BOLETIN DEL ORATORIO DE ALBACETE.
N.º 82-83. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. 1969.
1. FOTO DE REPRESENTANTES EL ORATORIO CON EL PAPA
Junto al Papa, en primer lugar, el Reymo. P. Patrik Dalos, Prepósito del Oratorio de Roma v Presidente de la Diputación Permanente del Oratorio; a su lado el Reverendísimo P. Paul Türks, Delegado de la Santa Sede y Visitador de la Confederación del Oratorio de San Felipe Neri; finalmente el Revmo. P. John A. Nedley, Procurador General. Fue al final del Congreso extraordinario, celebrado en Roma, y la fotografía recoge un momento de la audiencia concedida a los Prepósitos y representantes de todas las Congregaciones oratorianas participantes.
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2. EL CONGRESO DEL ORATORIO
Preparado con dos años de estudio en el que habían participado todas las Congregaciones del Oratorio de San Felipe Neri diseminadas por Europa y América, se celebró, el pasado septiembre, el Congreso General extraordinario para proceder a los últimos retoques y aprobación del texto final de las nuevas reglas contenidas en las Constituciones y Estatutos Generales. Gracias a los trabajos llevados a cabo en toda la preparación de estas jornadas capitulares, pudo llegarse al feliz resultado de satisfacer las aspiraciones renovadoras de toda la familia oratoriana y de acuerdo con las disposiciones y el espíritu del Concilio Vaticano II.
En la fotografía al pie de esta página, figuran los participantes, Prepósitos y delegados de las diversas Congregaciones.
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3. TODAVÍA, LA ESPERANZA
Angustia y esperanza se debaten en lo más profundo de la conciencia del hombre moderno. Ante la visión final que la Liturgia nos ofrece, recapitulada y simbólica, al término de este tiempo de después de Pentecostés, para abrirnos, otra vez, a la esperanza, es saludable reconocer incluso el curso natural de la Historia, para refrendar los motivos que, en certeza y misterio, nos recuerda incesantemente muestra fe.
Copiamos las palabras de un célebre historiador de nuestros días, Arnold Toynbee, protestante, quien, reflexionando sobre las mayores angustias que afligen al hombre de nuestros días, encuentra, no obstante, que es posible la esperanza, Tal vez por aquello que nos ha dicho Pedro Laín Entralgo en uno de sus libros: "Nacido de la desesperación, el protestantismo más actual parece conmovido por un secreto menester de esperanza".
Vivimos en un mundo que, como espacio de nuestro hacer finalista, se va haciendo cada día más pequeño. Para cada uno de nosotros, su tamaño se encoge cada vez con más celeridad. Al mismo tiempo resulta cierto, con claridad y nitidez, que ninguna de las comunidades en la que sigue dividida la humanidad puede permitirse el lujo de conseguir por la fuerza y a costa del vecino más espacio para si misma.
Al contemplar de cerca este encogimiento del espacio de nuestra existencia, tal como se nos presenta, hay al menos tres aspectos distintos, para mi perceptibles, por los que advierto que el mundo se hace más pequeño. Recordaré lo que llamamos la "anulación de distancias", recordaré el acelerado crecimiento de la población del mundo a consecuencia del sorprendente descenso de la cifra de mortalidad: y recordaré el no menos sorprendente tempo con que saqueamos los tesoros del subsuelo y las materias primas de nuestro planeta, para mantener un nivel de vida al que hoy en día está acostumbrada in privilegiada minoría de la humanidad y el cual, la mayoría que padece necesidad, está firmemente {3 (125)} decidida a conseguirlo. Valdría la pena investigar de cerca cada uno de estos tres aspectos No tardará mucho, la industrialización, en abarcar todo el mundo. Junto a ella crecerá a grandes saltos el saqueo de los tesoros naturales irrestituibles. La ciencia, que es responsable de este incesante y creciente consumo, nos librará hasta cierto grado de algunas de las inevitables escaseces, al crear una nueva fuente. La energía atómica, por ejemplo, podría ser útil en múltiples aspectos para satisfacer las necesidades humanas, en cuanto nos hayamos puesto de acuerdo, claro está en utilizarla solo para fines constructivos y no para la guerra. Pero para ello tendríamos que comenzar por abjurar de la guerra, y esto sabemos que no resulta fácil. Tenemos que hacer frente, por tanto, después de que la ciencia nos ha enriquecido y a la vez saqueado, después de que ha sacado A la luz el irrestituible tesoro de la naturaleza y de que lo ha consumido, al hecho de que la humanidad, más tarde o más temprano, se empobrecerá y además para siempre.
Mientras trato así la triple dimensión en que el mundo se encoge, emergerán, ante la mirada espiritual tres horribles fantasmas, que a nosotros, pobres criaturas humanas, nos son dolorosamente familiares: el fantasma del temor que se eleva entre pueblos que durante muchos milenios no han tenido noción de sus respectivas existencias, y que de repente entran en el más íntimo contacto: el fantasma de la penuria, que surge de la perspectiva de superpoblación y escasez; y el fantasma del odio, que es el más peligroso, y que tenemos que arrancárnoslo del corazón, Contra el temor o el peligro de padecer penuria, nada podemos hacer. Sin embargo, contra el odio si podemos hacerlo. En la era de las armas atómicas no podemos permitirnos ya el lujo de odiarnos mutuamente.
¿Cómo podremos vivir en un mundo que está escindido en dos campos armados hasta los dientes, sin que exista el odio? Esta cuestión se hace necesariamente más candente en aquellos países que no se hallan por completo en uno u otro de los campos opuestos, sino que están divididos dentro de ellos mismos.
En esta triste situación se encuentran hoy cuatro países: Alemania, Vietnam, China y Corea.
¿Es posible para la mitad de la humanidad, la que tiene una mentalidad liberal, y para la otra mitad, con mentalidad totalitaria, coexistir en paz, habiendo cuatro pueblos que están tan desgraciadamente divididos entre los dos bandos? ¿No habrá de producirse alguna vez una tercera guerra mundial, por virtud de la cual los cuatro países divididos y el mundo vuelvan a unirse en un todo, después de que una de las dos ideologías que escinden el mundo haya sido eliminada?
Pero este sentimiento lo tenían también nuestros antepasados en los siglos XVI y XVII, cuando el cristianismo occidental se escindió en catolicismo y protestantismo. Y el resultado de esta historia es un justificado consuelo para nosotros. Ya antes de finalizar el siglo XVII los cristianos de Occidente, y sobre todo el pueblo alemán, llegaron a la conclusión, después de casi cien años de {4 (126)} guerras devastadoras, pero indecisas, de que ninguno de los bandos podría eliminar al otro, y de ello sacaron la consecuencia de que tenían que aprender a vivir unos con otros. Después de haberse decidido a ello, lo consiguieron de un todo óptimo. Hoy en día, después de casi trescientos años, los alemanes y los restantes cristianos de Occidente siguen divididos en católicos y protestantes; pero ya hace mucho que no hay ninguna dificultad seria para la coexistencia de ambas clases de cristianismo occidental. El carácter amistoso de esta coexistencia llama especialmente la atención en la Alemania actual, donde ambas confesiones están mucho más mezcladas, desde el punto de vista geográfico, que en cualquier otro país de Occidente. Los protestantes alemanes y los católicos alemanes han hecho causa común, recientemente, contra un enemigo común.
Para ese amistoso convivir de católicos y protestantes en Alemania y en los restantes países cristianos de Occidente hay un paralelo: también 'coexisten así, de modo amistoso, toda la cristiandad y el islam. Había un tiempo en el cual una de estas comunidades religiosas estaba convencida de que no podría seguir subsistiendo sin eliminar a la contraria de este mundo, y también ellas tuvieron que reconocer, bajo la presión de la necesidad, que si lo querían de veras podrían coexistir pacíficamente. Estos dos casos históricos que sientan precedente parecen abogar en favor del hecho de que hoy en día nuestro destino depende en amplia medida de nosotros mismos.
Decía que el peor enemigo con el que tenemos que enfrentarnos es el odio.
El segundo adversario que le sigue es, en mi parecer, el fatalismo. Hay una tentación contra la cual tenemos que escudarnos de modo especial: me refiero a la creencia de que somos impotentes, de que, con las manos en el regazo, no nos queda más alternativa que dejarnos llevar hacia la catástrofe. Si obráramos así sucumbiríamos inevitablemente a la catástrofe. Pero no necesitamos hacerlo. La catástrofe no es inevitable. Podemos obrar de modo que nunca llegue a producirse.
Los problemas ante los que se halla la humanidad entera se pueden resolver con el esfuerzo común de todos los países de la tierra. Tales problemas se nos han planteado por la aplicación práctica de la ciencia, y tal vez puedan resolverse mediante nuevos descubrimientos científicos. Pero para nuestra salvación, y no para nuestra destrucción, la ciencia sólo podrá ser eficaz si la utilizamos exclusivamente para fines constructivos y no para fines bélicos.
Hasta que llegue este momento, tendremos que vivir y actuar desde luego en un estado de extrema inseguridad y de constante preocupación. Pero por muy excitante y difícil que resulte, no excede a la fuerza y capacidad humana. Al contrario, precisamente bajo tales condiciones ha vivido la mayoría de los hombres en la mayor parte del mundo y en casi todas las épocas de la historia, y así han trabajado y han creado grandes obras.
Tal como veo la historia, no nos da ningún motivo para el desánimo, sino derecho a una sana confianza en el futuro de la humanidad.
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4. LEY DE PRENSA
De acuerdo con lo preceptuado en el número 1, del Artículo 24 de la Ley de Prensa e Imprenta, del 18 de marzo de 1966, nos complace comunicar, una vez más, a nuestros lectores, que esta publicación «LAUS», pertenece a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri.
como Empresa propietaria y editora, debidamente inscrita en el Registro General de Empresas Periodísticas (Orden ministerial de 30 de marzo de 1967).
El equipo redactor que confecciona o revisa los textos que en la misma se imprimen, está formado por los siguientes miembros de la Congregación: Ramón Mas, Fernando Ugena y Miguel Abia. El primero como Director de la revista.
La revista «LAUS» se reparte gratuitamente. La propaganda que a veces figura en ella es totalmente desinteresada y obedece a fines apostólicos, según el espíritu y finalidad señalada en nuestras Constituciones. La financiación de la revista se cubre con las aportaciones espontáneas de los amigos del Oratorio: a ellos agradecemos, desde estas mismas líneas, la generosa colaboración que hace posible este aspecto de nuestra labor.
El sacerdote recibe bofetadas...
El sacerdote recibe bofetadas de todas partes; se la critica acerbamente, la letanía de las acusaciones sería interminable. Se le exige un equilibrio sicológico e intelectual casi imposible. Se le pide ser del mundo, estar con él, comprender al mundo y a los hombres; se quieren de él posturas consecuentes con el mundo de hoy, pero quedándose al margen de un mundo que no desea la presencia del sacerdote.
Por otra parte, el sacerdote no puede eludir la cuestión social. La misión de la Iglesia es, antes que nada, la evangelización, pero tiene también el derecho y el deber de intervenir en lo social, porque lo social y lo religioso se implican mutuamente. La cuestión social no es sólo ni principalmente económica, sino moral y religioso.
MONS. DOROTEO FERNANDEZ, Adm. Ap. de Badajoz.
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5. DOS BINOMIOS: AUTORIDAD Y OBEDIENCIA; UNIDAD Y MULTIPLICIDAD.
No se trata de la unidad solamente jurídica, sino Interior y vital. Cristo, al comunicar su Espíritu, constituye místicamente a sus hermanos en cuerpo.
La unidad de gobierno, las estructuras, las normas jurídicas, destinadas a modelarse de forma diversa en la Historia, tienen como única finalidad la defensa y la promoción de la unidad, que es don divino y anima a la Iglesia como principio vital y perennemente fecundo.
La unidad debe realizarse en el fin y en el origen. La reconciliación con Dios de todas las cosas por medio de Cristo, el llevar de nuevo a todas las cosas bajo un jefe, Cristo, constituyen el objetivo de la Iglesia, destinada a realizar de este modo la unidad del género humano y de toda la creación.
Lo que justifica la multiplicidad de las legítimas experiencias pastorales, es el carácter contingente de todos los elementos que en la vida de la Iglesia no se adaptan al designio original de Cristo. Tales elementos pueden encontrar un fundamento y una justificación en el ambiente histórico en que se utilizan, como igualmente pueden ser debidos a las dificultades que los hombres encuentran para adaptarse, permaneciendo fieles a los principios, a las situaciones históricas y ambientales.
Cuando no se reconoce el carácter contingente de los elementos justamente sujetos a variaciones en el tiempo y en el espacio, puede verse en un peligro serio la caridad y la misma unidad de la Iglesia.
— La unidad tiene su fundamento en la fe y debe manifestarse en la comunión de caridad y de obediencia, según los planes de Cristo; pero dicha unidad permite, en el modo de entender la única palabra de Dios y de realizar el proyecto fundamental del Señor en su Iglesia, una admirable variedad de expresiones y de actitudes.
La exigencia de unidad tiene su raíz en la misma naturaleza del hombre.
Cada uno de nosotros puede experimentarlo cuando, obligado a "dispersarse" en {7 (129)} una multitud de pensamientos, de ocupaciones y de preocupaciones, advierte intensamente la necesidad de recogerse en sí mismo para encontrar de nuevo el centro en torno al cual hacer converger los múltiples aspectos de su vida. Solamente así se descubre el porqué del ser y del obrar humanos.
II La unidad debe ser buscada en el contacto con el Padre por Cristo y en el Espíritu Santo. Y debe reinar en todos los miembros del pueblo de Dios, tanto en dirección vertical como horizontal, de la forma vivida en la asamblea eucarística.
El espíritu de disciplina tanto obliga al que debe mandar como al que debe Obedecer.
En primer lugar, mandar poco y mandar bien. No emplear la autoridad donde no sea necesario y donde no vale la pena. Mandar dentro de los límites del ámbito jerárquico, aunque subordinado absolutamente al oficio pastoral de Cristo. Mandar bien significa claridad en las órdenes y normas que se dan, y respeto a las personas, y hacer que el acto de mandar sea precedido, en la medida de lo posible, del dialogo.
Pero no hay que hacerse ilusiones de que, para ser obedecidos es suficiente mandar bien. Es preciso que la obediencia ser tomada en serio. Debe estar inspirada por la fe, porque es a Dios a quien se obedece en la persona que recibe de Dios la autoridad de mandar. La obediencia debe considerarse como un acto consciente de colaboración con la autoridad.
No es fácil. Entre la unidad eclesial y la multiplicidad de experiencias pastorales, tomadas en el sentido más amplio, la tensión es constante e inevitable, como la tensión entre lo uno y lo múltiple es constante en la estructura del hombre.
La búsqueda sincera de la verdad y la decidida voluntad de actuar en caridad, debe hacer de esta tensión, un estímulo fecundo para la acción. Pero para esto, como para toda obra de salvación, es necesaria la gracia de Dios.
Un cristianismo tranquilamente planeado, como un orden establecido), sería todavía judaísmo.
Sören Kierkegaard.
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6. ¿QUÉ PASA EN LA IGLESIA?
Todo lo que pasa en la Iglesia es bue no y lleva al bien. Lo malo sería, precisamente, que no pasara nada: la inmovilidad es lo más parecido a la muerte.
Y la Iglesia vive y crece en su vida: eso es todo.
Cualquier noticia o información que destaque lo desagradable y oculte la visión total, optimista, dinámica y providencial de su vida y de los detalles de su vida, no merece confianza. Proviene de los que se sienten inseguros consigo mismos, ignorantes y asustadizos, que trasladan a lo que comentan, sus propias dudas y temores, o de la malicia de los rencorosos que hacen derrotismo de la Iglesia moviendo ruido con lo ajeno, para ocultarnos su propia derrota y sinrazón.
Por esto recomendamos, tan a menudo, desde estas mismas páginas, la necesidad de procurarse una buena información, que permita estar al corriente de todo lo más importante que va ocurriendo en la Iglesia, y nos facilite criterios para ser capaces de enjuiciar, desde un punto de vista cristiano, incluso lo que sucede fuera de ella, o porque afecta a u doctrina o a sus derechos o, simplemente, al bien general de los hombres, con una visión que parta del Evangelio y que sea válida para nuestra vida, ahora y donde estamos.
La revista semanal «VIDA NUEVA» creemos que cumple este cometido, con variedad y con imparcialidad.
Para suscribirse «VIDA NUEVA» acuda a una librería católica o escriba directamente al Apartado 19.049, de Madrid, o a la Administración, calle Acebo, 54, Madrid (16).
Sabrá siempre lo que pasa en la Iglesia y le ayudará a tener criterios cristianos.
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7. CARTA DEL PAPA EN EL CENTENARIO DE GANDHI
A SU EXCELENCIA VARAHAGIRI VENKAH GIRI PRESIDENTE DE LA INDIA Con ocasión de las celebraciones centenarias del nacimiento de Mahama Gandhi, mandamos nuestros saludos y buenos deseos, por mediación de Vuestra Excelencia, a toda la India.
Gandhi tuvo una elevada apreciación del valor de la dignidad humana y un agudo sentido de la justicia social. Con celo ardiente y clara visión del bienestar futuro de su pueblo, trabajó incansablemente para alcanzar sus objetivos, infundiendo continuamente en sus seguidores el admirable principio de la no violencia.
Luchó para despertar la conciencia de sus conciudadanos ante las injusticias del sistema social que les rodeaba, y para difundir entre ellos mismos un espíritu de igualdad y fraternidad. Sus esfuerzos y su ejemplo, incluso en aquellas ocasiones en las que no lograron un éxito total, han dejado su huella en hombres de la generación de que formaba parte y de la nuestra.
No podemos olvidar la profunda admiración y el aprecio de Gandhi por la persona de Jesucristo, cuyo Sermón de la Montana influyó en gran manera, tanto en sus pensamientos como en su actuación. Siempre consciente de la presencia de Dios, especialmente en los momentos de dificultad, comprendió cl valor de la austeridad, del silencio, del ayuno y de la oración, la aceptación del trabajo manual y la renuncia a los bienes del mundo. Reconoció el lugar que ocupa el sufrimiento y el sacrificio en la vida del hombre. Su actitud respecto a la castidad conyugal elevó la dignidad y la integridad de la familia.
La India se siente, con razón, orgullosa de haber dado un ciudadano de tal valor y, sin duda, su influjo perdurará.
Ojalá pueda conducir a vuestro amado pueblo, y también a pueblos de otras naciones , a valorar y poner en práctica los elevados ideales de paz y de amor entre los hombres. Confiamos que estas celebraciones  centenarias recordarán a los hombres estos principios superiores y el elevado destino hacia el cual todos nos dirigimos.
Con cordial afecto por vuestro gran País, ofrecemos plegarias por vuestra Excelencia, por vuestro Gobierno y vuestro pueblo, para que el arduo camino de la peregrinación hacia nuestra casa eterna lo sigamos intrépidamente y nos asistan, en el viaje, abundantes bendiciones celestiales.
En el Vaticano, a 22 de agosto de 1969.
PAULUS PP. VI.
No regaléis jamás armas o juguetes de guerra a los niños No seria, mañana, hombre de paz el que hubiese jugado a la violencia, de niño, aunque hubiese sido para cazar indefensos animales.
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8. PALABRAS DE GANDHI
Creado por Dios, no es difícil encontrar en todo hombre un fondo común de coincidencias espirituales, que proclaman la hermandad del género humano, con independencia de la conciencia que cada uno tenga sobre su origen.
Si además reconoce al supremo Hacedor o, por lo menos, ha tenido ocasión de contemplar, con ojos limpios, la figura de Cristo y ha meditado sus palabras, por fuerza se siente tocado y cautivado por El. La indiferencia es imposible, porque no hay defensa de la justicia, ni proclamación de la verdad, ni amor desinteresado hacia los hombres, que no tengan algo o mucho de cristiano.
Ejemplificar este aserto con los adelantados de la Historia, promotores del bien de la humanidad, no sería difícil. A pesar de la imperfección humana, ellos confirmarían, de variadas maneras, la necesidad de verdad, de Justicia y de amor que estimula indefectiblemente, por encima de toda oposición o adversidad, el progreso del hombre que, sabiéndolo o no, camina hacia las metas benéficas establecidas por Dios.
Con ocasión de cumplirse este año el cien aniversario del nacimiento de Gandhi (2 de octubre de 1869), no han faltado las conmemoraciones de toda índole. Nosotros remitimos al lector al interesante libro "Gandhi, su pensamiento y su acción" de Camille Devret y Editorial Fontanella, mientras, como anticipo, seleccionamos algunas de sus palabras.
Amor y Verdad
— El Amor y la verdad están tan unidos entre sí, que ENTRE es prácticamente imposible separarlos. Son las dos caras de una misma moneda.
— Amor y Verdad son dos caras de Dios: la Verdad es el fin, el Amor es el camino. Si seguimos el camino llegaremos, tarde o temprano, al fin, a La Verdad, a Dios.
Amor a todos
— Soy incapaz de odiar a nadie, He conseguido esto a través de un largo aprendizaje, de por lo menos cuarenta años, basado en la oración.
— Mi amor no excluye a nadie. No puedo amar a los musulmanes o a los hindúes y odiar a los ingleses... El verdadero amor es sincero y desinteresado.
{11 (133)} — No me angustia la posibilidad de morir a manos de un hermano vengativo. No abrigo ninguna clase de odio contra ese posible asesino. La muerte me traerá el bien eterno.
— Es preciso conquistar la libertad sin odio ni derramamiento de sangre.
— Sacrificarse a sí mismo es infinitamente superior que sacrificar a los demás.
La No-violencia
— La No-violencia es la más alta cualidad del corazón.
La riqueza no sirve para conseguirla, la cólera la desvía, el orgullo la devora, la gula y la lujuria la oscurecen, la mentira la vacía, toda prisa injustificada la compromete.
— La no cooperación con el mal es un deber tan evidente como la cooperación con el bien. Solamente que en otras ocasiones la 710 cooperación consistía en usar deliberadamente de la violencia contra el que hacia el mal.
Yo he querido demostrar a mis compatriotas que la no cooperación violenta no hacía más que aumentar el mal, y dado que el mal sólo se mantiene por la violencia, era 72ecesario, si no queremos fomentar el mal, abstenernos de toda violencia.
— La No-violencia es la ley de los hombres. La violencia es la ley de los animales.
— Para convertirse en una verdadera fuerza, la No-violencia debe nacer del espíritu.
— La No-violencia no significa renuncia a cualquier forma  de lucha contra el mal. De ninguna manera: la No-violencia, al menos como ya la concibo, es una lucha aún más activa y real que la misma ley del talión, pero en el plano moral.
— No debe confundirse, la No-violencia, con la simple resistencia civil. La No-violencia abarca mucho más: significa la búsqueda infatigable de la verdad y el poder que esta búsqueda confiere al que la lleva a cabo. Esta búsqueda debe efectuarse únicamente por medios estrictamente no violentos.
— Mi objetivo comprende una triple revolución: primero deseo un cambio en los corazones; en segundo lugar {12 (134)} quisiera llevar a cabo una transformación de las existencias, finalmente busco un cambio de estructuras.
La injusticia social
— La esclavitud acabará cuando los obreros, conscientes de su propia fuerza, rechacen toda violencia.
— Ante la injusticia se puede estar seguro de la victoria si, quienes la soportan, están unidos y dispuestos a todos los sacrificios, sea cual fuere la fuerza de los opresores. Sólo es necesario decir "sí" cuando se piensa "sí", y "no" cuando se piensa "no". El oprimido no tiene necesidad de vengarse, le basta afirmar su dignidad de hombre, permaneciendo absolutamente fiel a su "no".
Aunque tenga que presentar su pecho a las balas o soportar los gases asfixiantes, acabará por triunfar.
Tolerancia
— La palabra "tolerancia" no me parece adecuada, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener hacia la fe de los demás (en materia de creencias) el mismo respeto que se tiene por la propia.
— La tolerancia no es indiferencia por la propia fe, sino amor más puro e inteligente por esa fe.
Oración
— Orar no es pedir: orar es la respiración del alma.
— Es más importante poner en la oración el propio corazón, que poner palabras sin corazón.
— ¿La bomba atómica? La afrontaría con un acto de oración.
Ascetismo
— Todo lo que se come sin necesidad, se roba al estómago de los pobres.
— El ayuno es para el alma lo que los ojos para el cuerpo.
— El que retiene algo que no necesita es un ladrón.
— El rico posee muchas cosas superfluas. Si cada uno {13 (135)} tuviera sólo lo que necesita, nadie carecería de cada v todos estaríamos contentos.
— El verdadero progreso social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente para para eso hay que ser humildes.
— El sacrificio distingue al hombre del animal.
Cristianismo
Cristo es la más poderosa fuente de energía espiritual que ha conocido el mundo.
Cuando leo el Evangelio me siento cristiano, pero cuando os Deo a los cristianos hacer la guerra, oprimir a Los pueblos colonizados, beber alcohol, fumar... me doy cuenta de que no vivís según el Evangelio.
— El Sermón de la Montaña me ha reconciliado con el Cristianismo.
— Europa sólo es cristiana de nombre. La guerra ha de mostrado el carácter satánico de la civilización Occidental.
9. ¿QUÉ ES, ANTE TODO, LA TRADICIÓN?
Ante todo, la tradición es el vehículo que nos trae la doctrina y sucesión apostólica. No se puede tener a Cristo hoy presente sin el reconocimiento del canal histórico y humano, que nos lleva de nuevo a la fuente de su aparición evangélica.
La tradición, en su conjunto histórico, contiene ciertamente muchos elementos caducos e incluso reprochables; pero el justo juicio que hay que dar sobre esos elementos discutibles o negativos deberá ser, precisamente, «histórico», es decir, valorado en orden a las circunstancias de los tiempos y a las experiencias contemporáneas o sucesivas de los acontecimientos, recordando que la Iglesia, santa en su institución y en su virtud santificadora de palabra, gracia y ministerio, está compuesta por hombres empastados en el barro de Adán, débiles, equivocados y pecadores, incluso en el campo del servicio de lo divino.
Un conocimiento inteligente, una crítica ecuánime, una valoración sagaz de la tradición, no constituirán un freno, sino más bien servirán de guía a los promotores de la renovación eclesial deseada por nuestro tiempo.
Recordamos que la comunión eclesial en que nuestra espiritualidad actual quiere vivir, supone una solidaridad con los hermanos que nos han precedido en el signo de la fe.
Pablo VI (5. 11. 69).
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10. LA RENOVACIÓN LITÚRGICA
De la publicación Présence et dialogue, del 5 de septiembre de este año, extraemos los siguientes párrafos.
Si un observador dicara las horas de un domingo a frecuentar sucesivamente los actos de culto de algunas de las iglesias de nuestra diócesis, tendría motivo para sorprenderse al comprobar la variedad musical entre unas misas y otras. En algunas iglesias se usa el canto, en otras apenas; algunas tienen coro, otras prescinden; aquí cantan en vernáculo, allí en latín, en otra parte de una y otra manera; lugares donde el solista domina durante la celebración, lugares donde siempre canta todo el pueblo.
A veces el órgano adquiere gran relevancia, otras solamente acompaña, otras donde se prescinde de él totalmente...
Podría hacerse, por este camino, un largo inventario sobre tan diversas situaciones. Y no digamos respecto al repertorio de textos, unas veces incompletos, otras desigualmente divulgados; sectores donde no falta una rica selección, por lo menos referente a algunas fechas principales, mientras en otra parte se echa de menos.
Se hace recurso a los "cantos de substitución", hasta llegar al lote impresionante de "fichas", de calidad tantas veces discutible. Y no decimos nada del impulso de la "música rítmica", que cada día adquiere más adeptos.
En una palabra, el abanico de las situaciones concretas es diversísimo.
¿Debido a qué causas? ¿Y qué conclusiones pueden deducirse?
En primer lugar, es de justicia observar que esta misma profusión, es te conjunto tumultuoso de invenciones y experiencias, por indecisas y desordenadas que puedan aparecer, son, sin embargo, exponente de una riqueza de vitalidad digna de tenerse en cuenta; esta agitación y esta efervescencia dan fe, por lo menos, de buena salud. Por lo que se refiere a las motivaciones que las originen, son, evidentemente, más o menos claras, diversas o "inocentes" en sí mismas.
Existen razones técnicas: los textos aparecen de manera progresiva, las músicas todavía más lentamente y con estilos que podemos llamar raros, sin haber tenido tiempo de una experiencia que facilite el acierto en su selección. También se dan razones psicológicas, reducibles al sentimiento de una especie de evasión, de una liberación saludable después del periodo de dirigismo anterior, en el cual todo estaba anticipadamente reglamentado y fijado "ne varietur".
Estos deseos de cambio cuentan mucho, ciertamente, en la situación que analizamos, lo mismo que el atractivo que ejerce la novedad y cierta {15 (137)} embriaguez que engendra la libertad de movimientos que llega después de una época de conformismo obligatorio. Además, y el sentido pastoral, la preocupación por corresponder a las necesidades y 4 los deseos de comunidades definidas, interviene a su vez, provocando esta conmoción, al mismo tiempo saludable y desconcertante.
Es preciso añadir a estas razones, el famoso individualismo, propio, según dicen, de nuestros conciudadanos, invocado tantas veces, y también esa complacencia un tanto sediciosa, que se insinúa en la resistencia a normas tenidas, con o sin razón, por excesivamente autoritarias. No faltan ejemplos, en este punto, en los cuales la legislación ha tenido que ceder, con el loable "propósito de corresponder a las profundas aspiraciones de algunas comunidades litúrgicas.
Finalmente, el fenómeno que nos ocupa parece que se inscribe con toda naturalidad, dentro del contexto más amplio de la evolución litúrgica actual, de este periodo de transición, de cambio, en el cual son tantas las cosas que se renuevan y que, al hacerlo, suscitan todavía otras renovaciones. ¿Por qué hemos de extrañarnos, pues, que esta doble realidad de un llamamiento que nos urge al cambio y de un material todavía insuficiente e imperfecto, produzca, por lo menos de momento, un poco de imprecisión, de vaguedad, y tal vez de desorden?
* * * En realidad, todo esto es positivo.
Es el signo de una nueva concepción de la liturgia, en otro tiempo estática e intocable, vuelta, desde ahora en adelante, a sus genuinas fuentes vitales y, por lo tanto, adaptable, evolutiva, Ello encierra el testimonio de una aspiración extremadamente sana, prenda segura de esperanza, y reflejo de una preocupación pastoral despierta y perspicaz: cada día se siente más claramente la necesidad de no imponer a las comunidades cristianas formas de plegaria individuales y obligatorias, sino que, por el contrario, se prefiere partir de sus necesidades reales, de sus posibilidades concretas de expresión, las cuales pueden ser muy diversas, pero que resulta más fácil corresponder a ellas. Existe un cambio radical de óptica, del cual, a pesar de las transitorias anomalías, debemos alegrarnos, en nombre de la vitalidad de la Iglesia, y en el cual la música deberá ocupar el puesto correspondiente.
El nuevo "ordo missae", que entrará en vigor el próximo Adviento, confirmará y ampliará esta manera de ver las cosas. Revela, en efecto, por su misma concepción y por la forma como es presentado, la voluntad de una liturgia, verdadera, que nutra el alma, que sea expresiva y que se celebre por todo el pueblo. . DALIL Es por esto mismo que las rúbricas, a pesar de no carecer de precisión, admiten una excelente flexibilidad en vistas a las adaptaciones oportunas según las situaciones concretas.
Todo lo cual destaca, muy oportunamente, que la unidad no consiste en la uniformidad, sino en el anhelo compartido en común para que una celebración litúrgica resulte auténtica. Visto de esta manera, el pluralismo aparente al que nos hemos referido al encabezar estas líneas, no puede sorprender ni ser causa de inquietud:
puede exigir, sin duda, adaptaciones, recortes, reordenaciones; pero estando muy lejos de hacernos temer separatismos, los motivos profundos que lo inspiran, incluso en las tensiones que a veces provocan, se resuelven finalmente en la unidad.
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11. LA HOMILÍA DIALOGADA
L'OSSERVATORE ROMANO del 27 de agosto último, en su referencia a la inauguración de la «XX Semana Litúrgica Nacional de Italia», cuyo discurso de apertura fue pronunciado por el Cardenal Lercaro, resumía una parte del mismo de la siguiente manera:
Entre las innovaciones arbitrarias que se pretende introducir, el Cardenal Lercaro se ha detenido a examinar la de la «homilía dialogada», de la que se han hecho experiencias en algunas iglesias o comunidades parroquiales. El Cardenal se expresó sin reticencias, dijo entre otras cosas: Dejando aparte que teológicamente la incumbencia de proponer oficialmente la palabra de Dios corresponde a los obispos y, bajo su garantía, a los presbíteros y diáconos, y que, por consiguiente, la tradición eclesial les reserva esta misión, no se ve cómo, en un plano existencial, los fieles de hoy podrían, en su gran generalidad, llevada a cabo con utilidad. Ya que, o se trata de delegar a alguien que se juzga preparado para ello, y entonces existen unos «ministros de la palabra» no solamente delegados según una provisión disciplinar que testifica —o, por lo menos, supone— la debida preparación, sino investidos Sacramentalmente de este servicio con la efusión de aquel Espíritu que «tiene la ciencia de la palabra» o bien se trata de extender a todos el mismo servicio y, entonces, resulta evidente que no se puede evitar la impreparación y la consiguiente «confusión de lenguas».
Admite el Cardenal que puede darse el caso de laicos que estén no solamente tan preparados sino mejor preparados, teológicamente, que el sacerdote de quien reciben el comentario homiliético; pero aun así, no sólo se produciría una especie de discriminación entre todos los que, por el mismo título, son miembros de la misma asamblea, sino lo que es todavía  más importante: que la palabra del laico teólogo carecería allí de autoridad; por la misma razón que, ni siquiera el más eminente jurista puede substituir, sólo por este título, al más humilde juez provinciano en el tribunal donde pronuncia la sentencia.
«Ciertamente —concluye el Cardenal Lercaro— que en el Concilio hemos pedido que haya laicos teólogos. Más todavía: laicos investigadores en el campo de las ciencias sagradas; y quisiéramos que fuesen muchos, y recurriremos a ellos para tener más luz en todos los campos de la doctrina sagrada, sobre todo cuando se trate de iluminar con la luz de la palabra de Dios sectores de la vida terrena; nuestra misma homilía la prepararemos, también, en equipo o con el auxilio de los laicos que puedan, con su experiencia, acercarnos a las necesidades, a descubrir las desviaciones y a secundar las esperanzas del hombre. Y el carisma del «servicio de la palabra», que se nos ha entregado por la imposición de las manos, de tal modo así confortado, según la economía de la gracia, y también con la contribución de los laicos, convertirá en autorizadas, vivas y eficaces nuestras enseñanzas en la asamblea de los santos».
12. LA CONFEDERACIÓN DEL ORATORIO
El Oratorio es una Confederación de casas autónomas, llamadas Congregaciones, en las que sacerdotes y laicos viven en comunidad, sin votos, bajo la autoridad del Padres, que también llaman Prepósito y que es elegido cada tres años.
Proponen santificarse con la observancia de los consejos evangélicos.
Su finalidad es la formación individual en la cultura espiritual y en la piedad, por medio de la instrucción, contactos personales, dirección espiritual, ministerio de la confesión, predicación familiar y apostolado litúrgico, especialmente entre los estudiantes y los jóvenes.
(Del Anuario Pontificio).