Compendio SUMARIOS del LAUS (1972-1995) - Conversión
Núm. 112. MARZO. Año 1973.
TIRARNOS cada uno y mirar el mundo con el deseo eficaz de la conversión cristiana, es entrar en una actitud penitente. La penitencia, en la Biblia, es conversión personal y colectiva: la voz de los Profetas, las exigencias del Evangelio, la predicación de la Iglesia, la vida —sin mitos— de los Santos, lo atestiguan. Ya no es Nínive, ni una orilla del Jordán:
somos nosotros y la sociedad en la cual vivimos.
Núm. 121. MARZO. Año 1974.
CUARESMA, conversión, transformación según la imagen de Cristo, porque somos ciudadanos del cielo; pero desde la tierra. Porque queremos una transformación del mundo; pero desde nosotros, desde cara hombre. Porque aspiramos a la fecundidad de la gracia sobrenatural; pero desde la naturaleza. Y amortizar el carnaval fanfárrico de un cristianismo folklórica; pero sin destruir los signos, sino purificándolos.
Difícil, pero necesario. Otra cosa, puede entretener, pero no es cristianismo.
Núm. 124. JUNIO. Año 1974.
DESDE la ciudad, el verano, es una pausa; desde el campo la cosecha, el premio de los afanes, casi en la mano. Pausa es disipación, y cosecha la venganza de la avaricia, si hemos perdido la capacidad para la meditación, el gozo y el esfuerzo de la generosidad; si el sol de la pereza o de la codicia nos quemara las vidas en la huida o en el ardor inútil. ¡Que no sea así, que esperemos cosechas para convertirlas en nueva sementera para repartir! Hay un verano más alto, y un sol todavía más claro.
Núm. 129. FEBRERO. Año 1975.
LA CUARESMA, entendida sólo como austeridad, coincide, este año, con el principio de una época crítica que afecta a todo el mundo. Pero para el Cristianismo la austeridad no es solamente privación y ayuno, sino, principalmente, tiempo de reforma, de conversión. Podemos, en el mundo, en nuestro mundo, tomarlo y tratarlo desde nuestra reforma personal y social y, desde esta asunción, no tendremos más remedio que ayunar, que desprendernos. No llegaremos a ser "buenos" porque ayunamos, sino que haremos bueno y generoso nuestro ayuno si nos convertimos.
Núm. 140. ABRIL. Año 1976.
«NO ES otra cosa la Eucaristía que el amor revestido de discreción; Cristo está presente y oculto en ella. Da el vértice de la vida mientras asume todas las inmovilidades y silencios de la muerte. Es el lenguaje oculto de Dios, pero es, además, la sugerencia de un método: conversión del mundo no desde el exterior al interior, sino desde dentro afuera». — CARD.
GIULIO BEVILACQUA, C. O.
Núm. 148. MARZO. Año 1977.
HAY una violencia que está en cada ser que crece, mientras persiste en su desarrollo. Esa violencia no es desconocida para el cristiano, y entra en la ley de su vida. Negarla equivaldría a negar la "conversión" espiritual que le es indispensable, y la transformación de todo su hacer en el mundo. Otras violencias son menos profundas que ésta.
Núm. 149. ABRIL. Año 1977.
UN CIRIO pascual, una luz en el mundo para todos.
Limpieza de sinceridad de la vida renovada. Todos los hombres no son todavía cristianos. Pero aún antes de aupar para que los que no se han bautizado o que permanecen lejos de la Iglesia, vengan o vuelvan a ella, convendrá la renovación, la conversión de los que, querámoslo o no, hemos de dar la imagen de Cristo a los que todavía no lo conocer, o lo conocer mal. Y esto hemos de desearlo, quererlo y hacerlo, porque es posible y es necesario, para nuestra misma felicidad y la que buscan y necesitan todos los hombres.
Núm. 150. MAYO. Año 1977
LA IGLESIA celebra las fiestas de los Santos, no para alimentar el mito a que es propenso remitirse el hombre elemental, sino precisamente para ir des montándolo, de modo que, esas figuras destacadas que nos recuerdan, al reproducirlo, el rostro de Cristo presente en su Iglesia, sean cada vez menos una substitución de los héroes mitológicos del paganismo, y nos introduzcamos en la realidad sobrenatural de aquello que la fe, convertida en vida, pudo lograr en los que de veras se han entregado al Evangelio y puede, todavía, lograr en nosotros si, como ellos, nos abrimos a la Palabra del llamamiento definitivo al bien, al Reino de Dios, sin búsqueda de prestigios que la vanidad podría sugerir incluso en las apariencias de la misma santidad, sin huidas enajenantes del deber inmediato de hombres de esta tierra, aunque para el cielo. Como fueron los santos: enamorados, realistas y sobrenaturales.
Núm. 162. NOVIEMBRE. Año 1978
Publicación mensual del Oratorio Núm. 162 NOVIEMBRE Año 1978 SUMARIO UN PAPA nuevo, más bien que un nuevo Papa, va a ser por su origen, por su carácter, por sus actitudes, Karol Wojtyla. La Iglesia, con él, se rejuvenece y abre a nuestras esperanzas, mientras el mundo entero lo recibe con simpatía y entusiasmo. ¡Ojalá los cristianos ayudemos a convertir en realidad las esperanzas de la Iglesia y del mundo!
Núm. 175. MARZO. Año 1980
NO es solamente por el reclamo de los textos litúrgicos, porque, si a pesar de ellos, nos olvidáramos de la necesidad de estar siempre abiertos a la conversión, quedarían las voces del mundo, hoy todavía más fuertes, que nos piden a todos los hombres, ese gran esfuerzo de transformación de todo y de conversión de todos. Las cosas cambiarán cuando se miren desde Dios y hacia Dios, los hombres nos convertiremos cuando volvamos al Evangelio.
Núm. 184. MARZO. Año 1981
NO PODEMOS cambiar, de repente, el mundo entero:
pero sí podemos, cada uno, dar a Dios la respuesta que su gracia nos solicita. Esta respuesta equivale a la conversión. Convertirse es, sencillamente, volver otra vez a Dios, volver todavía más a Dios, para completar la propia vida en él. El mundo se cambia de hombre en hombre, de uno en uno. A veces perdidos, enajenados mirando al mundo, nos olvidamos de lo cercano y posible que está en nosotros.
Núm. 193. MARZO. Año 1982
CIERTO, no podemos hacer grandes cosas, pero cada uno somos totalmente dueños del precioso acervo de nuestras respectivas fuerzas. Bastaría con no desperdiciar gracias, energías y tiempo en unos pocos, para que los dones de Dios multiplicaran su eficacia en quienes le son fieles, y en los que están más cerca de ellos. El mundo no cambia al hombre, sino que es el hombre el que influye en el mundo, y lo transforma si el hombre se abre a la conversión.
Núm. 201. FEBRERO. Año 1983
EXISTE una relación concatenada y progresiva entre secularidad y pobreza, pobreza y esperanza, esperanza y cristianismo. Somos, en el tiempo, pobres todavía de eternidad. Pero abiertos a la esperanza cristiana, cabe una purificación en la que se recoja el reflejo de lo eterno ―don, gracia, generosidad divina― en lo temporal. Jesucristo mismo es el reflejo y la presencia de lo eterno, santo y divino, que irrumpe en lo temporal, secular humano. Cuando la pobreza no sea una calamidad, sino una purificación y un respeto por lo recibido de Dios, se convertirá en disponibilidad para su Reino.
Por eso Jesucristo eligió la pobreza.
Núm. 202. MARZO. Año 1983
LA GLORIA y el riesgo de la transformación cristiana ―de la conversión— del hombre, está en que ha de seguir siendo hombre, es decir, criatura que se mueve inteligentemente en las coordenadas de la sensibilidad y del tiempo; pero que, a la vez, ha de espiritualizar, hasta lo más profundo, la relatividad de lo creado para referirlo y referirse a sí mismo a Dios. Y que ha de hacerlo con el "estilo" de Dios. Eso es el "hombre nuevo", el hombre pascual. Lo cual ya se ha realizado en Cristo y en los verdaderos santos.
Núm. 213. MAYO. Año 1984
GOZARNOS en los santos de Dios, porque en ellos la gracia se ha manifestado ejemplarmente, convertida en realidad vivida. Y gozarnos, con profunda gratitud hacia Dios, por los santos que ha colocado en nuestro camino hacia él, para que nos sean guías y padres en nuestro acercamiento al Evangelio: pues eso representa san Felipe Neri para todos los que nos consideramos sus hijos.
MEMORANDA...
Núm. 214. JUNIO. Año 1984
EL ESPÍRITU de Dios es el aliento de la vida de la Iglesia de Jesus, el gran discipulado de los que creen en él. Y, como la llama transfigura lo que penetra, así el aliento divino, presente en la obra de Jesús, va preparando el Reino que se describe en el Evangelio, para que no se detenga el proceso de purificación y conversión de la humanidad. Proceso frente al cual las actitudes de los mismos creyentes han de ser continuamente revisadas, para que las esperanzas de los demás hombres sean iluminadas por la fe de los cristianos.
Núm. 216. NOVIEMBRE. Año 1984
OTOÑO cierra el ciclo del trabajo sobre la tierra, cuando el hombre acaba de recoger los frutos conseguidos y se dispone a sembrar de nuevo, con renovada esperanza. También la Iglesia medita y guarda en su corazón el fruto de la siembra de la fe en sus hijos, los santos. Y canta alabando a Dios mientras espera nuevas cosechas para el espíritu, en las que seguirá glorificando a Dios cuando premie los propios dones que él reparte convertidos en gracia, semilla de gloria.
Núm. 220. MARZO. Año 1985
HAY dos palabras, una en tránsito a la otra, que encierran todo lo que la Iglesia nos pide para la Cuaresma: «conversión» y «Evangelio». Ellas nos debieran bastar para recordarnos la tarea que nos compromete a no desperdiciar tiempo, fuerzas y vida.
Convertirse, volver siempre al Evangelio, «buena noticias de Dios «novedad santa» para los hombres, «anuncio gozoso» que dispone a la realización del gran proyecto de justicia y felicidad, para el mundo. Pero para un mundo renovado, de cielos y tierra nuevos, de hombre nuevo, de humanidad purificada, renacida del injerto de Dios mismo en nosotros.
Núm. 224. OCTUBRE. Año 1985
AMÉRICA es una palabra inmensa. Inmensa su historia truncada, inmensa la fuerza de su despertar, después de todas las desgracias, como águila que remonta el vuelo y mira al sol, porque todavía es joven. Pero nunca esta inmensidad, convertida en distancia, nos había parecido tan grande, como en estos días, al pensar en los Oratorios de México. Tan lejos y, a la vez, tan cerca en el sentimiento y la oración, que no habríamos podido escribir sino de ellos, en la esperanza de que, también ahora, como antaño después de otras pruebas, salgan rejuvenecidos, para bien de su pueblo y de la parcela de la Iglesia donde continúan la obra de san Felipe.
Núm. 228. FEBRERO. Año 1986
NO NOS gusta este mundo y, seguramente, tampoco nos gustamos a nosotros mismos. Pero no debe cundir la tristeza ni el desánimo. Tenemos una tarea hermosa: la de no cesar en el empeño por convertirnos, haciendo concretos los esfuerzos, y levantando el corazón a Dios. Desde nuestra vuelta a Dios, poco a poco, también iremos cambiando el sentido de todo lo que nos rodea y empujando el mundo hacia su Reino.
Núm. 233. OCTUBRE. Año 1986
LO QUE se dice empezar, se empieza solamente una vez: es el primer momento de la existencia. Pero seguir adelante, a partir de entonces, a cada latido de la vida, es siempre empezar, resumiendo (reasumiendo) toda la experiencia vital precedente, enriqueciéndola y corrigiéndola con humildad, y proyectándola, con renovado ímpetu, hacia la esperanza del más allá de este apoyo instantáneo, fugaz, pero consciente y lúcido.
Ahora que las primeras lluvias nos despiertan de la indolencia veraniega, comenzar también es volver a asumir la profundidad radical de nuestro ser, de nuestros pensamientos de nuestras capacidades, para convertirnos un poco más, volviendo a nosotros mismos y, desde la raíz, crecer en generosidad, como luego harán los árboles.
Núm. 238. MARZO. Año 1987
CAMINO de la Pascua, de la mano de la Iglesia, pedagoga de la fe, que la nutre con toda palabra que viene de la boca de Dios, especialmente por medio de la Liturgia, donde la inteligencia y el corazón, hermanadamente, se funden en la asamblea de hijos que invocan al Padre común, mientras ella, Madre de todos, nos alimenta en las fuentes sacramentales: nos dispone a renovar las promesas bautismales, nos exhorta a la conversión, y nos parte el Pan de la Eucaristía. Así andamos, y así crecemos, acercándonos, desde las Pascuas de la tierra, a la gran Pascua de la eternidad.
Núm. 247. MARZO. Año 1988
HAY una jerga vulgar, para la cual "pasar" es olvidarse, despreocuparse, no atender a nada que pueda interferir el instinto de estar a gusto y seguir con lo que inmediatamente apetece, sin mayor reflexión.
Para los cristianos, "pasar" nos recuerda la Pascua: el paso de Cristo al Padre, y pasar nosotros, con él, a Dios, cruzando las aguas de gracia del Bautismo. Pasar es cambiarnos, introduciéndonos en Dios; es convertirse, es aceptar la invasión de la vida divina en nosotros, y agradecerla. Para nosotros, Pascua es todo lo contrario de olvido o descuido; es reactivar la vida, sumando a la nuestra, para transformarla, el impulso divino; es incorporarse a Cristo, desde el vértice del alma.
Núm. 282. MARZO-ABRIL. Año 1992
DEJARNOS convencer por el amor que Dios nos tiene, y que nos ha demostrado. Dejarnos convencer por el amor para saber amarle, superando fantasías inútiles, sentimentalismos hueros, angustias y miedos que paralizan la acción de la gracia cuando nos empuja a la apertura humilde, agradecida y gozosa a la oferta divina. Es decir, convertirnos al amor, puesto que Dios nos ha amado según la medida del amor de su Hijo, Cristo Señor nuestro.
Núm. 292. ENERO - FEBRERO. Año 1994
CRISTO, como hombre sumergido en la divinidad, rogó al Padre: «Que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí». La unidad, como la fe, no se improvisa, y es gracia derramada de la profundidad de Dios. Aquí va precedida de la unión, de andar juntos sin eliminarnos, sin destruirnos recíprocamente, respetándonos.
La Iglesia espera que los que se limitan a llamarse cristianos se conviertan al catolicismo; pero, a la vez, moderando el énfasis de nuestra denominación, los católicos debemos convertirnos al cristianismo; sin lo cual la deseada unión no sería comunión, no sería verdadera Iglesia de Dios, en la que "cristiano" es el nombre y "católico" el apellido.
Núm. 293. MARZO-ABRIL. Año 1994
CUALQUIER tiempo pasado fue peor, porque ahora ya tenemos a Cristo, el crucificado por el pecado del mundo, escándalo de los que esperaban remedios y milagros, y locura de los previsores que todo lo plantean con sabiduría y astucias de este mundo. Pero el hombre sigue todavía en trance de conversión, porque el pecado no se ha erradicado totalmente. Persisten las grandes injusticias, las mentiras, las hipocresías, los silencios culpables, las maledicencias, el fomento de los odios, las envidias, las codicias, el rescoldo de las venganzas... La cruz de Cristo ha pasado a ellos. Cuando Cristo nos juzgue, con los inocentes a su lado, antes que preguntarnos por nuestra fe, nos pedirá cuenta de cómo hemos tratado a nuestros hermanos... y "suyos".
Núm. 298. ENERO — FEBRERO. Año 1995
LLAMADOS a la vida, habría un modo de estar en el mundo casi vegetativo y de movernos en él, ni libres ni esclavos, pero sí despersonalizados de nuestra condición cristiana, somnolentes y dejados llevar por la corriente de lo más fácil o placentero, degradando, al fin, la razón última de existir, vueltos al paganismo. Pero la vida de los hijos de Dios, ya en la misma tierra, está llamada a la trascendencia, más allá de sí misma, para que se pueda convertir en respuesta gozosa y agradecida a quien nos la dio. En el fondo, se trata, como en los primeros seguidores de Cristo y en los santos, de una respuesta de la fe en Dios y en su amor, que concierne a todos los bautizados.