Compendio SUMARIOS del LAUS (1972-1995)
Núm. 212. ABRIL. Año 1984
ABRIL y la contemplación del misterio de Cristo, entre lanzas de laureles perennes y las primeras flores, caducas como todas las esperanzas simplemente humanas. Pero son anuncio, aunque efímero, desde el pórtico de cada primavera, de la victoria del Señor sobre la muerte, radiante como un nuevo sol, como una flor de luz, que disipa las mezquindades humanas.
La Iglesia nos recuerda a Cristo, y nos muestra la cruz y el sepulcro, y un camino para una vida nueva.
Núm. 239. ABRIL. Año 1987
DESDE la raíz a la flor; desde la cruz ―y por la cruz― a la luz; desde la muerte a la vida; desde la oscuridad y apariencia absurda del dolor y del fracaso, al triunfo de Cristo, glorioso y radiante. Hay una lógica divina: la misma fuerza infinita y la gloria eterna de Dios, riqueza de sí mismo y para sí mismo. Y hay la sabiduría de Dios traducida en misericordia para nosotros, que nos redime y nos eleva hasta la exaltación filial.
Por todo esto, si creemos, tenemos derecho a la alegría.
Ya, lo absurdo no es el dolor, ni la muerte, ni ninguna de las limitaciones que experimentamos los hombres; lo absurdo, en todo caso, sigue siendo el pecado de la humanidad, soñadora de cielos al margen de Dios, y empeñada en hacer absoluto lo perecedero de las realidades temporales, y en reducir a ídolo el Absoluto. Si Cristo hubiese cedido a este absurdo, no habría estorbado a nadie, ni habría padecido la muerte de cruz. Con su muerte demostró que era libre de pecado, y nos liberó a todos, mereciendo y ofreciéndonos su misma libertad: la de hijos de Dios.
Núm. 247. MARZO. Año 1988
HAY una jerga vulgar, para la cual "pasar" es olvidarse, despreocuparse, no atender a nada que pueda interferir el instinto de estar a gusto y seguir con lo que inmediatamente apetece, sin mayor reflexión.
Para los cristianos, "pasar" nos recuerda la Pascua: el paso de Cristo al Padre, y pasar nosotros, con él, a Dios, cruzando las aguas de gracia del Bautismo. Pasar es cambiarnos, introduciéndonos en Dios; es convertirse, es aceptar la invasión de la vida divina en nosotros, y agradecerla. Para nosotros, Pascua es todo lo contrario de olvido o descuido; es reactivar la vida, sumando a la nuestra, para transformarla, el impulso divino; es incorporarse a Cristo, desde el vértice del alma.
Núm. 283. MAYO - JUNIO. Año 1992
SANTOS como los de la primera generación cristiana, que predicaron sufriendo y con frecuencia muriendo por la fe, sin gloriarse de sí mismos. Santos como los que abandonaron los estilos, riquezas y soberbia del mundo y siguieron las Bienaventuranzas. Santos como Francisco de Asís y su "perfecta alegría", o como Juan de la Cruz y su "noche oscura", o como Javier y su "sed de almas", o como Felipe Neri llenando de claridad su alma junto a las tumbas de los mártires у la oscuridad de las catacumbas y repartiendo luego libertad, alegría y paz a sus hijos. Lo que no se parezca a esto ha de ser muy tamizado, para librarnos de la sorpresa de tomar por santos a mitos y fantasmas evanescentes.
Núm. 293. MARZO-ABRIL. Año 1994
CUALQUIER tiempo pasado fue peor, porque ahora ya tenemos a Cristo, el crucificado por el pecado del mundo, escándalo de los que esperaban remedios y milagros, y locura de los previsores que todo lo plantean con sabiduría y astucias de este mundo. Pero el hombre sigue todavía en trance de conversión, porque el pecado no se ha erradicado totalmente. Persisten las grandes injusticias, las mentiras, las hipocresías, los silencios culpables, las maledicencias, el fomento de los odios, las envidias, las codicias, el rescoldo de las venganzas... La cruz de Cristo ha pasado a ellos. Cuando Cristo nos juzgue, con los inocentes a su lado, antes que preguntarnos por nuestra fe, nos pedirá cuenta de cómo hemos tratado a nuestros hermanos... y "suyos".