Compendio Tiempo de Oración del LAUS (1972-1995)
TIEMPO LITÚRGICO: NAVIDAD
Núm. 172. DICIEMBRE. Año 1979. Tiempo de oración: PORQUE ES MEDIODÍA...
Oh Madre de Cristo Jesús, yo no vengo a rezar.
Hoy no vengo a ofrecerte nada, ni a pedirte nada.
Vengo solamente a contemplarte, oh Madre. Contemplarte, emocionado por el gozo, al saber que yo soy tu hijo y que tú estás ahí.
Sólo un momento, mientras todo se detiene, para estar contigo, María, donde tú estás; sin palabras, sólo con una canción, porque el corazón, dentro, está colmado. Porque eres hermosa, inmaculada.
La mujer en la gracia finalmente reconquistada; la criatura en su prístina felicidad y en su final sereno; tal como era salida de las manos de Dios, en la mañana de su origen esplendoroso.
Inefable, intacta; porque eres la madre de Jesús, que es la verdad viviente, sostenido en tus brazos, la única esperanza, el único fruto.
Porque eres la mujer, el paraíso de las antiguas ternuras olvidadas, cuya mirada penetra en la intimidad del corazón para que se derrame en lágrimas incontenibles.
Porque ya es mediodía y el sol está en su cenit; porque estamos ya en el centro de este nuevo día.
Porque tú estás siempre ahí; simplemente porque eres María, simplemente porque existes.
Por todo esto, gracias, Madre de Jesucristo.
Paul Claudel 2 (162)
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Núm. 235. DICIEMBRE. Año 1986. Tiempo de oración: ORACIÓN A CRISTO
Estás aún, todos los días, entre nosotros. Y estarás con nosotros por siempre jamás.
Vives entre nosotros, a nuestro lado, sobre la tierra que es tuya y nuestra, sobre esta tierra que, de niño, te acogió entre los niños y, acusado, te crucificó entre los ladrones...
Pero ha llegado el tiempo en que es preciso que vuelvas a aparecerte a todos nosotros y des un signo perentorio e irrecusable a nuestra generación. Tú ves, oh Jesús, nuestra pobreza; tú ves cuán grande es nuestra necesidad; no puedes dejar de reconocer cuán improrrogable es nuestro estado, cuán dura y verdadera nuestra angustia, nuestra indigencia, nuestra desesperanza; sabes cuánto necesitamos de una extraordinaria intervención tuya, cuán necesario nos es tu retorno.
Aunque sea un retorno breve, una llegada inesperada, seguida inmediatamente de una desaparición súbita; una sola aparición, un llegar y un volver a partir, una sola palabra al llegar, una sola palabra al desaparecer, una sola señal, un aviso único, un relámpago en el cielo, un brillo en la noche ― una sola hora de tu eternidad, una palabra sola por todo tu silencio.
Tenemos necesidad de ti, de ti sólo y de nadie más.
Giovanni Papini, (1881-1956) 2 (162)
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Núm. 262. DICIEMBRE. Año 1989. Tiempo de oración: ADVIENTO
Señor: el tiempo de adviento
nos obliga
a la gran meditación sobre el hombre,
al descubrimiento de la verdadera condición
de la vida humana
y de nuestra maravillosa suerte
de tenerte por
hermano nuestro,
como Dios hecho hombre
para nuestra salvación
y para que el hombre pudiera verse asociado
a la misma vida de Dios.
Por eso Navidad
es la fiesta más grande del mundo,
mientras éste experimenta su crecimiento
y aspira a la plenitud de la vida.
No permitas, Señor, que apaguemos
la llama que resplandece desde el interior
del misterio de Navidad:
la fe en el Verbo de Dios hecho hombre,
para que la tengamos encendida
y sea tu luz, tu bondad, tu alegría,
derramándose en nuestras almas
y en nuestros hogares.
Y recordemos contigo a María,
la portadora —¡lámpara!— de esta luz.
Pablo VI, (4.12.1977) 2 (182)
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Núm. 271. DICIEMBRE. Año 1990. Tiempo de oración: "EN TI, SEÑOR, ESPERO"
La tristeza me aturdía a grandes gritos diciéndome:
«¡La muerte es tu único refugio, la muerte es tu único refugio!», Yo, al oírlo, me horroricé y, cayendo en tierra, sin alzar los ojos, clamaba: «¡Señor, ayúdame; Señor, no me abandones! ¡Ven, esperanza mía! ¡Ven a mí, esperanza mía!» Y, de repente, bajó del cielo, resplandeciente, la esperanza, y me cogió, me alzó del suelo, me puso en pie y me dijo: «¿Hasta cuándo seguirás siendo niño?
¿Cuánto tiempo querrás comportarte como un novicio? Después de haber empleado tu vida combatiendo y haber andado por caminos de sombras y de muerte, ¿todavía no has aprendido a luchar? ¡No te conturbes, no te asuste la gran justicia de Dios! ¡Ten ánimo y no seas pusilánime! Deja el miedo para los que no se convierten al Señor, para los que prefieren andar por los caminos de su antojo, para los que van tras las vanidades, los que no han querido conocer los caminos de la Paz. Deja que teman los impíos, los que cuando pecan se atreven A decir: "¿Qué mal he hecho?", los que no se convierten de corazón, los que son llamados y rechazan la llamada, los que prescinden de Dios... Levántate y aleja de ti toda tristeza. Abrázate a los pies del Señor y él te hará libre y te dará la salvación».
Dicho esto, subió otra vez al cielo, quedando yo confortado y colmado de consolación.
Jerónimo Savonarola. O. P., (1452-1498) en «Última meditación» 2 (162)
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Núm. 297. NOVIEMBRE-DICIEMBRE. Año 1994. Tiempo de oración: PEQUEÑA CADENA DE JACULATORIAS
Mi Señor Jesús, ¡cuánto quisiera amarte!
Señor mío, no te fíes de mí.
Señor, si tú no me ayudas
nunca haré nada bien.
Señor, todavía no te conozco,
aunque te busco, y no te encuentro.
¡Ven a mí, Señor!
Cuando te conozca,
me conoceré también a mí mismo.
Sé que no te he amado nunca,
pero sé ¡cuánto quisiera saber amarte, oh Señor Jesús!
No quisiera hacer nada más que lo que te complazca.
Busco el modo de amarte,
y no acierto a encontrarlo.
Sé que nunca lo encontraré
si tú no me ayudas.
Desconfío de mí mismo,
sólo confío en ti, mi Señor Jesús.
San Felipe Neri 2 (122)
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