Ramón Mas Casanelles nació en Barcelona en 1915, en un contexto de grandes cambios políticos y eclesiales en España. Su infancia transcurrió en una sociedad marcada por la inestabilidad, lo que le permitió desarrollar desde joven un gran carácter y una fe profundamente arraigada.
La vocación sacerdotal del Padre Ramón se manifestó desde muy joven, pero —siguiendo el consejo de su guía espiritual— esperó hasta la finalización de la guerra para dar el paso definitivo. El 28 de febrero de 1943, poco antes de cumplir 28 años, fue ordenado sacerdote.
Seguidamente se trasladó a Roma, donde conoció al Procurador General del Oratorio, el Padre Edward Griffith, más tarde Delegado de la Santa Sede para la Confederación Oratoriana, quien lo guio en su discernimiento vocacional y en su determinación para ingresar en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. Esta institución sigue el espíritu de su fundador: formar sacerdotes que —sin emitir votos religiosos— viven en comunidad y se dedican especialmente a la predicación y a la dirección espiritual.
Su ingreso supuso un punto de inflexión en su vida, ya que encontró en esta comunidad el ambiente idóneo para profundizar en su dedicación a la Palabra de Dios.
Emprendió uno de los proyectos más significativos de su vida: la fundación del Oratorio de San Felipe Neri en Albacete, entonces la zona de España con mayor desproporción entre el número de fieles y sacerdotes.
Movido por la confianza en la Providencia, rechazó toda ayuda estatal e institucional que comprometiera la independencia de la obra. Su convicción era firme: la Iglesia debía sostenerse por sus propios fieles y no depender de estructuras ajenas.
La construcción de la iglesia del Oratorio fue un desafío, pero también un testimonio de fe. Gracias a la generosidad de los creyentes y al esfuerzo incansable de la comunidad, el templo fue inaugurado en la fiesta de San Felipe Neri del año 1967, convirtiéndose en un centro de evangelización y vida cristiana en la ciudad.
Más allá de un lugar físico, el Oratorio era para él un centro de irradiación de la fe, donde la predicación y los actos litúrgicos ocupaban un lugar privilegiado. No concebía la vida cristiana sin la oración comunitaria ni sin la celebración digna de los sacramentos.
Su afán por la predicación lo llevó a adquirir una imprenta artesanal para transmitir a la comunidad de fieles la realidad religiosa latente en la Iglesia. Se vio obligado a licenciarse en Periodismo para poder editar la revista LAUS, que él mismo fundó en 1958. Al principio se publicaba mensualmente —salvo durante los meses estivales—, pasando a ser bimensual en sus últimos cuatro años. En diciembre de 1995, tras 36 años de existencia, se editó su último número, el núm. 303.
La revista constaba de 20 páginas, en su mayoría con artículos de su puño y letra, aunque también incluía textos ajenos, resúmenes de escritos relevantes, encíclicas y tratados religiosos.
Para el Padre Ramón Mas Casanelles, el cristianismo no era un simple sistema de normas ni una religión de cumplimiento exterior. Insistía en que lo fundamental no era la moralidad en sí misma, sino la transformación del hombre por la gracia. El “estilo de Cristo” era el núcleo de su predicación: un anuncio directo de la verdad, sin adornos retóricos ni concesiones al sentimentalismo, que interpelaba con autoridad pero sin imponer. Cristo no vino a establecer un código ético, sino a salvar; y esa convicción se reflejaba en cada una de sus homilías.
No aceptaba que la predicación se redujera a consejos prácticos o a discursos meramente inspiradores. Rechazaba tanto la banalización del mensaje cristiano como su conversión en una carga de exigencias morales sin vida. Su palabra era exigente, pero nunca moralista: recordaba que el Evangelio no es un manual de comportamiento, sino el anuncio del Reino de Dios, que precede y transforma la vida de quien lo acoge.
Tenía claro que la Iglesia existía para evangelizar. Su pasión por la predicación no era una labor más en su ministerio, sino la esencia misma de su sacerdocio. Nada podía anteponerse a la proclamación de la Palabra de Dios. Creía que si la Iglesia dejaba de evangelizar, dejaba de cumplir su misión. Por eso no escatimaba esfuerzos en preparar sus homilías, en las que no había improvisación gratuita ni palabras vacías.
Junto con la predicación, la celebración de los sacramentos ocupaba un lugar central en su ministerio. Era un firme defensor de la Liturgia bien celebrada, en la que la dignidad del culto no se viera empañada por elementos ajenos a su esencia. Veía con preocupación las desviaciones litúrgicas que ponían al hombre en el centro, desplazando el misterio divino.
Para él, la Liturgia no era un espectáculo ni un medio para captar fieles, sino la expresión más alta de la fe de la Iglesia. En sus celebraciones, buscaba siempre transmitir el sentido profundo de los ritos, evitando cualquier forma de superficialidad o improvisación.
El Padre Ramón Mas Casanelles no dejó tratados teológicos ni libros sistemáticos, pero dejó algo más valioso: una palabra viva. Su obra literaria se resume en los 303 números de la revista LAUS, a los que se puede acceder en este medio, y dos pequeños libros sencillos, editados recopilando información esencial de dicha revista con el propósito de divulgar el espíritu evangelizador de San Felipe Neri y del cardenal Newman; además de la traducción al valenciano y español de la antología The Mind of Newman, del Padre Dessain.
Destaca especialmente por su ímpetu y celo fervoroso esta colección de 172 sermones suyos, transcritos y presentados en formato de audio con su propia voz y subtítulos. En ellos, además de su erudición y elocuencia, se refleja su profundidad teológica y su capacidad para tocar el corazón de los fieles. Su enseñanza sigue vigente hoy, pues no fue la voz de un simple hombre, sino el eco de la verdad del Evangelio.
Actualmente se está preparando la publicación de estos sermones en un libro, cuyo prólogo y prefacio pueden consultarse en los siguientes enlaces:
• Prólogo
• Prefacio
El Padre Ramón Mas Casanelles fue un sacerdote que vivió para la evangelización. Su vida estuvo marcada por una confianza absoluta en la Providencia y un compromiso inquebrantable con la Verdad. Su predicación, su amor por la Liturgia y su incansable labor pastoral siguen siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que buscan vivir el cristianismo con autenticidad.
Su legado perdura no solo en los escritos que dejó, sino en la huella imborrable que marcó en aquellos que lo escucharon y fueron transformados por su mensaje.