el Concilio Vaticano II, ante la sorpresa de muchos que lo
creían descalificado. El gesto del actual pontífice Juan Pablo II es decoroso
y congruente con el que tuvo el inolvidable papa del Concilio. |
¿Cuál
fue el motivo de los recelos con que era juzgado Congar, y las limitaciones
que se le impusieron? No la desobediencia, sino la incapacidad para ser
comprendido por quienes le observaban desde perspectiva excesivamente
conservadora, desactualizada con la historia, con poca visión de futuro y
demasiado a la defensiva. |
Los
tradicionalistas? Él todavía lo era más cuando declaraba que el
tradicionalismo no puede mirar atrás y detenerse en Trento, sino llegar hasta
los tiempos del Evangelio y de los santos Padres, parecido, también en esto,
a Newman. Evolución, sí, para recuperar las raíces y lo que de ellas se
desprende, sin deformaciones. Cuando ahora recuerda aquella situación,
exclama: «El Concilio rompió con una presentación de la Iglesia excesivamente
jurídica; la Iglesia nos hacía, no la hacíamos nosotros... En los libros de
texto, en los documentos oficiales, e incluso en la catequesis, se presentaba
a la Iglesia totalmente hecha, desde arriba y por medios o caminos totalmente
determinados. El Concilio renovó la eclesiología... Es el Señor quien
construye la Iglesia, desde la encarnación». Como reflejo de la teoría de
Newman sobre el "desarrollo", Congar afirma que la Iglesia es,
también, "acontecimiento", porque «el Espíritu abre incesantemente
la vía del Evangelio, hacia adelante, en lo aún no sucedido en la historia;
es el principio de realización del misterio de Cristo hacia la escatología, y
avanza sin cesar». |
De
este modo la Iglesia sigue haciéndose {6} y purificándose, y las dificultades
le añaden prudencia en el desarrollo de su identidad, perseverando en la
esperanza sobrenatural, alentada por el Espíritu divino, con impulso, diría
Juan XXIII, «ya irreversible», para una Iglesia que es «pueblo de Dios y
comunión en la fe». |
Las
primeras dificultades que Congar tuvo con la jerarquía tenían que ver con su
celo ecuménico. Poco después sentó mal su interés y asistencia al movimiento
de los sacerdotes obreros, aunque protegidos por el entonces arzobispo de
París, el cardenal Suhard. |
Parecía
demasiada audacia y, por medio del general de su orden, la S. Sede le impone
su traslado a Jerusalén y luego a Inglaterra, en Cambridge, reducido a una
vida de silencio y estudio; pero puede volver a Francia gracias a la
intervención del obispo de Estrasburgo. |
El
llama a estos años de dificultades y exilio «tiempo de paciencia activa y de
esperanza paciente». |
Cuando
se inaugura el pontificado del papa Roncalli, cambia el panorama y, al
convocarse el Concilio, es llamado a Roma para trabajar en la preparación del
mismo. |
Luego
participará en él formando parte, a la vez, de cinco comisiones! Volcado en
el Concilio, multiplica su actividad de manera infatigable: conferencias,
artículos у {7} las crónicas quincenales en la publicación
«Informations Catholiques Internationales». Hombre que no puede ni sabe
perder el tiempo, lo administra como don precioso, del que hay que dar cuenta
a Dios. |
Quienes
le han conocido bien, y sus amanuenses, no saben si admirar más su sabiduría
y prodigiosa laboriosidad, o su gran personalidad humana y profunda
espiritualidad de creyente cristiano. Prisionero de los nazis durante la II
Guerra Mundial, pudo curtir su carácter y acercarse a la letra del Evangelio,
en el sufrimiento, el anhelo de paz y actitudes de perdón. |
De
algún modo, es un hombre que resume el Concilio, y se descubre su huella en
los principales documentos emanados de aquella magna asamblea. También, como
ha observado Christopher Hollis, Newman está presente en el Vaticano II, como
autor más citado, pero implícito, con una presencia espiritual a la que
aludió Pablo VI, con Jean Guitton, como al «gran Padre silenciado en el
nombre, pero presente en el pensamiento», durante el Concilio. |
No
ha faltado, en nuestros días, quien se ha ocupado, desde la crítica a la
síntesis, de señalar las coincidencias y el camino del desarrollo más
reciente en la teología de la Iglesia, entre Newman y Congar, ambos
imprescindibles para la comprensión del acontecimiento eclesial más
importante de apertura a la contemporaneidad histórica, añadiendo al preclaro
nombre de Yves Congar, los también importantísimos de Karl Rahner y Edward
Schillebeeckx. El dominico Aidan Nichols es quien ha reseguido los pasos del
desarrollo doctrinal, en la Iglesia, desde la época victoriana hasta el
Concilio Vaticano II. |
En
medio de las penumbras que a veces ensombrecen la imagen de la Iglesia y las
incomprensiones y dificultades de la fe, no faltan las necesarias luminarias
que facilitan los caminos de la verdad divina, abriéndose paso entre las
nuevas generaciones. Nombres que son una lección y un ejemplo, tanto para
moderar prisas como para descubrir los conatos de involucionismo, por lo
demás inevitables propios de todas las crisis de renovación y crecimiento. Es
preciso no detenerse, pero, al mismo tiempo, hay que saber andar manteniendo
la esperanza. La Iglesia crece, se desarrolla y se purifica. Incluso los
errores de los hombres contribuyen a este desarrollo. Las construcciones y
las apariencias de crecimiento rápido y fácil, esconden trampas o engendran
monstruos. |
Dios
se encarga de que todo crecimiento verdadero en el bien se haga desde la
humildad, y fuerza a {8} ello a quienes ama. El papa Juan Pablo II, a
mediados del pasado noviembre, exhortaba a pedir perdón, una vez más, por los
pecados que laceran la comunión entre los creyentes y por el empleo de la
intolerancia. Sí, a veces, la Iglesia, tan perdonadora y llamada a ejercer la
misericordia, también ha de perdonarse a sí misma. |
La
tradición. |
Es
como un ancho río, que ha atravesado siglos y, por consiguiente, historias,
hombres, pensamientos, reflexiones, y también errores, problemas, intentos de
respuesta a preguntas difíciles. |
Ese
río ha atravesado países y, por tanto, culturas. Por esta razón, cuando hoy
confesamos a Jesús Hijo de Dios, no confesamos tan sólo con la palabra de san
Juan, sino también con el pensamiento y la fidelidad de san Atanasio, del
concilio de Nicea, de san Hilario y de tantos otros. |
YVES
CONGAR |
Una
comunidad plenamente humana. |
EN
LA ACTUALIDAD, después de varias guerras, después de toda clase de crisis y
de violencias, la humanidad aspira a encontrar una forma de unidad viable.
Según la gran visión, a la vez científica, poética y religiosa, del Padre
Teilhard de Chardin, el movimiento de la historia es, en la época en que
estamos entrando, un proceso de "planetización". Se percibe un
espíritu de unidad, un alma que trabaja el mundo en busca de cuerpo o una
forma de existencia. |
Lo
que, nacido de los restos de la cristiandad y del movimiento de la historia,
busca ahora su rostro es una comunidad humana, que no sea sólo económica y
política, sino espiritual; una comunidad que quiere ser puramente humana,
pero también plenamente humana. Puramente humana, o, lo que es lo mismo,
basada únicamente sobre la verdad, sobre el derecho cuya afirmación implica y
respeta al hombre. Pero además plenamente humana, de modo que tenga en cuenta
esa relación trascendental a un absoluto que se alberga en el corazón de todo
hombre. Un absoluto que nosotros sabemos que es el de Dios y Padre de
Jesucristo. |
Yves
Congar |
{9} |
4.
Los intereses creados y san Felipe Neri |
EL
SEÑOR no pasa una sola vez por el camino de nuestra vida, sino que, con la
oferta de su gracia, la acompaña siempre. |
Pero
hay momentos decisivos en los cuales podemos distanciarnos voluntariamente de
él, aun sin perder del todo la fe, o, por el contrario, momentos en que el
pensamiento de Dios sorprende nuestra mente y se abre a un mejor conocimiento
de él. Cuando esto ocurre, pasamos poco a poco del conocimiento a la amistad,
admirados de su providencia que nos descubre un sentido nuevo y próximo de
todas las cosas y cuanto nos atañe. |
La
fe se hace incandescente en el alma, y pasamos de la amistad al amor, al
creer en el suyo hacia nosotros. Nos sentimos forzados a la gratitud, como
una correspondencia necesaria, pero ausente de amenazas; como una invitación
a compartir más cosas con él y en un sentido más elevado que el meramente
temporal. Una comunión de pensamiento y fusión de vida, o compenetración
interior de propósitos, ideales e intereses que exigirían fuerzas mayores de
las que disponemos y queremos consagrarle. Después de esto viene el deseo del
cielo, no como descanso de fatigas pasadas o de ansia de consuelos que sanen
todas las arideces, sino puramente para «estar siempre con el Señor», como
expresaba san Pablo. |
Podemos
hacer la descripción que precede si nos fijamos en los santos. Nosotros
pensamos en N. P. |
san
Felipe y lo imaginamos en aquel momento en que una gracia insigne le hizo
desprendido y libre para no aceptar el porvenir asegurado que le ofrecían
unos parientes ricos dispuestos a prohijarlo, puesto que no tenían
descendencia. |
Puede
parecer más espectacular, en san Felipe, algún hecho posterior, como gracias
de oración en las catacumbas, o generosidades altísimas con pobres y
enfermos, o poder de conversión a pecadores. |
{10}
Pero aquel desprendimiento inicial fue el principio de todo lo demás, hasta
llegar a la santidad. El precedente para que madurara cualquier don de Dios
al alma eran, según él, la humildad y el desprendimiento o pobreza, que es a
lo que el hombre, aunque se declare creyente, más se resiste. Accedemos a
Dios, muy frecuentemente, porque no nos explicaríamos el mundo y nuestra
propia existencia, sin el poder divino; pero, admitido esto, luego
organizamos nuestra vida, en el mejor de los casos, hasta el límite de evitar
una "condenación" eterna. No tenemos ideales, sino intereses,
creados por nosotros mismos, en los que Dios no debe entrar y, por si acaso,
intentamos aquietar la voz de la conciencia con pequeñas y miserables buenas
acciones meramente simbólicas, y siempre compatibles con nuestros «intereses
creados». Si un amigo o ¡un familiar!, nos confiara el propósito de hacer
algún gran desprendimiento, económicamente valorable, incluso que no le
afectara para seguir en su condición social, le consideraríamos loco de
remate, e intentaríamos hacerle «entrar en razón» (si el desprendimiento no
redundara en beneficio nuestro, claro está). |
Esos
dramas que tal vez hemos aplaudido cuando se nos han representado en la
escena, bien sea el teatro de Benavente, o en «La Muralla» de Calvo Sotelo, o
«La Ferida lluminosa» de Segarra, se repiten más de lo que parece a simple
vista, en tertulias de amigos y en confidencias de familia. En ésta, es el
marido que combate y se burla del consejo piadoso de la mujer;... o es ésta
que boicotea la verdadera piedad y sentido cristiano —y a veces la misma
conciencia de justicia― del marido. |
La
vanidad, el orgullo de clase o de ascenso social avariciosamente alcanzado
sofoca las almas, a las que Dios estorba. |
San
Felipe Neri, ya de joven, hizo muy bien. Lo mismo que otros santos. Y fue y
fueron más felices que los codiciosos, incluso en esta vida. ¡Y no digamos al
encontrarse con Dios, para siempre, en la otra! |
Únicamente
quien ha sufrido por mantener sus convicciones consigue, por ellas mismas,
una fuerza que no puede ser rechazada sin más, y el derecho de ser respetado
y escuchado. |
Yves
Congar |
{11} |
5.
El Oratorio: «EL SANTO DE LA ALEGRÍA» |
Carta
de Juan Pablo II a los Oratorianos en el IV Centenario de san Felipe Neri. |
CON
MOTIVO de la celebración del IV Centenario (1595-1995) de la muerte de san
Felipe Neri, florentino de origen y romano de adopción, me es grato dirigirme
a todos los miembros del Oratorio, para recordar el ejemplo de santidad de su
Fundador y para robustecer en cada uno el compromiso de la fe, el esfuerzo
del amor y la constancia en la esperanza (cfr. 1 Ts 1, 3). |
LA
AMABLE figura del Santo de la alegría sigue manteniendo intacto, también en
nuestros días, aquel encanto irresistible que ejercía en cuantos se le
acercaban para ser guiados en el conocimiento y experiencias aprendidas en
las auténticas fuentes de la alegría cristiana. |
Al
recorrer la biografía de san Felipe nos sorprende en verdad y nos encanta el
modo alegre y amable con que él sabía educar, descendiendo al nivel de cada
uno, con paciencia y comprensión fraterna. El Santo, como es sabido, solía
resumir sus enseñanzas en breves y sabias máximas {12} «Sed buenos, si
podéis: Escrúpulos y melancolía, no los quiero en la casa mía»; «Sed
humildes, no queráis figurar»; «El hombre que no hace oración es como un
animal sin habla»; y, llevándose la mano a la frente, decía que «la santidad
está en el espacio de tres dedos» (de racionalidad, de buen sentido). En la
ingeniosidad de estos y otros "dichos" podemos advertir la agudeza
y el conocimiento realista que había alcanzado en la comprensión de la
naturaleza humana y la dinámica de la gracia. Eran enseñanzas rápidas y
concisas en las que se transparentaba el tesoro de su experiencia acumulada a
lo largo de su larga vida, además de la sabiduría de un corazón habitado por
el Espíritu Santo. |
Tales
aforismos se han convertido, para la espiritualidad cristiana, en una suerte
de patrimonio sapiencial. |
EN
EL PANORAMA del Renacimiento romano, san Felipe aparece como profeta de la
alegría, que ha sabido conciliar el seguimiento de Jesús con la inserción
activa en la cultura de su tiempo, la cual, en tantos aspectos, mantiene
particular semejanza con la de nuestros días. |
{13}
El Humanismo centrado todo él en el hombre y en sus propias capacidades
intelectuales y de orden práctico, se erguía contra un malentendido
obscurantismo medieval, y se proponía la recuperación de un alegre frescor
vital, contenido en la misma naturaleza, liberada ésta de rémoras e
inhibiciones. Se presentaba al hombre casi como un dios pagano, situado, de
este modo, en una posición de protagonismo absoluto. Se producía, además, una
especie de revisión de la Ley moral, con el fin de buscar de nuevo la
felicidad, y garantizarla. |
San
Felipe, abierto a lo que reclamaba la sociedad de su tiempo, no rechazó este
anhelo de alegría, pero se empleó en señalar su verdadera fuente, que él
mismo ya había descubierto en el mensaje evangélico. Es la palabra de Cristo
la que ha diseñado el rostro auténtico del hombre, descubriendo los rasgos
que lo hacen hijo amado por el Padre, acogido como hermano por el Verbo
encarnado, y santificado por el Espíritu Santo. Son las leyes del Evangelio y
los mandamientos de Cristo que conducen a la alegría y a la felicidad: ésta
es la verdad proclamada por san Felipe Neri a los jóvenes que encontraba en
su cotidiana labor apostólica. Su mensaje era un anuncio deducido de la
intima experiencia de Dios, alcanzada principalmente a través de la oración.
Su plegaria nocturna en las catacumbas de san Sebastián, donde con frecuencia
se recogía, no era sólo una búsqueda de soledad, sino más bien el deseo de
mantenerse en coloquio espiritual con los testigos de la fe, los mártires, e
interrogarles, al modo como los eruditos del Renacimiento establecían un
coloquio imaginario con los Clásicos de la antigüedad: del conocimiento se
pasaba a la imitación y, de ésta, a la emulación. |
En
estas catacumbas tuvo lugar el prodigio ocurrido en la vigilia de Pentecostés
de 1544, cuando el Espíritu Santo prendió, con su amoroso fuego, en el
corazón de san Felipe; suceso que nos permite entrever la alegoría de las
grandes y divinas transformaciones obradas en la oración. Nuestro Santo nos
muestra que todo progreso fecundo y seguro en la formación de la alegría se
nutre y sostiene sobre una constelación de opciones mantenidas, que son la
oración asidua, la frecuencia de la Eucaristía, el redescubrimiento y
valoración del sacramento de la Reconciliación, el familiar y diario contacto
con la Palabra de Dios, el ejercicio de la caridad fraterna y de servicio, y,
finalmente, la devoción a la Virgen, modelo y verdadera causa de nuestra
alegría. No podemos olvidar la sabia y saludable {14} amonestación de san
Felipe: «Hijos míos, sed devotos de María; hacedme caso y sed devotos de
María». |
CUALIFICADO
SAN FELIPE, por antonomasia, como «el Santo de la alegría», debe ser
reconocido, además, como el apóstol de Roma 0, más propiamente, reformador de
la Ciudad eterna (que también se llama así, por su vinculación a la Iglesia).
Casi podemos decir que lo fue merced al natural desarrollo y maduración de
las respuestas dadas a las iluminaciones de la Gracia. Fue en verdad la luz y
la sal de Roma, en el sentido de las palabras evangélicas (cfr. Mt 5, 13-16).
Supo ser "luz" en aquella cultura ciertamente espléndida, pero con
frecuencia solamente iluminada por las luces oblicuas y rasantes del
paganismo. |
En
tal contexto social Felipe permaneció respetuoso con la Autoridad, devotísimo
al depósito de la Verdad, e intrépido a la hora de anunciar el mensaje
cristiano. De este modo llegó a ser fuente de luz para todos. |
No
eligió vivir como un solitario, sino que, al desarrollar su ministerio entre
las gentes del pueblo, se propuso ser también "sal" para cuantos se
le acercaban. A imitación de Jesús, supo descender hasta el fondo de la
miseria humana, lo mismo cuando ésta se remansaba en los palacios de la
nobleza, que la visible en las callejuelas más pobres de la Roma
renacentista. Era, una y otra vez, cireneo y conciencia crítica, consejero
iluminado y maestro sonriente. |
Puede
decirse, por esta razón, que no fue él quien adoptara a Roma, sino más bien
Roma quien le eligió y adoptó a él. Llegó joven a esta ciudad y luego,
durante más de sesenta años, vivió continuamente en ella, en un momento en el
que a vicios pasados le sucedía una generación de santos. Si andando por las
calles se encontraba a la humanidad dolorida, la confortaba y socorría con la
caridad exquisita de una palabra prudente y humana a la vez, mientras
prefería recoger a la juventud en el Oratorio, su verdadera invención. Con
genio creador hizo de él un lugar de encuentro gozoso, un ejercicio de
formación y un centro de irradiación del arte. |
Fue
en el Oratorio donde san Felipe, junto al cultivo de la religiosidad en sus
expresiones tanto habituales como innovadoras, se empeñó en la reforma y
dignificación del arte, reconduciéndolo al servicio de Dios y de la Iglesia.
Tan convencido estaba de que la belleza conduce a la bondad, que quiso
integrar, en su diseño educativo, todo aquello que tuviese una impronta
artística. Y él mismo se {15} convirtió en protector de las expresiones
artísticas, promoviendo iniciativas capaces de acercar a la verdad y al bien. |
Oportuna
y ejemplar fue la aportación que san Felipe supo dar a la música sagrada,
incitándola a elevarse por encima de los temas de fatuo
"divertimento", hasta alcanzar el valor de una obra en verdad
re-creadora del espíritu. Fue gracias al válido aliento prestado por él a
músicos y compositores, que varios de estos emprendieron una reforma cuyo
vértice más alto lo representó Pier Luigi da Palestrina. |
QUE
SAN FELIPE NERI, hombre amable y generoso, santo, casto y humilde, apóstol
activo y contemplativo, siga siendo el modelo constante para los miembros de
la Congregación del Oratorio. Él en verdad ha legado a todos los Oratorianos
un programa y un estilo de vida que, todavía hoy, mantiene una singular
actualidad. Las cuatro vertientes de humildad, caridad, oración y alegría
constituyen la base solidísima sobre la que se ha de apoyar el edificio
interior de la propia vida espiritual. |
Si
los discípulos saben seguir el ejemplo de su Fundador, los Oratorianos
continuarán desarrollando su importante misión en la vida de la Iglesia. Por
esta razón exhorto a todos los hijos e hijas de san Felipe Neri a mantenerse
fieles a su vocación oratoriana, buscando incesantemente a Cristo,
perseverando unidos a él, y convertidos en generosos sembradores de alegría
entre los jóvenes, tentados, a veces, por la desconfianza y el desaliento. |
Con
estos deseos me complace invocar la celestial protección de san Felipe sobre
toda la Comunidad Oratoriana y fieles a ella vinculados, expresando mi
cordial anhelo de que las celebraciones jubilares sean ocasión propicia que
estimule la profundización en el conocimiento de la figura y la obra de este
singular testigo de Dios, de quien tanto podemos aprender, todavía, los
cristianos comprometidos en difundir el Evangelio, en este siglo que ya
declina. |
Uno
a estos votos una especial Bendición Apostólica, que imparto de todo corazón
a los miembros de la Confederación del Oratorio, y a cuantos beben en las
fuentes de la espiritualidad del Santo de la alegría. |
Dado
en el Vaticano, a 7 de octubre de 1994. |
Juan
Pablo II 16 |
{16} |
6.
El Oratorio: Los nombres del seguimiento de Cristo y el Oratorio |
A
FORMA de vida que han adoptado aquellos cristianos que se han propuesto
seguir a Cristo desde la radicalidad evangélica, ha recibido diferentes
denominaciones tradicionales, algunas de las cuales la Iglesia ha retenido
como expresión técnica de un significado concreto. Cuando es así, la misma
Iglesia lo define y puntualiza, a pesar de que en las conversaciones
corrientes no siempre demos a los nombres el sentido estricto que
correspondería, o confundamos el aspecto canónico con el teológico y espiritual,
con cierta espontaneidad que no siempre oscurece los significados, pero que,
en determinados casos, conviene distinguir para evitar errores. |
Nos
vamos a referir a algunas de estas venerables denominaciones. |
Podemos
adelantar que ninguna de las siguientes expresiones puede hacernos olvidar
que, en la raíz de toda vida cristiana, cualquiera que sea la forma que
adopte, está siempre el fundamento del bautismo, sobre el cual se asienta
todo el edificio espiritual del seguidor de Cristo. |
Pero
también queremos decir que aquí nos referimos al "seguimiento de
Cristo" como respuesta a una "vocación" o llamamiento
particular del Señor que el cristiano percibe como la necesidad de una
entrega total, en un determinado modo o estado de vida, imitando a Cristo. La
expresión "seguimiento de Cristo" puede parecer demasiado genérica,
pero podría muy bien englobar todas las denominaciones de las respuestas
positivas dadas al citado llamamiento. |
Vida
angélica |
RECOGIDO
de la tradición de los primeros ascetas y vírgenes en la Iglesia primitiva,
Suárez, {17} en su tratado «De Religión», divide los "estados" de
los fieles en la Iglesia, en "dos órdenes": el común o de aquellos
que siguen la vida de los mandamientos, como los casados, y el de quienes
aspiran a una plenitud espiritual más alta y se abstienen aun de opciones
lícitas, y perseveran en la virginidad, o "vida angélica", como
ocurre con los religiosos. Vida que llama angélica por el predominio de una
elección espiritual mantenida de por vida. |
Pero
no sería exacto intentar excluir de la santidad a los casados. Una cierta
exageración dada al ideal de la "fuga mundi" (huida del mundo) con
sus ideales ceñidos a lo terreno, que ascéticamente debiera disponer a la
"sequela Christi" (seguimiento de Cristo), pudo hacer olvidar o
tener menos en cuenta que la "imagen de Dios" está, por naturaleza,
y todavía más en el orden de la gracia, en cada hombre, casado o célibe. Sin
embargo contribuyó positivamente a la especial estima de este estado de vida
en total castidad el ejemplo de Cristo y su invitación al celibato «por el
Reino de los cielos» (Mt 19, 12). Y también la elevación a misterio esponsal
que los santos Padres daban a la relación Cristo-Iglesia; relación evocadora
de la generosidad mayor y de la comunión con él y las almas. |
En
el libro, ya clásico, «La Escuela de San Felipe Neri, gran maestro del
espíritu», su autor, el oratoriano Giuseppe Crispino (1639-1721), ensalza a
nuestro Santo comparándolo a los ángeles, no solamente en la elevación de su
piedad para con Dios y altísima oración, sino en todo su apostolado, por el
profundo conocimiento de las almas y excelente guía de ellas a Dios. Newman
rubricaría este criterio y, además, él mismo nos serviría de ejemplo en cómo,
para sí mismo, para sus discípulos y para cuantos pudo ayudar en los caminos
de Dios, tuvo en cuenta, confió y quiso imitar a los espíritus angélicos. |
Vida
evangélica |
ESTA
DENOMINACIÓN viene muy a propósito para significar el radicalismo evangélico.
Desde los primeros tiempos, tanto los Padres del desierto como muy
concretamente la Regla de san Benito, se entiende el seguimiento de Cristo
refiriéndolo a la propia conversión y al Evangelio; dos pilares sobre los que
descansa la vida de entrega a Dios: «El Señor nos muestra el camino para que,
ceñidos con la fe y la práctica de las buenas obras, bajo la guía del
Evangelio, sigamos sus sendas y así {18} merezcamos alcanzar la vista de
aquel que nos llamó». |
En
el medioevo, san Francisco de Asís insistía: «Después que el Señor me dio
hermanos, nadie me mostró lo que debía hacer, sino que el mismo Altísimo me
reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio». Se generalizó el
lema franciscano de la «imitatio Evangelii sine glossa». |
Válganos
la doble referencia de los santos Benito y Francisco, que tanto influjo
tendrían en todas las formas de vida comunitaria posteriores, por el resto de
los demás ordenamientos para el seguimiento de Cristo. También en las
constituciones del Oratorio (nº 14), se hace referencia a las «buenas obras,
bajo la guía del Evangelio», que hemos copiado de la Regla benedictina,
cuando se nos dice que el espíritu del Evangelio, «en el grado máximo» debe
inspirar nuestra actividad». |
Vida
religiosa |
LA
A IGLESIA llama así a que se organiza en institutos aprobados por ella, cuyos
miembros viven fraternalmente en común, plenamente entregados a Dios por la
emisión de los votos de obediencia, castidad y pobreza, que tienen condición
de medio para la caridad. |
La
relación votos/virtudes/caridad/vida religiosa merecería un análisis
especial, porque no siempre se exigieron a los religiosos. Su precedente fue
la promesa o compromiso de "estabilidad" en la vida común, lo cual
suponía implícitamente, por lo menos, la práctica de esas tres famosas
virtudes. La obligación de emitir estos votos como condición necesaria para
entrar en el estado de la vida religiosa fue impuesta por Pío V, en su
Constitución apostólica «Lubricum vitae», promulgada el 17 de noviembre de
1568. |
San
Felipe Neri no quiso que los suyos, en la Congregación del Oratorio, se
ligaran a voto alguno; el compromiso o lazo único tenía que ser la caridad:
ésta es la que lleva a las demás virtudes y deviene forma de las mismas. Sin
caridad la materialidad de las virtudes puede ser disciplina o estoicismo,
pero no perfección espiritual cristiana. |
Por
esta razón, canónicamente, los oratorianos no somos "religiosos";
sin embargo san Felipe insistía en que quería para los suyos no los votos,
pero sí las mismas virtudes que las de los religiosos. En el cielo cuentan
las virtudes, no los votos. |
{19} |
Vida
consagrada |
EL
CÓDIGO de D. C. define la vida consagrada (conf. c. 573) como una forma
estable en la cual los fieles, por la profesión de los consejos evangélicos,
mediante votos u otros vínculos sagrados, quieren seguir más de cerca a
Cristo, bajo la acción del Espíritu Santo y, por la caridad a la que los tres
votos conducen, se unen de modo especial a la Iglesia y a su ministerio. |
La
"sequela Christi" no es un sacramento, por lo cual, el término
"consagración" no puede tomarse en sentido estricto, aunque como
calificativo, las formas de vida de pleno seguimiento de Cristo son un
desarrollo del sacramento del bautismo. A este sacramento (y a la
confirmación, al orden sagrado y a la eucaristía) sí le corresponde
propiamente el término "consagración". El bautismo obra un cambio
desde dentro del alma, que indeleblemente transforma al hombre, configurándolo
en Cristo por la gracia que le es propia y le hace hijo de Dios y hermano de
Jesucristo. |
El
concepto de "consagración" tampoco es aplicable a todos los
sacramentales, los cuales, como es sabido, son instituidos por la Iglesia y
disponen para la gracia, pero no la causan como los sacramentos, que
contienen el vigor eficaz (salvo óbice) con que Cristo los instituyó. |
La
costumbre ha introducido y conservado el énfasis de la palabra
"consagración" y luego la normativa canónica de la Iglesia lo ha
empleado, como denominación técnico-jurídica, por la estima que se concede al
seguimiento de Cristo desde la radicalidad del Evangelio. Se ha de entender,
por lo tanto, el término "consagración" por equivalente a
"dedicación", y desarrollo de la primera gracia consagrante del
bautismo. |
En
la normativa del Oratorio, esta requerida dedicación a Dios, total y para
siempre, en el estado de vida aprobado por la Iglesia para los hijos de san
Felipe, se entiende como «perseveranția usque ad mortem», tal como se
expresa al final de las Constituciones. No podría ser admitido en el Oratorio
quien, de antemano, pusiera límites a este "vínculo de fidelidad",
o, por el hecho de no existir votos, imaginara la posibilidad de perpetuar
una pertenencia siempre provisoria, quebradiza y temporal. Lo cual sería una
traición al ideal que simularía abrazar, además de un perjuicio al Oratorio y
de un propósito que nunca bendeciría Dios. |
(continuará)
20 |
{20} |
7.
El Oratorio: Sebastián Valfrè |
A
LA MUERTE de san Felipe ya habían sido fundadas en Italia seis casas o
Congregaciones a ejemplo del Oratorio de Roma. En las décadas siguientes tuvo
lugar la aprobación definitiva de las constituciones o derecho propio del
Oratorio (1612), y la canonización de san Felipe (1622). En muchos lugares
surgió entonces el deseo de imitar aquella "escuela de santidad"
iniciada por el santo. |
Así
sucedió en Turín, la capital del Piamonte, al noroeste de la península
itálica, gobernado entonces por la Casa de Saboya. Dos jóvenes presbíteros
llenos de celo dieron comienzo allí a las reuniones espirituales al estilo de
san Felipe. Después de algún tiempo, en 1649, fue erigida la Congregación del
Oratorio de Turín, pero, muerto uno de los dos padres y fallidas las
esperanzas de nuevas vocaciones, parecía que el proyecto estaba destinado al
fracaso. En estas circunstancias, el día de san Felipe de 1651 ingresa en la
Congregación el joven Sebastián Valfré, que pronto se convertirá en el alma
de aquel naciente Oratorio. Había visto la luz en Verduno, una pequeña
localidad rural en el corazón del Piamonte, de padres muy pobres pero
piadoso. Desde niño conoció las durezas de las faena del campo y cuando
marchó a Turín para cursar filosofía y teología con los PP. |
Jesuitas
tuvo que dedicarse a copiar manuscritos para costear sus estudios. Estas
experiencias de su infancia y su primera juventud constituyeron una
preparación providencial para su vida oratoriana y sacerdotal que nunca dejó
de agradecer. |
En
el Oratorio ejerció los cargos más diversos: Prepósito, encargado de la
formación de los candidatos, Prefecto del Oratorio secular (reuniones de
apostolado con los seglares)..., pero hizo además de cocinero, portero y
sacristán. En este particular, como en todo, buscaba conformarse con la mente
de san Felipe. Ante cualquier duda acerca de la realización concreta de la
vida oratoriana, aunque se tratara de aspectos menos esenciales, escribía a
los PP. de la Casa de Roma para recabar la solución más acorde con la
tradición original del Oratorio. Al mismo tiempo, supo adaptar con
responsabilidad y prudencia {21} las costumbres y el estilo de apostolado del
Oratorio romano a las circunstancias peculiares del Turín de la época (se
trataba, en suma, de la necesaria "fidelidad creativa", que evita
tanto el tradicionalismo fixista como la disolución de la propia identidad).
Era además característicamente oratoriana su forma de concebir la obediencia
como aceptación de la voluntad de la Congregación, expresada por medio de sus
órganos de gobierno, del Prepósito y hasta de los cargos menos importantes. |
Su
respeto hacia los demás hermanos de comunidad le hacía ser muy exigente
consigo mismo en aspectos tales como la observancia del horario o la
realización cabal de los ministerios que se le encomendaban. |
El
valor que concedía a la mortificación ―como medio para progresar en el
dominio propio y poder servir así con generosidad a Dios y a los
hermanos― no le impidió fomentar aquella "devoción alegre"
enseñada por san Felipe y de dar continuamente ejemplo de ella, de tal manera
que muchos lo creían libre de problemas o preocupaciones graves, cuando en
realidad sabemos, por las confidencias hechas a sus más íntimos y reveladas
tras su muerte, que padeció largos períodos de aridez y desconsuelo
espiritual, además de otras pruebas. |
Era
proverbial su afabilidad y simpatía con todos, en especial con los pecadores.
Sin embargo, conservamos el texto de una breve plática titulada «Sobre si se
puede dar gusto a todos», que comienza diciendo: «Ello no es posible. Cristo
mismo no lo hizo». Y cuando, en 1706, las tropas de Luis XIV de Francia
pusieron sitio a Turín, con el fin de conseguir la anexión del Piamonte,
mientras la familia real, los nobles y los burgueses ricos dejaron la ciudad,
el P. Valfré, ya anciano, permaneció en ella consolando y animando al pueblo
sencillo hasta que fue levantado el cerco, de modo que el recuerdo de su
valor y de su fortaleza se mantiene vivo en la memoria de los turineses. |
Este
amor a sus connacionales era a la vez lúcido y desprendido. |
Como
san Felipe en Roma un siglo antes, Valfré conocía bien dónde radicaban las
desgracias del pueblo piamontés ―y de tantos otros pueblos...―:
en la posesión de un bienestar material mal asimilado y peor repartido,
debido a la falta de criterios auténticamente cristianos, que hacía
miserables a los pobres, viciosos a los ricos e infelices a todos. |
La
caridad del P. Sebastián se multiplicaba de mil maneras para llegar al mayor
número posible de {22} personas: catequizando a niños casi a diario; con la
predicación familiar de la Palabra de Dios al modo del Oratorio; con su
amistad respetuosa y ayuda a judíos y valdenses (minoría cristiana disidente
surgida en el s. XII, bastante numerosa en el país); socorriendo a los más
pobres; visitando incansablemente los hospitales y las cárceles, y ello hasta
unos pocos días antes de su muerte, acaecida en 1710, cuando contaba ochenta
años... |
Dedicado
largas horas a la confesión y a la dirección espiritual, entre sus penitentes
se encontraba el propio duque de Saboya Víctor Amadeo II, quien, con el
consentimiento entusiasta del papa Alejandro. VIII, intentó convencerlo para
que aceptara ser nombrado arzobispo de Turín, aunque sin éxito. Y es que para
el P. Valfré, fiel a su vocación filipense, el contacto personal siempre fue
el verdadero "método apostólico" del Oratorio, no interesándose
demasiado por las "reformas" planeadas desde arriba, o tan
preocupadas por el cambio de las estructuras que corren el riesgo de olvidar
la conversión de los corazones. |
Ahora
bien, el valor primordial que concedía al contacto personal no significaba
para él en modo alguno improvisación o pereza intelectual. Estaba convencido
de que la ignorancia religiosa era el primer mal a extirpar en el pueblo
turinés, pues lo hacía fácilmente vulnerable a la superstición y al paganismo
práctico, como igualmente al influjo del protestantismo, que triunfaba al
otro lado de los Alpes. |
Junto
con Newman en la Inglaterra del siglo pasado, el beato Valfré es uno de los
hijos de san Felipe que con más insistencia han subrayado la importancia del
estudio en la vida oratoriana. Él mismo, hombre de mente clara y de formación
sólida, pertenecía al cuerpo de doctores de la universidad de Turín —a cuyas
reuniones asistía con una sencilla sotana, renunciando a la púrpura y el
armiño del traje académico―, aunque nunca se adhirió a ninguna de las
escuelas o partidos universitarios en pugna, y recomendaba a sus discípulos
una sana libertad de estudio. A los filipenses jóvenes les exhortaba a «amar
la habitación», significando con ello el apego que debían tener a la oración,
el estudio y el recogimiento, sin los cuales la acción apostólica podría
derivar insensiblemente en un activismo agitado o superficial, sin frutos
duraderos. |
El
P. Valfré, aclamado ya por sus coetáneos como «Apóstol de Turín ―lo
mismo que sucedió en Roma con san Felipe― fue beatificado en 1834. |
Su
fiesta se celebra el 30 de enero. |
El
padre José Vaz, nuevo beato del Oratorio. |
Despejadas
todas las dudas, finalmente el papa ha decidido emprender uno de los más
largos y sorprendentes de todos sus viajes. Esta vez es el Índico y Asia.
Para nosotros, filipenses, tiene un especial motivo de gozo, porque en la
etapa del sábado, día 21 de enero, en Colombo, capital de Sri Lanka (antiguo
Ceilán), procederá a la beatificación del venerable p. José Vaz (1651-1711),
fundador del Oratorio de Goa y misionero de celo extraordinario. Será un
regalo de la Providencia en este año de 1995, en el que celebramos el IV
Centenario de la muerte de N. P. san Felipe Neri. |
El
mismo Juan Pablo II, en octubre de 1981, había proclamado beato al padre
Luigi Scrosoppi (1804-1884), con lo cual son dos los nombres de los beatos
que el actual pontífice añade al santoral filipense. |
Que
el recuerdo de las virtudes de nuestros hermanos nos estimule en la fidelidad
a nuestra vocación oratoriana, para gloria de Dios, bien de todos y santidad
de las almas, en la Iglesia de Cristo. |
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