Compendio SUMARIOS del LAUS (1972-1995)
Núm. 103. MARZO. Año 1972.
CUARESMA, Semana Santa, Pascua: tiempo de revisar nuestro Bautismo, tiempo de purificación, de aproximación al misterio de Cristo; tiempo de agradecer su sacerdocio y todas las formas de consagración que le siguen, de cerca, en la vida, en el dolor y en la esperanza de su Reino, como la Virgen, la primera cristiana.
Este número contiene además de los horarios de las Conferencias Cuaresmales y de los cultos de Semana Santa.
Núm. 104. ABRIL. Año 1972.
PASCUA es la primavera de la Iglesia; la primavera I es la pascua de la naturaleza. Finalmente, en la última Pascua —en el último, definitivo "paso" de Cristo— todo convergerá en Dios. Mientras tanto, en el tiempo, es hora de secundar el impulso del constante amanecer de la vida, siempre refloreciendo, prometedora de frutos que serán la cosecha de Dios: unidad, paz, todo bien, hasta ser renovada la faz de la tierra. En la Iglesia ya están los que viven y anuncian la primavera de Dios.
Núm. 131. ABRIL. Año 1975
PASCUA es el tiempo de la "presentidad" del Señor en medio de los que han creído en él. La Iglesia se forma a partir de esta conciencia, de este descubrimiento: «Hemos visto al Señor». La Iglesia viene del Señor, de verlo, de creer en él. No vamos a Dios; venimos de Dios.
Núm. 149. ABRIL. Año 1977.
UN CIRIO pascual, una luz en el mundo para todos.
Limpieza de sinceridad de la vida renovada. Todos los hombres no son todavía cristianos. Pero aún antes de aupar para que los que no se han bautizado o que permanecen lejos de la Iglesia, vengan o vuelvan a ella, convendrá la renovación, la conversión de los que, querámoslo o no, hemos de dar la imagen de Cristo a los que todavía no lo conocer, o lo conocer mal. Y esto hemos de desearlo, quererlo y hacerlo, porque es posible y es necesario, para nuestra misma felicidad y la que buscan y necesitan todos los hombres.
Núm. 185. ABRIL. Año 1981
PASCUA contiene el significado completo del cristianismo: desde su preparación, arrancando de los patriarcas, hasta su consumación en Cristo. Pascua es una semilla en la fe, es un dolor de crecimiento y hasta de muerte temporal en la esperanza; pero es, sobre todo, la culminación espiritual y transformadora, desde el cuerpo y desde el tiempo, para más allá de las realidades presentes, para pasar a la forma de Cristo, vivo y glorioso.
Núm. 202. MARZO. Año 1983
LA GLORIA y el riesgo de la transformación cristiana ―de la conversión— del hombre, está en que ha de seguir siendo hombre, es decir, criatura que se mueve inteligentemente en las coordenadas de la sensibilidad y del tiempo; pero que, a la vez, ha de espiritualizar, hasta lo más profundo, la relatividad de lo creado para referirlo y referirse a sí mismo a Dios. Y que ha de hacerlo con el "estilo" de Dios. Eso es el "hombre nuevo", el hombre pascual. Lo cual ya se ha realizado en Cristo y en los verdaderos santos.
Núm. 229. MARZO. Año 1986
LOS SENTIMIENTOS de Cristo: entrar por la reflexión de la fe y el reconocimiento del corazón, y ver dibujada su figura y sus gestos, y percibir agradecidos el latido de su ser, todavía muriendo y resucitando en la Iglesia, y en cada cristiano, y en cada hombre. Porque en él se resumió todo el precedente salvador, toda la sed de libertad de la humanidad y luego, como gracia para lodos, se proyectó hacia adelante, hasta nosotros mismos y nuestro tiempo, y hasta más allá del tiempo, en la Pascua eterna.
Núm. 230. ABRIL. Año 1986
CRISTO MISMO es la Pascua. Y la Iglesia, fruto de la Pascua. Pero Cristo solamente puede reconocerse en y con los hermanos, formando comunidad; y solamente puede vivirse contemplado con los ojos de la fe, porque lo llevamos en el corazón. La Pascua se abre en la comunidad y se vive en la fe. Comunidad y fe, y comunidad de fe. Lo demás son reducciones míticas, entretenimientos sentimentales, evasiones desleales o enajenaciones fantasiosas.
Núm. 238. MARZO. Año 1987
CAMINO de la Pascua, de la mano de la Iglesia, pedagoga de la fe, que la nutre con toda palabra que viene de la boca de Dios, especialmente por medio de la Liturgia, donde la inteligencia y el corazón, hermanadamente, se funden en la asamblea de hijos que invocan al Padre común, mientras ella, Madre de todos, nos alimenta en las fuentes sacramentales: nos dispone a renovar las promesas bautismales, nos exhorta a la conversión, y nos parte el Pan de la Eucaristía. Así andamos, y así crecemos, acercándonos, desde las Pascuas de la tierra, a la gran Pascua de la eternidad.
Núm. 241. JUNIO. Año 1987
LA PASCUA no acaba con el fin del tiempo litúrgico que se dedica especialmente a ella. La Pascua sigue: pasa la vida, pasa el tiempo y pasa Dios cerca de nosotros. Pasa Jesucristo, y nos pasa su propia Pascua, para que se acorten las distancias entre el siervo y el Señor, entre los hijos y el Padre, entre los hombres у Dios. La Pascua personal de Cristo y la nuestra se juntan y, de este modo, lo que simplemente sería historia humana, se hace historia sagrada, lo que sólo sería naturaleza es gracia. Y, así, el Espíritu, nos va conduciendo hacia la verdad plena, hacia el gozo completo, restituidos a Dios.
Núm. 247. MARZO. Año 1988
HAY una jerga vulgar, para la cual "pasar" es olvidarse, despreocuparse, no atender a nada que pueda interferir el instinto de estar a gusto y seguir con lo que inmediatamente apetece, sin mayor reflexión.
Para los cristianos, "pasar" nos recuerda la Pascua: el paso de Cristo al Padre, y pasar nosotros, con él, a Dios, cruzando las aguas de gracia del Bautismo. Pasar es cambiarnos, introduciéndonos en Dios; es convertirse, es aceptar la invasión de la vida divina en nosotros, y agradecerla. Para nosotros, Pascua es todo lo contrario de olvido o descuido; es reactivar la vida, sumando a la nuestra, para transformarla, el impulso divino; es incorporarse a Cristo, desde el vértice del alma.
Núm. 248. ABRIL. Año 1988
PASAR de la muerte a la vida. Y pasar a más vida.
Cada primavera nos muestra, en el repetido despertar de la naturaleza, nuestro propio nacer y renacer a la fe, cuando ésta se proyecta vitalmente y trata de ir recorriendo el ciclo de nuestro crecimiento en Dios. Raíces más hondas y ramas más altas. Y esperanzas, como en las primeras flores de los árboles que son promesa de fruto. Para que un día «vuelva el Señor», cuando «llegue la hora de la cosecha», y se nos lleve a la Pascua del cielo, donde ya están con él los santos y los justos amigos que nos esperan.
Núm. 257. ABRIL. Año 1989
PASCUA es pasar de la servidumbre que infunde temor a la libertad del amor, que se erige en orden supremo de la vida, en exigencia pacífica sentida en el fondo del alma, y en felicidad que dilata el corazón. La religión que en el paganismo buscaba explicaciones a las ignorancias humanas o remedio a las carencias del mundo visible ha sido substituida por este gran cambio introducido por Cristo, por el cual podemos ver en Dios al Padre y ser nosotros hijos suyos, hijos de Dios. Es cierto que todavía hay dioses falsos en este mundo, pero hemos descubierto la esperanza en la que nos precede Cristo, hermano mayor de la humanidad, y vencedor de la malicia y de la muerte.
Núm. 268. JUNIO. Año 1990
SAN Felipe Neri, si hubiese podido elegir nombre para su Congregación, habría sido el de «Hijos del Espíritu Santo». Por eso, Pentecostés, además de la culminación de la Pascua, es, para nosotros, una celebración oratoriana que nos recuerda el prodigio de la vida de oración de san Felipe, desde su misma juventud. La oración fue tan importante en toda su vida y su obra, que acabó llamándose «Oratorio». Oratorio y Espíritu Santo tienen que ver, porque el Espíritu es el maestro único que enseña el trato con Dios y lleva a la unión con él, con tal que, decía san Felipe, «seamos humildes y dóciles». ¡Que el Espíritu fecunde, con el rocío de la gracia, nuestras vidas y todo nuestro obrar!